“Superfly” moderniza el “look” de un clásico e ignora el resto
La película cubre todos los clichés de los dramas criminales sin contribuir nada nuevo a la fórmula.
Como ver un vídeo de trap de dos horas de duración, Superfly es todo “foreplay” y cero clímax, cucando al espectador con imágenes de sexo, dinero y poder que confunden el estilo por sustancia. El dinero llueve en billetes de $100, un gratuito “threesome” empaña los cristales de una lujosa ducha y los cacos coordinan el color de sus ametralladoras con el de su vestimenta. Todos son miembros de gangas que luchan por el control del tráfico de drogas en Atlanta al ritmo de un pegajoso soundtrack que exalta el “Gangsta Life”, olvidando por completo la sordidez del filme que rehace, el homónimo clásico del blaxploitation de 1972.
No sorprende que su director -que se hace llamar Director X- sea conocido por su trabajo en vídeos musicales. Todo se ve nítido, glamoroso, bien pulido. Los carros brillan, todas las mujeres son bellas y los caballeros tienen pinta de maleantes. Pero más que un filme de explotación, se trata de una rudimentaria película de género, que si bien no aburre, resulta tan genérica que está destinada al olvido como otro innecesario remake de algo que fue producto de una época y un subgénero cinematográfico muy específico.
Trevor Jackson interpreta al insípido protagonista “Priest”, un “tirador” de drogas con ambición, dispuesto a pasarle por encima a quien sea necesario con tal de ganar tanto dinero que pueda retirarse del narcotráfico y darse la buena vida en un yate. Sus principales contrincantes son mentor y jefe (Michael K. Williams) y Sno Patrol, una ganga rival que siempre viste de blanco y fácilmente podría confundirse con el “dance crew” de cualquier vídeo de hip hop.
El libreto escrito por Alex Tse y Phillip Flenty funciona a modo de “checklist” de cuanto cliché se haya visto en las películas de gangsters que preceden a Superfly, entre ellas la cinta original -que se encargó de establecer varios de ellos- siguiendo casi al pie de la letra su trama. El “look” lo es todo. Eso queda rotundamente claro en el trabajo de Director X, quien se enfoca exclusivamente en la modernización de la estética de esta historia desarrollada en el bajo mundo. Lo mismo no ocurre con la glorificación de las armas y la cosificación de las féminas, dos componentes que se sienten fuera de lugar en el presente.
Por aquello de mencionar algo positivo del largometraje, Jason Mitchell -como el amigo y mano derecha de “Priest”-, sobresale cómodamente sobre el resto del elenco al hacer del “comic relief” al que la película debió recurrir con mayor frecuencia. Su trabajo casi vale el precio de la taquilla, pero este es un filme hecho para verse en la casa, cuando el “preview” musical que ahora acompaña a toda la oferta de Netflix pudiese hacerlo ver como más de lo que es. Como dirían en el género, Superfly no es más que puro “fichureo”.