"Blue Beetle" refresca el género de los superhéroes con sazón, alegría y reguetón
El héroe de DC Comics debuta en la pantalla grande destacando su origen mexicano y condimentándolo con idiosincrasias que tocan la fibra de todos los latinoamericanos.
En tiempos cuando las películas de superhéroes parecerían estar -finalmente- saliendo de moda, el estreno de Blue Beetle llega como un divertido throwback que contrarresta el desánimo y la pesadumbre que se percibe alrededor del género, fruto de la sobresaturación de este durante los pasados años tanto en el cine como en la televisión. En su contra, trabaja el hecho de que se trata de la enésima historia de origen que hemos visto en las pasadas dos o tres décadas, y la inmensa mayoría siguen más o menos la misma receta al pie de la letra. Sin embargo, como cualquier abuela latina con dotes culinarios pudiera aseverar, no existe nada que un poco de sazón y los ingredientes secretos no puedan arreglar.
A estas alturas, hemos visto tantos y tantos filmes similares que este podría describirse como old school. Como antídoto a lo que pudiera parecer trillado, Blue Beetle opta por un acercamiento inusual al llamar la atención directamente hacia ello, dando la sensación de que estamos viendo una película de la década del 80 ó 90 que permaneció inédita hasta hoy. Su póster parece sacado de la carátula de un álbum de synthwave, la dirección del boricua Ángel Manuel Soto Vázquez favorece los sets y la acción captada en espacios reales por encima de los escenarios digitales, mientras que en su excelente banda sonora -compuesta por Bobby Krlic- predominan los sonidos electrónicos de los sintetizadores. La puesta en escena grita “retro vibes”, pero que conste que esto no es sinónimo de “anticuada”. En todo lo demás, la producción viene impulsada por ese ideal moderno de representar en pantalla sectores de la población que han sido seriamente marginados en el entretenimiento popular hollywoodense.
En esta ocasión, el turno le toca a los latinoamericanos, específicamente los mexicanos, que es el origen de “Jaime Reyes” (Xolo Maridueña) y su hermosa familia, protagonistas de esta historia en la que se fusionan tradiciones, música e historia -entre otras cosas- de varios países de la región. El libreto de Gareth Dunnet-Alcocer incluye alusiones directas e indirectas al historial socio-político de la zona, desde la nefasta Escuela de las Américas y el levantamiento zapatista, hasta la criminal gentrificación que tanto afecta a millones de sus habitantes, incluidos los de Puerto Rico. Justo de este mal actual es que parte la trama, con el regreso de “Jaime” a su hogar tras graduarse de la universidad, solo para toparse con que su barrio no es el mismo que dejó atrás y que los grandes interes amenazan con desahuciar a su familia. No que esto les quite lo bailao a ninguno de los Reyes, quienes juntos laten al unísono como corazón de la cinta, elevándola a través de su cariño e inquebrantable unidad.
Los Reyes está compuestos por “Alberto” (Damián Alcázar) y “Rocío Reyes” (Elpidia Carrillo), los amorosos padre y madre de “Jaime”; “Milagros” (Belissa Escobedo), su queridísima hermana, la uña de su carne; el pizpireto tío “Rudy” (George López) y la calladita pero letal “Nana” (Adriana Barraza), quienes se roban el show. Es meritorio mencionarlos a todos porque “Jaime” será el héroe, pero lo que lo hace “súper” no es necesariamente el antiguo escarabajo alienígena que le otorga extraordinarios poderes -transformándolo en Blue Beetle”-, sino cada miembro de su familia. La película tiene más en común con The Incredibles que con cualquier otra entrega de Marvel o DC de los pasados años, apostando al colectivo, no al individuo, desde un punto de vista intrínseca y cálidamente latino. De hecho, una de sus mejores cualidades es que no está atada a NADA que la preceda. No hay que haber visto 10 filmes ni 40 episodios anteriores, nadie pronuncia siquiera la palabra “multiverso” y la reciente The Flash sigue siendo un chiste de muy mal gusto que no empata con nada. En fin, no existe requisito alguno para disfrutar de ella, y “bravo” por ello.
Dicho eso, por más que la familia funcione como una inseparable unidad (y los mejores momentos surgen de verlos luchar juntos y coordinadamente), el señor “Reyes” no deja de contar con sus propios momentos para brillar en su propio largometraje. Tras dejar una buena impresión en la serie Cobra Kai, Maridueña convence como el típico muchacho que no sabe en lo que se está metiendo y que atraviesa un arco de auto-descubrimiento mediante el encuentro cercano con el antiguo artefacto. Este es codiciado por la empresaria “Victoria Kord” (Susan Saradon) para convertirlo en un arma más en su inmenso arsenal que mercadea a las grandes potencias del mundo a través de su compañía. “Kord” no es exactamente una villana memorable, pero su función es más simbólica, representando las fuerzas externas, imperialistas y capitalistas que por décadas han explotado a Latinoamérica, y este aspecto, cumple con ese propósito.
Regresando a “Jaime”, el escarabajo azul protagoniza emocionantes secuencias de acción tanto en los aires como en la tierra, nítidamente filmadas por Soto Vázquez y su equipo, demostrando que posee la madera para continuar desempeñándose en este nivel de producción. El cineasta puertorriqueño se las ingenia para aprovechar al máximo los espacios que escoge para contar su historia, ya sea la casa de los Reyes o el Castillo del Morro, donde se desarrolla el tremendo desenlace. Los fantásticos efectos especiales distan mucho de las chapucerías que han plagado estrenos recientes (no volveré a mencionar uno de ellos, pero su título rima apropiadamente con “Trash”). Las transformaciones del traje de Blue Beetle quedan estupendamente realizadas, la acción es captada de una manera muy limpia y todo en general luce como un trabajo bien pulido.
Y sí, la verdad es que todo esto lo hemos visto antes en otras cintas de cómics, pero estas nunca se habían movido al ritmo de Ivy Queen y Calle 13. Ninguna ha tenido un amoroso núcleo familiar en su centro. Jamás nos habíamos topado con un superhéroe que conociera el poder del Vicks Vaporub, la chancleta o el Chapulín Colorado. Hablando de poderes, el hecho de vernos representados en pantalla es una experiencia muy poderosa. Claro que no será exacta a las particularidades de cada país, pero las idiosincrasias que nos unen quedan plasmadas afectuosamente y sirven de espejo al espectador. Blue Beetle está más preocupada por el micro que por el macro. Su enfoque es el ahora, no el lugar que ocupa en los planes del estudio ni lo que pudiera o no venir después, y eso la hace bastante única en esta era en la que muchas de estas películas solo se hacen como preámbulos a las próximas. Con suerte, esta no será la última vez que veremos a los Reyes en pantalla.
Espero no quedarme con las ganas de ser parte de una película de superhéroes algún día y sin duda, haber sido parte de ésta hubiera sido ma-ra-vi-llo-so, pero de eso se trata, de tener a quienes funcionen en cada proyecto para lograr lo que acabo de leer. Bravo.