"Thor: Ragnarok" lucha entre la novedad y la fórmula
La mejor aventura cinematográfica de "Thor" es también la película más cómica en el canon de Marvel.
El sentido del humor ha sido uno de los principales elementos diferenciadores entre los respectivos universos cinematográficos de Marvel y DC. Básicamente, el primero cuenta con uno y, el segundo, no (bueno, al menos hasta Justice League). La cantidad de chistes que debe haber en esta clase de entretenimiento escapista versus la seriedad con la que se deben abordar historias de justicieros disfrazados, suele ser uno de los puntos de contención entre los fanáticos, y aquellos que objeten las risas deberán ir preparados para lo que les espera en Thor: Ragnarok. Esta es la primera película de Marvel que muy bien pudiese ser clasificada como una comedia.
En términos generales, esto funciona a favor del filme, y es un efecto directo de tener a alguien como Taika Waititi sentado en la silla del director. El cineasta neozelandés posee una peculiar sensibilidad humorística que ha quedado perfectamente reflejada en sus trabajos anteriores, como What We Do in the Shadows –un mockumentary acerca de las vivencias de tres vampiros en el mundo moderno- y Hunt for the Wilderpeople, sobre un niño que se enfrenta a la intemperie junto a Sam Neill. No es humor negro, pero ciertamente del tipo inexpresivo (“deadpan”) que aprovecha situaciones incómodas o extrañas para provocar carcajadas.
Waititi apela a la vibra ochentosa que tanto abunda en el entretenimiento contemporáneo
Marvel no es conocido por permitir que la visión propia de sus directores influya en el plan mayor del estudio con respecto al desarrollo de este universo. Por esto fue que nunca vimos la versión de Ant-Man de Edgar Wright. Sin embargo, el humor propio sí ha logrado colarse, como lo ha demostrado James Gunn en ambas Guardians of the Galaxy, y lo hace ahora Waititi en esta aventura fantasiosa que toma el arte del legendario Jack Kirby como fuerte de inspiración para transportarnos a mundos lejanos, habitados por monstruos de piedra, valquirias, dioses, gigantes y Jeff Goldblum, quien como todos saben, es en sí un dios.
Con colores brillantes y música electrónica que favorece el clásico sintetizador, Waititi apela a la vibra ochentosa que tanto abunda en el entretenimiento contemporáneo. Al ser uno de los superhéroes más “out there” en la plantilla cinematográfica de Marvel, a Thor este estilo le cae como martillo en su mano, sacándolo del aburrido escenario terrenal y permitiéndole ser quien es dentro de un contexto más a tono con las idiosincrasias del personaje. Es una propuesta sumamente divertida, y una que solo se ve restringida por la fórmula que se ha convertido en la muletilla del estudio.
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Nuevamente interpretado por Chris Hemsworth, el Dios del Trueno regresa a Asgard, donde descubre que “Loki” (Tom Hiddleston) ha estado aparentando ser “Odin” (Anthony Hopkins) para gobernar el reino. La relativa paz se desvanece rápidamente cuando “Thor” se entera de que tiene una hermana, y no cualquier hermana, sino una conocida como la Diosa de la Muerte. Se trata de “Hela”, encarnada por Cate Blanchett como la diosa que es en vida real: espléndida, radiante y dominando la pantalla con el increíble vestuario a cargo de Mayes C. Rubeo. Desde que hace su entrada, mirar a cualquier otro punto en la pantalla resulta imposible.
Las intervenciones de Jeff Goldblum son breves, pero están entre lo más memorable del filme.
Presencia escénica de la más alta envergadura es lo único que Blanchett puede aportar, ya que “Hela” se suma a la larga lista de villanos de Marvel que no componen nada más allá de ser el oponente del protagonista. El hecho de que esta sea interpretada por una de las actrices más respetadas del cine, solo llama más atención a esta constante falta. Mención aparte merece Tessa Thompson como “Valkyrie”, el tipo de heroína que este universo necesita. Valiente, independiente y reacia a ser el trillado interés amoroso de nadie, Thompson deja una mejor impresión que incluso la gran Blanchett, gracias a que cuenta con un papel más robusto, que la posiciona entre aliada y enemiga de “Thor”.
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El plan de “Hela” es propiciar Ragnarok –el apocalipsis de la mitología nórdica- y destruir Asgard. Para ello, se deshace de “Thor” enviándolo a otro planeta regido por el “Grandmaster”, y con ese nombre, ¿quién mejor que Jeff Goldblum para hacerlo realidad? La admiración (que raya en enamoramiento, comprensiblemente) de Waititi por el veterano actor es clarísima, mas no se deja llevar por ella. Las intervenciones de Goldblum son breves, pero están entre lo más memorable del filme, sincronizando estupendamente con la atmósfera que desea construir el director, una más propensa al vacilón y en la que salvar el mundo es un asunto secundario.
De hecho, no es hasta que Thor: Ragnarok no puede postergar más los inevitables requerimientos de su género que el largometraje cae en piloto automático. El tercer acto es el típico desenlace de cualquiera de estas películas, extendido un poco más allá de lo necesario hasta llegar a un final satisfactorio, aunque predecible. Lo novedoso –si pudiese llamárseles así- llega antes, cuando se puede apreciar mejor la huella de Waititi, en escenitas como la recreación teatral de Thor: The Dark World o los intercambios entre “Thor” y “Hulk” tras su combate, encuentro que ha sido promocionado más de lo que jamás debió serlo. Descubrir que el gigante verde aparecía en esta película hubiese sido muchísimo más emocionante de uno haber podido compartir la euforia de “Thor” al verlo entrar de sorpresa, en lugar de saber que venía desde el primer tráiler.
Pero esperar sorpresas a estas alturas resulta iluso. Marvel lleva casi una década perfeccionando su fórmula, y actualmente su marca es sinónimo de éxito en la taquilla, así que ¿por qué cambiarla? Cuando se compra un boleto para uno de sus filmes, se sabe lo que encontrará dentro de la sala desde antes de pisarla: una historia llevadera impulsada por personajes queridos y divertidos. Para comer popcorn y pasar un buen rato, con eso basta.