“Venom” fracasa pese al empuje de Tom Hardy
Aun dando el máximo, el actor británico no logra rescatar a esta tediosa historia de origen de todas sus malas decisiones.
Todo apuntaba a que Venom iba a ser un desastre. Desde sus primeros tráilers, la percepción general es que la producción de Sony Pictures iba destinada a terminar en el panteón de las peores películas de superhéroes. La mera propuesta de hacer un largometraje acerca del popular villano de Spider-Man que no incluyera a su arácnido antagonista, parecía una decisión sumamente errada. Y lo fue y lo es, pero lo que quizás nadie se esperaba era que en ella encontraríamos un desquiciado “one man show” de Little Shop of Horrors a cargo de Tom Hardy, con el actor británico interpretando tanto a “Seymour” como a la planta carnívora “Audrey II”. La frenética actuación de Hardy es lo único que libra a Venom de alcanzar los paupérrimos niveles establecidos por chatarra como X-Men Origins: Wolverine y Catwoman. Conste, no es una buena película, pero paradójicamente entretiene siendo muy, muy mala.
La primera hora de Venom es una tortuosa prueba de resistencia que parte de la pregunta ¿cuán aburrido podemos hacer el origen de este personaje antes de enseñarlo por 15 segundos en cámara? La respuesta: abrumadoramente aburrido. Hardy interpreta a “Eddie Brock”, un periodista destacado en San Francisco (la profesión lleva años en picada, pero en los cómics sigue habiendo periodistas) cuya más reciente asignación es redactar un perfil de “Carlton Drake”, el millonario empresario detrás de una fundación que públicamente se jacta de querer ayudar al mundo mientras por detrás confabula en su contra. “Brock” está interesado en este segundo ángulo, y cuando comienza a indagar en el asunto, termina siendo despedido.
Meses después, el reportero descubre que “Drake” -encarnado por Riz Ahmed, en un papel muy por debajo de sus destrezas- está recogiendo vagabundos de la calle para exponerlos a un simbionte alienígena con miras a que la fusión entre las especies le abra las puertas a la exploración espacial. Mientras el parásito extraterrestre acaba matando a todos sus huéspedes, “Brock” lo resiste, y así nace “Venom”, un viscoso gigante negro que toma posesión de las funciones motoras del hombre tanto para defender el cuerpo que lo alberga como para comerse las cabezas que tanto le apetecen.
Aunque toma poco más de una hora ver la transformación de “Brock” en “Venom”, el proceso comienza un poco antes a través de la actuación de Hardy. El intérprete de “Mad Max” y “Bane” fácilmente pudo haber llegado al set dando el 10% y cobrando su millonario cheque. Pero no, el actor da la milla extra, canalizando la maniaca energía física de Jim Carey circa 1994 en un esfuerzo sobrehumano por lograr que esta fuese una experiencia memorable para el espectador. Uno quisiera visualizar la película de Venom que él tiene en su mente, porque seguro es más divertida que la que está protagonizando. Su ímpetu por complacer a la audiencia dista muchísimo del mínimo esfuerzo manifestado por todas las partes envueltas detrás de las cámaras, principalmente los cuatro guionistas y el director Ruben Fleischer.
Aun con todo el esmero de Hardy -y lo poco que puede hacer Michelle Williams, como la exnovia de “Brock”, con las 2 ó 3 líneas de diálogo que le dan-, el elenco es absolutamente desperdiciado por un libreto que parece haber estado engavetado desde el 2002, cuando muchos estudios comenzaron a reaccionar al éxito de Spider-Man y X-Men poniendo en marcha cualquier cosa relacionada a un cómic. Como historia de origen, Venom es un rotundo fracaso, incongruente no solo con el nivel de películas de superhéroes que actualmente estamos acostumbrados a ver, sino con el universo que aspira a compartir con el más reciente “Spider-Man”. Si Marvel es inteligente, jamás permitirá ese junte, equivalente a unir al “Batman” de Christopher Nolan con el “Two-Face” de Joel Schumacher.
La dirección de Fleischer se ampara en la vaga modalidad de filmar todo de noche para reducir el costo de los efectos especiales, ya que cuando hay menos iluminación, no hay que aplicarse tanto animando. Se podrán imaginar cuán “efectivo” resultan estos oscuros escenarios cuando el personaje principal es una pegajosa sustancia negra. Las gráficas computarizadas que dan vida a “Venom” apenas se aprecian bien, en parte por lo mal realizadas que están y por los atajos que Fleischer toma para no tener que jorobarse tanto dirigiendo. Y cuando a esto se le suma en el desenlace otro personaje similar a él, es imposible discernir dónde acaba “Venom” y empieza su contrincante.
¿Puede una admirable actuación rescatar una mala película? Venom es prueba de que no es suficiente. Que por más mayúsculo que pueda ser el esfuerzo de uno, no basta para compensar por el arrastre de los pies exhibido por los demás. Esta desigualdad tan polarizada se extiende incluso hasta los créditos, donde figuran una de las peores escenas post créditos jamás filmadas, y una de las mejores ñapas que se han visto en estas cintas de superhéroes. Esta última resulta tan buena, tan prometedora y divertida, que casi vale la pena soportar Venom para verla en el cine. Casi.