“Tenet” es una pérdida de tiempo, hacia adelante y hacia atrás
El nuevo filme del director Christopher Nolan produce una experiencia monótona, hueca y sin sentido.
Christopher Nolan ha hecho varias películas impulsadas por la naturaleza del tiempo, pero hasta ahora jamás había dirigido una que se sintiera como una rotunda pérdida de tiempo, valga la redundancia La eterna musa del cineasta estadounidense lo elude por completo y fracasa en inspirar algo memorable en Tenet, su más reciente largometraje que, al unísono, logra estimular las pupilas mientras atrofia el cerebro con la trama más innecesariamente rebuscada y obtusa de su filmografía. Más allá de la profunda insatisfacción que dejan estos tediosos 150 minutos, lo más frustrante para un admirador de Nolan es verlo sufrir el primer traspié de su sólida carrera con ideas que ya había ejecutado antes, en diferentes manifestaciones y muchísimo mejor.
Desde el rompecabezas mnemónico de Memento, hasta la aplicación de la teoría de la relatividad en Interstellar y la triple edición intersecada de Dunkirk, Nolan ha recurrido una y otra vez a los juegos temporales para construir narrativas cautivantes basadas en conceptos complejos. Con Tenet, el director nuevamente se ampara en las teorías físicas, las paradojas y los algoritmos para complicar una historia que, al final, resulta estúpidamente sencilla: un megalómano está en posesión de un artefacto capaz de destruir el mundo y recae en un dúo de agentes neutralizarlo. Simple, ¿no? Sacado de cualquier cinta de “James Bond”, franquicia para la que Nolan siempre ha querido trabajar y que, si lo hubiesen dejado, quizás nos habríamos ahorrado Tenet. Sin embargo, provisto de su típica carta blanca para hacer lo que le venga en gana, el cineasta no se mide e inunda el argumento de tanta verborrea científica y parlamentos impenetrables que, no solo aturde los sentidos, sino que atenta activamente contra el disfrute de la acción.
El saldo de lo que a leguas sobresale como el peor libreto que ha escrito, es una experiencia insubstancial, visualmente atractiva -gracias, en gran medida, al cinematógrafo Hoyte van Hoytema- pero dramáticamente inerte. Un espectáculo hueco acerca de nada, que parecería hecho por alguien que creció viendo exclusivamente largometrajes de Christopher Nolan y que aquí produce uno que raya en parodiar su propio estilo. La primera señal de que la comprensión de la trama no es su norte llega temprano en el filme con una frase que ha sido citada en prácticamente toda reseña que se ha escrito de Tenet: “no trates de entenderla, siéntela”. Y santo y bueno, sintámosla pues, pero entonces ¿por qué los personajes no se callan tan siquiera un minuto y desisten de infructuosamente explicar todo lo que está pasando en pantalla como si estuvieran declamando el manual de instrucciones de un reactor nuclear? Además de contradictoria, la solicitud de “sentir” la película en lugar de comprenderla, resulta difícil de satisfacer cuando todo el tiempo nos están exigiendo que prestemos atención.
Esta no es la primera vez -y seguramente no será la última- que se le acuse a Nolan de sobre explicar, pero incluso en Inception, donde la acción no se detiene para establecer las reglas, el cineasta confió lo suficiente -tanto en su guión como en la inteligencia del público- como para soltarnos la mano una vez arranca la acción dentro de los sueños, permitiéndonos disfrutarla sin interrupciones. Al mismo tiempo, el arco dramático del personaje de Leonardo DiCaprio cuenta con un propósito personal claramente delineado, que invita al espectador a compartir su misión y desear su éxito. En Tenet, los agentes interpretados por John David Washington y Robert Pattinson existen únicamente como Dispositivos de Suministro de Exposición™, y no hay una sola secuencia -por más fabulosa que pudiese ser en términos visuales- que no se vea entorpecida por su incesante "bla bla bla".
Los personajes no sirven ninguna otra función que hablar incansablemente, además de verse sexys, tarea más que fácil para Washington y Pattinson, así como para Elizabeth Debicki. Los tres lucen impecables, ataviados con lo último en la moda, pero hasta ahí la dimensión de sus respectivos papeles. Pattinson es quien mejor sale parado de este desperdicio de talento histriónico -y en cuyos hombros debió caer el rol protagónico-, al ser el único que consigue crear un aura de misterio alrededor de su interpretación. La actuación de Washington -como el llamado “Protagonista”, según los créditos finales- posee el carisma de un maniquí, mientras que a Debicki le tocó ser la más reciente víctima de la inhabilidad de Nolan de imaginar una mujer que no sea otra cosa que una madre o esposa. “Ustedes todos tienen una madre, ¿verdad? Pues esta es una. Y… ¡acción!”, parecería ser el pensamiento detrás de esta y otras mujeres que han aparecido en sus películas, con “madre ama hijo” siendo el principio y el fin de su desarrollo.
Uno creería que, con tanto que se dice, Nolan se hubiese esmerado por pulir las inacabables conversaciones, pero estas son tan risibles como los personajes. La misma mente que nos trajo aquel discurso acerca del amor en Interstellar, aquí nos "deleita" con este intercambio entre Pattinson y Debicki, en el que él explica que, si el villano logra su cometido, “todas las personas en el mundo morirán” y ella responde “incluyendo mi hijo”. Sí señora, incluyendo a su hijo. Nolan será muy diestro a la hora de confeccionar fantásticas secuencias de acción (aunque aquí se queda un tanto corto) y hacer de nudos las historias que salen de su imaginación, pero transmitir emociones humanas siempre le ha costado muchísimo trabajo. Su cine es extremadamente frío, por más deslumbrante que a veces logre ser, y cada vez que trata de expresar sentimientos -en lugar de mostrarlos- acaba verbalizándolos a través de parlamentos tan tontos y obvios como este.
Notará que he evitado entrar en detalles acerca del argumento de Tenet, no tanto por miedo a incurrir en “spoilers” -la cinta estrenó en septiembre y mañana estará disponible en VOD-, sino porque realmente son totalmente inconsecuentes. Hay balas y otros objetos que viajan al revés a través del tiempo mientras hay “cosas pasando” en pantalla. La entropía se va hilvanando con la incoherencia narrativa, a mitad de filme nos obligan a volver a ver todo lo que ya se vio, pero esta vez en reversa, y en el desenlace introducen otro personaje -encarnado por Aaron Taylor Johnson- para varias rondas más de extensas elucidaciones. Este incluso viene armado de una pizarrita para tratar de mostrar lo que ocurrirá en la secuencia final, pero esta termina siendo la más indescifrable y estéticamente amateur que Nolan ha dirigido, por lo que su esfuerzo es en vano.
Y sí, se le aplaude su empeño al director por capturar toda la acción en cámara a través de una de las técnicas de efectos especiales más antiguas del cine, pero Michel Gondry lleva décadas usándola en sus vídeos musicales y obteniendo resultados más llamativos. La aplastante decepción de Tenet es directamente proporcional a lo mucho que se espera de Christopher Nolan como cineasta. Pocos logran mantener un récord perfecto, así que no es como si vaya a estar falto de compañía, pero sí es especialmente frustrante verlo, no solo retroceder artísticamente, sino repetirse a sí mismo. Quizás en algunos años le dé otro vistazo y -sabiendo hacia dónde se dirige- la trama podría parecerme un poco menos difusa, pero ¿ganaré algo como espectador más allá de eso? Probablemente no, y tampoco me urge averiguarlo.