"Wonder" no es una maravilla, pero sí muy tierna
La película conmueve al espectador a través de una historia simple y con mucho corazón.
Se requiere de un cineasta con muy buen tacto para lograr que una película como Wonder no se convierta en lo que, a simple vista, aparenta ser: el típico “feel-good movie”, propenso al sentimentalismo forzado, a perseguir las lágrimas fáciles y a funcionar como un anuncio de servicio público (“el ‘bullying’ es malo, niños y niñas”). Afortunadamente, el director y guionista Stephen Chbosky (The Perks of Being a Wallflower) no permite que el filme se reduzca a eso.
Basado en el libro homónimo de R.J. Palacio, el largometraje se enfoca –principalmente- en “Auggie Pullman” (Jacob Tremblay), un niño de diez años que nació con una condición congénita que requirió de múltiples cirugías para salvarle la vida. Las intervenciones quirúrgicas, sin embargo, no lograron que el menor se viera “normal”, por lo que recurre a esconder su rostro con un casco de astronauta, profesión que desea perseguir cuando sea grande. “Auggie” ha pasado toda su vida siendo “home schooled” por su mamá, “Isabel” (Julia Roberts), quien decide que ya es hora de que se integre a un colegio para que socialice con otros niños de su edad.
La película se enfoca en ese proceso, regularmente difícil para cualquier niño, y más aún para alguien como “Auggie”, quien tiende a caminar cabizbajo para no ver las miradas de demás cuando lo ven, tanto así que ha aprendido a leer a las personas según su calzado. Tremblay ya había deslumbrado a todos con su debut en Room, y aquí reafirma el talento que se observó en ese célebre filme del 2015. Incluso detrás de prótesis para alterar su aspecto, el actor de 11 años carga con el filme cómodamente, trabajando principalmente la voz y el lenguaje corporal para interpretar al personaje.
Pero la historia de Wonder no es exclusivamente de “Auggie”. Chbosky expande el campo para incluir a las personas que orbitan alrededor del niño, comenzando por su hermana mayor, “Via”, quien literalmente se ha sentido toda su vida como un planeta alrededor del "sol" que es su hermano. La adolescente ese encarnada por Izabela Vidovic, actriz que nunca antes se había visto en pantalla, pero quien me dejó una gran impresión, recordándome a una joven Carey Mulligan, particularmente en su estupendo manejo de las escenas dramáticas. No olviden su nombre, pues le veo mucho futuro a la chica.
También se subdividen en capítulos las perspectivas de un compañero de clase de “Auggie” y la mejor amiga de “Via”, y es aquí donde único parece que la trama se le va a salir de control a Chbosky, perdiendo el foco del núcleo familiar de los “Pullman”. El tercer acto de Wonder sufre un poco del efecto “The Return of the King”, en el que la película parece que va a terminar… y no lo hace. Y entonces parece que va a acabar… y tampoco. Al tener tantos hilos narrativos corriendo tangencialmente, el intentar amarrarlos todos en un mismo desenlace provoca que se diluya el momentum emocional del protagonista. Roberts y Owen Wilson -quien hace del papá- quedan mayormente al margen, pero al ser tan buenos actores, sus breves apariciones contribuyen más de lo normal.
Wonder no es la clase de película que figura en muchos top 10 a fin de año, pero esas tampoco aparentan ser las aspiraciones de la producción. Es simplemente una sólida oferta de entretenimiento familiar, clasificado “PG” sin ser caricaturas ni cine religioso. Y si al final los niños aprenden algo, pues perfecto. Lo importante es que la historia funciona y conmueve sin necesidad de manipular al espectador.