“Sicario: Day of the Soldado” regresa a la frontera con menos ambición
La secuela toma un giro hacia el género de la acción reteniendo la crudeza, pero abandonando la sustancia temática.
Nadie pidió una secuela de Sicario, el estupendo thriller del director Denis Villeneuve que cautivó a los críticos, pero en la taquilla tan solo recaudó unos “modestos” $84 millones. Sin embargo, aquí nos encontramos ante el estreno de Sicario: Day of the Soldado, un filme que no es tanto una continuación de su predecesor, sino un reempaque de sus componentes para propiciar lo que seguramente Columbia Pictures espera se convierta en una franquicia… siempre y cuando produzca resultados la arriesgada misión de atraer al público a las salas con una película clasificada “R” dentro de la competitiva cartelera veraniega.
Ausentes en esta ocasión están Villeneuve, el legendario cinematógrafo Roger Deakins, la protagonista Emily Blunt y el fenecido compositor Johann Johannsson, cuatro piezas fundamentales en hacer que el largometraje original fuese uno de los mejores del 2015. Quienes regresan son el guionista Taylor Sheridan y los actores Josh Brolin y Benicio del Toro, ambos bajo la dirección del italiano Stefano Sollima, quien sabe dos o tres cosas acerca de cómo exponer en pantalla la violencia sin tapujos tras trabajar Gamorrah, serie televisiva acerca de la mafia napolitana. De más está decir que Sollima tiene unos zapatos muy grandes que llenar, pero las faltas que aquí encontramos no recaen tanto en él como en Sheridan, cuyo libreto sustituye los profundos grises hallados en las complejidades morales y éticas que vimos en Sicario por unas caracterizaciones más fáciles y superficiales, que caen en los blancos y negros.
Sicario: Day of the Soldado abre con una escena que seguramente provocará totémicas erecciones entre los simpatizantes de Trump al validar su xenofóbica retórica. En ella observamos a hombre que es detenido por “La migra” mientras intenta cruzar la frontera entre Estados Unidos y México. Al verse acorralado, el sujeto grita “¡Allahu Akbar!” y detona los explosivos que llevaba con él. Este incidente, combinado con otro ataque de cuatro bombarderos suicidas en territorio estadounidense, lleva al Secretario de Defensa (Mathew Modine) a recurrir a “Matt Graver” (Brolin) y su grupo de desalmados operativos clandestinos para dar con los culpables de que estos terroristas estén entrando al país.
“Esta vez no hay reglas”, le advierte “Graver” a “Alejandro” (Del Toro), el imponente matón que es uno de sus colegas y… ¿amigo?, si es que existe tal cosa como eso cuando de asesinos gubernamentales se trata. La supuesta falta de reglas lleva a uno a cuestionarse cuáles eran estas cuando en la película anterior vimos a “Alejandro” matar a sangre fría a toda una familia mexicana, madre e hijos incluidos, pero ese es el tipo de frase que solo se escribe para que suene cool, usarla en el tráiler y dar la apariencia de que el riesgo en mayor cuando en verdad no lo es.
El plan de “Graver” es provocar una guerra entre dos carteles en México secuestrando a la hija adolescente de uno de los principales narcotraficantes y haciéndolo ver como si lo hubiese cometido su rival. Usted se preguntará, “¿cómo esto resuelve la supuesta infiltración de terroristas a Estados Unidos?”, y usted estaría correcto en pensar que no tiene sentido, algo que se torna obvio cuando alguien mete las patas y se hace público que Estados Unidos estuvo involucrado en el secuestro de una chica en territorio extranjero. La estupidez tan garrafal detrás de esta misión clandestina fuerza a “Graver” a sopesar su lealtad al gobierno versus la que tiene hacia “Alejandro”.
De las pocas consistencias entre Sicario y Day of the Soldado, están las actuaciones Brolin y Del Toro, ahora más machos que antes al carecer del punto de vista externo provisto por el personaje de Blunt que les ofrecía dimensión y misterio a sus papeles. El guion de Sheridan peca de revelar más de lo necesario sobre “Alejandro”, por aquello de humanizarlo, mientras que “Graver” continúa siendo el mismo “HP” de siempre, aunque con algo que se podría asemejar a una conciencia. Sin embargo, aun conociendo un poquito más de ambos, se sienten como mitades de quienes fueron. Sheridan ya no parece estar interesado en la guerra sucia por el trasiego de drogas, sino en forzar un choque entre estos dos protagonistas, una meta lamentablemente menor.
Como la mayoría de los estrenos comerciales contemporáneos, Day of the Soldado no puede ser su propia película, sino el pretexto para la próxima. El tercer acto traiciona prácticamente todo el realismo visceral que obtuvimos en Sicario y gran parte de esta nueva entrega con maquinaciones y saltos de lógica con el único propósito de colocar las fichas sobre tablero para la tercera partida. Y quizás nadie habrá pedido esta secuela, pero quienes la vean seguro querrán ver otra. Solo estén preparados para un giro total hacia el género de la acción y acepten que la sustancia temática quedó enterrada en el desierto entre México y Estados Unidos. Probablemente no verán ni rastro de esta en Sicario: Rise of the Soldado, Revenge of the Soldado o algún título igual de terrible.