"The Substance" deja una impresión visceral
La fuente de la juventud se halla en los fluidos corporales en esta grotesca sátira de la directora Coralie Fargeat sobre el edadismo y sexismo que sufren las mujeres.
Hay películas que nos obligan a hurgar en su superficie para dar con su tesis, y hay otras que prácticamente nos restriegan su mensaje en la cara. Por lo general, suelo preferir las primeras, pero hay temas que requieren la contundencia de las segundas. The Substance no tanto lo restriega como más bien lo secreta, lo suda y lo vomita. La palabra “sutileza” no está en el vocabulario cinematográfico empleado por la directora y guionista Coralie Fargeat, quien no deja absolutamente nada abierto a la interpretación en esta retorcida sátira acerca de las injustas e irrazonables presiones impuestas sobre las mujeres, particularmente aquellas que viven sometidas a diario al escrutinio público por su apariencia física.
O sea: todas.
Si me permite pecar de ser reductivo, The Substance es Death Becomes Her filtrada a través de The Fly con el sardónico sentido del humor de Showgirls. El que el filme sea protagonizado por Demi Moore solo sirve para subrayar su crítica. La intérprete de Ghost e Indecent Proposal fue una de las actrices más famosas de los 80 y 90, hasta que cumplió los 40 años cerca del estreno de su último éxito, Charlie’s Angels: Full Throttle (2003), y como muchas otras de sus predecesoras, fueron despachadas y sustituidas por artistas más jóvenes. A sus 62 años, Moore regresa al spotlight con el trabajo más osado de su carrera, uno que la desnudan -literal y figurativamente- frente a las cámaras para confrontar demonios tanto externos como internos, pues además de condenar la nocividad que aún impera dentro de la industria, el guión de Fargeat -premiado en la pasada edición del Festival de Cannes- se encarga de explorar cómo las inseguridades personales pueden transformarse en el odio más profundo.
Moore encarna a “Elisabeth Sparkle”, una ex estrella de cine que sobrevive en el ocaso de su carrera animando un programa televisivo de ejercicios, uno del que es fulminantemente despedida al principio del filme por ser muy “vieja” (Moore, cabe señalar, continúa siendo una mujer despampanante). Fargeat evoca la estética ochentosa de Suzanne Somers para construir una hiperrealidad moderna que le permite dar rienda suelta a toda clase de exageraciones y hacer caso omiso de la lógica y las explicaciones. Es así como aceptamos la decisión de “Elisabeth” de someterse a un ultra nebuloso tratamiento conocido como “The Substance” para intentar recuperar, no solo su trabajo, sino también su juventud, creando una versión más joven de su misma persona, interpretada por Margaret Qualley, cuya actuación es tan temeraria como la de su compañera de escena.
La manera como la cineasta elige plasmar este proceso en pantalla lo más seguro haría sonreír al director David Cronenberg, pero definitivamente no es apta para los más quisquillosos ni personas con estómagos delicados. Con su intrépida y grotesca puesta en escena, Fargeat se suma a la creciente lista de mujeres cineastas que en los últimos años se han adueñado del body horror para darnos algunos de sus mejores ejemplos, entre ellas su compatriota francesa Julia Ducournau (Titane), la finlandesa Hanna Bergholm (Hatching) y la mexicana Michelle Garza Servera (Huesera), cuyas perspectivas femeninas han expandido los horizontes de este subgénero del horror dominado durante décadas por los hombres. Fargeat no escatima a la hora de incurrir en los excesos, algo que funciona en contra y a favor del largometraje. El ritmo de la trama patina un poco durante el segundo acto, cuando la rutina del procedimiento de "The Substance” se torna, pues, repetitiva. Sin embargo, los últimos 25 minutos no podrían ser más audaces y repulsivos, dignos tanto de aplausos como de náuseas. Usted muy bien podría terminar odiándola, y estaría justificado, pero olvidar que alguna vez la vio, imposible.
¡Tremenda reseña! I can't wait to see this one.