“The Sandman” es un sueño hecho realidad
La serie captura la prosa, el mundo y los personajes de la obra maestra de Neil Gaiman con hermosa precisión.
En la lista de libros considerados como “inadaptables”, muy, muy al tope y por las pasadas tres décadas, siempre estuvo el aclamado cómic The Sandman, obra maestra del británico Neil Gaiman. Hollywood trató en múltiples ocasiones de llevarlo a la pantalla grande -desde finales de los 90 hasta hace apenas nueve años-, pero el autor, o rechazó las propuestas, o estas afortunadamente jamás pasaron de las etapas más preliminares de producción. Los espantosos libretos e ideas que se han filtrado online durante los años sugieren horrores que es mejor no imaginarlos. Estos continuos intentos fallidos empujaron el proyecto hasta la era actual de la televisión, medio que en las pasadas dos décadas ha alcanzado al cine en términos de escala -y, en algunos casos, sobrepasado, tanto en creatividad como en ambición-, y cuyo formato se presta muchísimo mejor para contar una historia tan épica y serializada como la del “Rey de los sueños”, sus dos hermanos y cuatro hermanas, y sus relaciones con nosotros, los meros mortales.
Bajo el ala protectora del propio Gaiman como productor ejecutivo, hoy llega a Netflix la mejor adaptación que, al menos este gran admirador, pudo haber deseado. Las reacciones y apreciaciones seguramente recorrerán todo el espectro, y sí, por supuesto que no está libre de fallas. Por ejemplo, se ve como la mayoría de las series de Netflix, un “look” que pudiera ser descrito como “mejor que la blanda estética de los shows de The CW pero lejos de la calidad de HBO”, mas las obvias limitaciones presupuestarias no atentan en lo absoluto en lo que respecta a capturar la maravillosa prosa de Gaiman, su imaginativo universo, ni los etéreos personajes que lo habitan. Lo importante, lo esencial, es que los diez episodios que estrenan en la plataforma se sienten como The Sandman. Cada uno reproduce esa misma atmósfera surreal que transportaron a millones de lectores a través de sus páginas a planos inimaginables, donde se toparon con dioses, entidades, héroes, pensadores y artistas, desde los conocidos, hasta los que han sido olvidados por la historia.
Esta temporada inicial abarca las primeras dos de diez colecciones que recogen las 75 ediciones del cómic -publicadas entre 1988 y 1996-, tituladas Preludes & Noctures y The Doll House. En ella conocemos a “Dream”, también llamado “Morfeo”, entre muchos nombres más, dependiendo del tiempo, la cultura y el lugar en el que se haga referencia a él. “Dream” es uno de los siete seres llamados “The Endless”, miembros de una familia disfuncional (extremadamente disfuncional), que son manifestaciones de fuerzas que trascienden a los mismísimos dioses -como la muerte, el deseo y el destino-, pues estos son creados por creencias humanas, mientras que ellos siempre han existido y siempre existirán. La trama arranca cuando, a principios del siglo 20, una secta de magos intenta capturar a la Muerte para exigirle la inmortalidad, pero atrapan a “Dream” por error, desatando caos en el reino de los sueños y, por ende, en el nuestro, durante los más de cien años que lo mantienen encarcelado bajo un poderoso hechizo.
Incluso cuando el primer episodio lo mantiene mayormente en silencio, la actuación del relativamente desconocido Tom Sturridge como “Morfeo” evoca estupendamente, tanto la arrogancia como taciturnidad que define al personaje, dos emociones difíciles de balancear, que el actor mantiene efectivamente presentes a lo largo de toda la temporada. Una vez logra salir de su prisión, el rey regresa a su reino y, no solo lo encuentra en pedazos, sino que descubre que muchos de sus sueños y pesadillas han escapado. Para traerlas de vuelta a su propio mundo, primero deberá encontrar los tres amuletos -un saco lleno de arena, un grotesco casco y una joya rojiza- que le dan su poder y que le fueron robados mientras estuvo en cautiverio. Los primeros seis episodios poseen una estructura más convencional, con él dedicado a la recuperación de sus poderes, pero es en los últimos cuatro cuando las cosas se empiezan a poner (más) extrañas e interesantes, sembrando las semillas de los arcos que serán desarrollados en futuras temporadas.
A lo largo de estos capítulos, acompañamos a “Dream” desde el estado de Florida hasta el mismo infierno (parecen lo mismo, pero no lo son), mientras conocemos al resto de los fascinantes personajes, todos ejemplarmente pareados con sus intérpretes: Gwendoline Christie es “Lucifer”; Patton Oswalt es la voz de “Matthew”, el cuervo que acompaña a “Morfeo”; el gran David Thewlis interpreta a “John Dee”, un peligroso lunático; y esos tan solo son los nombres más conocidos. La serie nos introduce a actores y actrices que parecen haber nacido para encarnar estos papeles, ganándose en cuestión de minutos el cariño del espectador, entre ellos Kirby Howell-Baptiste, como “Death”, y Mason Alexander Park, como “Desire”, hermanas del protagonista; Vivienne Acheampong, como “Lucienne”, bibliotecaria del Reino de los Sueños; y Sanjeev Bheskar y Asim Chaundhry, como “Caín” y “Abel”, respectivamente.
La adaptación es una absoluta belleza hecha para enamorar tanto a sus más devotos fans como a los que se aventuren a viajar por este universo por primera vez. Hay tiros sacados directamente de las páginas de los cómics, pero Gaiman -quien colaboró creativamente junto a David S. Goyer y Allan Heinberg- no se limitó meramente a reproducir lo que salió de su inmensa imaginación hace ya más de 30 años, sino que aprovechó la ocasión para actualizar el texto y hacer pequeños ajustes que traen a The Sandman al siglo 21 de una manera sensible y sensata. Ningún cambio atenta contra el canon ni el espíritu del cómic. Si algo, lo mejora. Parecerá mucho y podrá sonar abrumador para quienes no conocen el material original, tantos nombres, conceptos e ideas esotéricas, pero Gaiman es un experto “world builder”. Confíe, que está en las mejores manos. Perderse en sus historias, especialmente en esta, su máxima creación, es como descubrir una nueva mitología que le abre las puertas a todas las demás. Este cómic merecía un cariño especial para traerlo a la televisión, y todas las personas involucradas en esta serie se lo han dado con creces. Esperemos que así continúe y que los tumultos de las guerras corporativas por producir “contenido” no acaben con ella antes de llegar a su magnífico final. Muchas adaptaciones terminan en pesadillas. Esta es todo un sueño hecho realidad.