"The First Slam Dunk": magistral expresión de la emoción dentro y fuera de la cancha de básquet
El artista Takehiko Inoue incursiona en el cine con esta adaptación de su clásico manga en la que logra producir una de las mejores películas deportivas en la historia.
La acción en la cancha jamás había sido presentada de forma más dinámica y emocionante que la que manifiesta deslumbrantemente en pantalla el novel cineasta Takehiko Inoue en su fantástica ópera prima, The First Slam Dunk. La adaptación cinematográfica de su exitoso manga -publicado entre 1990 y 1996- acerca de un equipo de baloncesto de high school, sobresale a leguas como uno de los mejores debuts directoriales del 2023, poniéndole un necesario e inolvidable punto final a la versión animada que comenzó en la televisión en los años noventa, pero que se vio forzada a concluir abruptamente antes de que el cómic terminase su publicación.
Pero ignore ese detalle. Usted no tiene que haber visto ni leído absolutamente nada de Slam Dunk para vivirse cada minuto de este largometraje que inició ayer su estreno limitado en los cine locales, con versiones en japonés con subtítulos y doblada al español. Es más, ni siquiera tiene que ser aficionado del básquet. Se lo garantiza este servidor, que nunca ha seguido religiosamente ningún deporte. Sin embargo, sí soy dulce para los sports movies, especialmente cuando giran en torno a underdogs. Hay algo de este tipo de historias que se prestan orgánicamente al medio fílmico, con arcos dramáticos que progresan con naturalidad y se ganan fácilmente los sentimientos del público. Es la razón por la que al final de Rocky importa un bledo el que el Italian Stallion haya perdido la pelea, lo que vale es cómo lo vimos llegar hasta ahí. Y hablando de esa ganadora del Oscar, si me permite hacer un comentario que pudiera considerarse hiperbólico: The First Slam Dunk es al baloncesto lo que Rocky es al boxeo, un emotivo crowd pleaser sumergido en el drama dentro y fuera del cuadrilátero. O, en este caso, de la cancha.
Aquí le va otra opinión que levantará cejas: no existe una gran película de baloncesto (corrección: no existía hasta hoy). Este cuenta con uno de los mejores documentales que se han hecho, el extraordinario Hoop Dreams, pero en términos de largometrajes de ficción, no hay ninguno que se le acerque a los clásicos de otros deportes. El boxeo tiene a Rocky y Raging Bull; la pelota, a Bull Durham, Pride of the Yankees y A League of Their Own, entre otros, pero ¿el básquet? Hoosiers y White Men Can’t Jump son muy buenos, pero no TAN buenos. Inoue entiende qué hace al baloncesto tan cautivante, explota su potencial cinematográfico a través de la asombrosa animación y demuestra categóricamente las ilimitadas posibilidades del medio a lo largo de dos horas.
Mientras la mayoría de los filmes deportivos trazan su narrativa de manera tal que esta concluya con el evento decisivo, el reconocido mangaka estructura su libreto alrededor de la totalidad del juego de campeonato entre el equipo de Shohoku High, protagonistas de Slam Dunk, y sus contrincantes, el imponente quinteto de Sannoh High. Combinando técnicas de animación 2D y 3D, cada canasto, cada tapón, cada falta, cada pase es capturado con increíble precisión y apabullante energía, a tal punto que es posible llevar un conteo mental de la puntuación en el marcador durante toda la duración, aumentando así la tensión. Tan inmersiva resulta la experiencia, que en mi función de ayer alguien le gritó “¡PUERCO!” al árbitro tras una falta mal cantada (gracias por las risas a quien lo hizo). Inoue sabe que en el baloncesto 4.7 segundos pueden ser una eternidad, y hace uso magistral de la flexibilidad del tiempo para introducir al espectador en la acción dentro de la cancha mientras con la otra mano lo envuelve en el conflicto interno del personaje principal.
El cineasta aparta la mirada de Hanamichi Sakuragi (tranquilos, fans del protagónico pelirrojo; el número 10 no está exento de sus propios y memorables momentos de gloria) para enfocarse en Ryota Miyagi, el point guard de Shohoku. El argumento constantemente entrecorta con sedosa fluidez entre el juego final y el pasado del atleta, en específico sus años preadolescentes, cuando tanto él como su madre y su hermana se vieron profundamente afectados por la muerte de su hermano mayor. La cinta no sería igual de efectiva en su propuesta sin estas ventanas a la psiquis de Ryota, permitiéndonos ser testigos de su crecimiento emocional a lo largo de los años -tratando de salir debajo de la sombra de su hermano-, así como en el tabloncillo, como líder de su escuadra.
Aunque Ryota carga con el peso del drama, Inoue no ignora al resto de los jugadores -ni siquiera a los oponentes-, dejándonos escuchar sus monólogos internos y hasta transportándonos a sus respectivos trasfondos a través de sendos flashbacks. Después de todo, Slam Dunk es acerca de la sinergía que se manifiesta entre los integrantes de un equipo que los impulsa a unirse física y mentalmente. Es en este particular aspecto donde The First Slam Dunk representa un logro mayúsculo y prácticamente inalcanzable a través del live action. Inoue captura mejor que nadie esa tácita forma no verbal de comunicación casi telepática que lleva a estos atletas a prever sus próximos movimientos en fracciones de segundos. Ocurre tan fugazmente en pantalla que el cerebro apenas alcanza a apreciarlo, pero está ahí, proyectado en su máximo esplendor. Éramos pocos en la primera función de ayer, pero durante las últimas décimas de segundo del partido, que parecieron extenderse una infinidad, me atrevo a decir que nadie respiro en esa sala. Si eso no es prueba de una gran película deportiva, no sé qué lo es.