“Wonder Woman 1984” vuela alto sobre las películas de DC
La secuela vuelve a apostar en el heroísmo anticuado que hizo de su predecesora una grata experiencia.
La Mujer Maravilla está de vuelta en Wonder Woman 1984, la única mega producción del 2020 que logrará estrenar en el 2020, tanto en cines como en HBO Max, desde el próximo 25 de diciembre. ¿Y qué mejor manera de culminar este año que con una buena dosis de compasión, empatía y heroísmo desinteresado? Felizmente desprendida de todos esos otros superhéroes que comparten su universo cinematográfico –quienes no han sido capaces de igualarla-, la guerrera amazona interpretada por Gal Gadot regresa acompañada de estas virtudes para liderar una nueva aventura que, aunque no supera a su predecesora, no deja de ser una digna continuación.
Confieso de entrada que no estaba del todo enamorado con esta secuela al éxito taquillero del 2017. Luego de una épica secuencia inicial, en la que todos los elementos engranan perfectamente -los arreglos corales de Hans Zimmer son absolutamente gloriosos-, seguida por el primero de múltiples homenajes que la directora Patty Jenkins les rinde a las películas de Superman de Richard Donner, el filme arrastra los pies por cerca de una hora mientras introduce (y reintroduce) a los protagonistas y establece sus relaciones. Sin embargo, el libreto de Jenkins -coescrito junto a Geoff Johns y Dave Callaham- aprovecha este extenso primer acto para sembrar las semillas que contribuyen a que la segunda mitad y, especialmente, el desenlace, sean tan memorables.
Wonder Woman 1984 se atreve a hacer cosas que no se veían en este género desde Christopher Reeve nos hizo creer que un hombre podía volar. Como es de esperarse por su título, es un largometraje “ochentoso” en estilo, vibrante en colores neón y con radiantes secuencias filmadas, no de noche ni en penumbra, sino de día. ¡Sí, de día! Pero más allá de la puesta en escena, el espíritu de la era está nítidamente capturado por Jenkins a través -por ejemplo- del consumismo desmedido, la cultura de excesos y, sí, también su perspectiva en torno al heroísmo. De haber estrenado cuatro años después de Superman II, no se habría sentido a destiempo. Desde su trama arqueológica típica de la época, hasta la manera como el principal antagonista no es tanto una figura sino lo que esta representa -en este caso, el populismo-, la secuela apuesta a la bondad colectiva como el superpoder al que todos podemos aspirar. ¿Ingenuo? Definitivamente, pero a tono con lo que esta franquicia introdujo en la primera parte. Para ver héroes “oscuros” que dicen “fuck”, tendrán que esperar por el nuevo corte de Justice League de Zack Snyder.
Nos reencontramos con “Diana Prince” (Gadot) a unos sesenta años luego de los hechos de Wonder Woman, viviendo una doble vida como curadora del Museo Smithsonian, en Washington DC, y realizando heroicas hazañas secretamente. La observamos capturar a unos ladrones a la vez que protege a la ciudadanía, pero en privado lleva una vida solitaria desde que su amado “Steve Trevor” (Chris Pine) falleció en la Primera Guerra Mundial. La llegada de la científica “Barbara Minerva” (Kristen Wiig) al personal del museo es al mismo tiempo el mayor acierto y la oportunidad más desaprovechada por la película. La química entre Gadot y Wiig en las brevísimas escenas que comparten juntas antes de que los caminos de sus personajes se bifurquen (y Wiig acabe injustamente marginada), es tan irresistible, que en una producción más valiente habría sido la relación central. Lamentablemente, la heterosexualidad y -presumo- los cánones de los cómics, no lo permiten, y antes de que nos enamoremos mucho con la posibilidad de “shippear” a “Barbara” y “Diana”, “Steve” regresa de la muerte.
La manera como el libreto justifica el retorno de este personaje está directamente atada a un antiguo artefacto del cual pende todo argumento. Me reservo los detalles, pero digamos que no queda del todo claro cómo este funciona ni cuál es la finalidad de su utilización. Gran parte de lo que limita a 1984 de igualar a su predecesora yace en el pobre desarrollo de esta pieza tan integral de la trama. Las reglas no quedan claramente establecidas antes de que la acción tome el volante, cuando ya es demasiado tarde, y si bien habrá muchos espectadores para quienes les será muy fácil obviar esta falta y disfrutarse el espectáculo, la misma no deja de ser un obstáculo particularmente durante esa primera mitad. Dicho eso, temáticamente tiene cierto sentido y armoniza con la tesis del filme a través del personaje de “Maxwell Lord”.
No sé exactamente qué estaba persiguiendo histriónicamente Pedro Pascal con su interpretación de este carismático magnate petrolero, pero sí sé que le quedó tremendo. Parecería que nadie se divirtió más que él en el set, y no hay mejor prueba de lo criminalmente desperdiciado que está detrás del casco del “Mandalorian” que lo que aquí demuestra. El artista chileno se devora la pantalla con su frenética actuación como un Pac-Man que consume bolitas de cocaína, lo cual concuerda perfectamente con la década del 80. “Max Lord” es la personificación de los excesos, no solo de la época, sino en los que en cierta media también incurre la película, que a veces amenaza con descarrilarse. Un patético, petulante y avaricioso empresario con ínfulas de grandeza y un falso sentido de que todo le pertenece. ¿Le suena como alguien? Los ejemplos sobran, pero no debe ser casualidad que Wonder Woman estrenó en el 2017 e iluminó la pantalla como un faro de esperanza (falsa e ilusa esperanza, pero esperanza igual), y tres años después tenemos una historia de superhéroes en la que el villano es un recalcitrante populista estadounidense.
El guión tendrá sus problemas, pero Wonder Woman 1984 sobresale donde tiene que hacerlo: en el escapismo característico de un blockbuster. Aunque ninguna alcanza los niveles de emoción de la escena en “no man’s land” de la cinta original, las secuencias de acción a cargo de Patty Jenkins están muy bien ejecutadas, tanto en coreografía como en términos de dirección. La cineasta incluso nos deleita con guiñadas dirigidas a la serie de Linda Carter y los mencionados largometrajes de Donner, pero los momentos más memorables llegan en las pausas, en los descubrimientos que hacen los personajes ya sea de sus sentimientos o habilidades. Quisiera abundar más acerca de esto, pero no puedo, so pena de ser excomulgado por revelar algunos de los mejores momentos. Me limito a expresar que, ya sea en el cine o en su casa, la semana que viene le espera un buen rato.