"Bottoms", "Cassandro" y "A Haunting in Venice": entre fantasmas, luchadores y adolescentes con ganas de...
Los estrenos de la semana incluyen un biopic de un luchador mexicano, otra adaptación de Agatha Christie y una de las mejores comedias del año.
Empecemos por el que fácilmente es el mejor estreno de hoy: la comiquísima Bottoms, coescrita y dirigida por Emma Seligman. No me explico por qué esta burda comedia de adolescentes está siendo proyectada exclusivamente en las salas de Fine Arts Café, pero para las afortunadas personas que viven cerca de Miramar o Hato Rey, sepan que les espera un muy buen rato en el cine. Para el resto, anótenla para cuando salga próximamente en VOD.
Bottoms está destinada a ser para Gen-Z lo que Fast Times at Ridgemont High fue para la generación X y American Pie para los millennials: un raunchy teen sex comedy que en verdad no tiene mucho sexo pero sí muchas, muchas ganas de tenerlo, y risas de sobra. La vorágine hormonal, típica de la adolescencia, es la fuerza motora que impulsa a las mejores amigas “P.J.” y “Josie” -interpretadas genialmente por Rachel Sennott y Ayo Edibiri- a crear el equivalente a un fight club escolar con la excusa de enseñarle a las otras chicas defensa personal para tratar de conectar con ellas carnal y emocionalmente. La novedad en el divertido libreto de Seligman y Sennott -quienes aquí vuelven a colaborar tras el éxito de su ópera prima, Shiva Baby, en el 2020- llega a través del hecho de que “P.J.” y “Josie” son lesbianas, y este es un subgénero que a través de las décadas se ha mantenido -casi, casi en su totalidad- extremadamente masculino y heterosexual. Sin embargo, la película no es acerca de su orientación sexual, ya que el dúo alega que no ha logrado acostarse con las muchachas más lindas de su clase, no porque sean gay, sino porque -según ellas- son “gay, feas y sin talento”, y de esto, lo único cierto es su homosexualidad que no ven como un obstáculo.
Sobre la trama, no hay que añadir mucho más (si ha visto una película de adolescentes bellacos, las ha visto todas: la bellaquera es el punto), pero lo que hace a Bottoms sobresalir es la singular manera en la que aborda los clichés e idiosincrasias de los filmes desarrollados en la high, trabajando en un nivel encima de nuestra realidad que raya en la parodia sin necesariamente convertirse en una. Solo hay dos adultos en esta escuela -un principal y un maestro, este último encarnado por Marshawn Lynch, quien casi se roba el filme- y ninguno de los dos se comporta como uno; los macharranes del equipo de football jamás se quitan el uniforme, independientemente de dónde se encuentren; los alumnos se expresan y hacen lo que les da la gana, diciendo the quiet part out loud constantemente y sin pelos en la lengua; y todo culmina en una secuencia final que no podría ser más absurda e inverosímil. Es un acercamiento tan radical y errático que no debería funcionar, pero lo que la mantiene anclada es el deadpan humor de sus protagonistas y su honestidad emocional.
Rachel Sennott rápidamente se está convirtiendo en una de las principales actrices de su generación en la esfera independiente, esto luego de sus notables participaciones en Shiva Baby, Bodies Bodies Bodies y ahora en Bottoms. Mientras, el 2023 podría describirse como el año de Ayo Edibiri. Para quienes solo la conocíamos como “Sydney” en la excelente serie de FX The Bear (véanla si no lo han hecho), su trabajo como “Josie” nos muestra otra cara de esta talentosísima joven, quien comenzó haciendo stand-up y en los pasados meses su merecida fama ha estado in crescendo con apariciones en series como Abbot Elementary y haciendo la voz de April O’Neill en Teenage Mutant Ninja Turtles: Mutant Mayhem. Ambas lideran un sólido reparto con el que consiguen establecer tremenda química.
Y hablando de repartos, el de A Haunting in Venice no tendrá la misma cantidad de famosos nombres que las dos adaptaciones anteriores de las clásicas novelas de Agatha Christie dirigidas y protagonizadas por Kenneth Branagh -por las que desfilaron veteranos artistas de la talla de Penélope Cruz, Willem Dafoe, Judi Dench, Olivia Colman, Michelle Pfeiffer y Annette Bening, entre otros- pero irónicamente, esta termina siendo la mejorcita de las tres. Lo que presumo debe haber sido una significativa reducción en presupuesto por parte del estudio 20th Century, la misma redujo no solo las estrellas que pudiese atraer a la producción (Michelle Yeoh seguramente está aquí solo porque se contrató ANTES de que ganase el Oscar), sino la escala de esta, pero resulta que less is more, al menos en lo que se refiere Branagh y su trilogía de misterio.
En lo que muy bien podría ser su última interpretación como el detective “Hercule Poirot” (los pronósticos taquilleros no son muy favorables para el estreno de hoy), Branagh confronta al personaje con un aparente misterio sobrenatural que lo lleva a considerar por primera vez la posibilidad de otro plano existencial. El crimen gira en torno a la muerte de una adolescente en los canales de Venecia. La hija mayor de una familia adinerada supuestamente se lanzó desde el balcón de su cuarto y murió ahogada. Las autoridades apuntan a que se trató de un suicidio, pero su madre (Kelly Reilly) está en negación, por lo que organiza una sesión de espiritismo con la médium más famosa del momento (Yeoh) para contactar a su niña y averiguar quién la mató. “Poirot” es reclutado por una vieja amiga autora (Tina Fey), cuyos últimos libros de misterio no han estado vendiendo muy bien, para que acuda al séance para que pruebe su falsedad, pero lo que ve ahí no le es fácilmente explicable.
El hecho de que A Haunting in Venice se desarrolle principalmente en una antigua mansión, contribuye a que la trama se sienta más íntima y enfocada, además de proveer a Branagh el escenario perfecto para inspirarse en clásicos del terror británico como The Innocents y The Haunting. El cineasta inglés no pierde oportunidad para jugar con los ángulos de cámara, los grandes angulares y los tiros poco convencionales, que por momentos distraen -llamando demasiado la atención hacia ellos-, pero que en su mayoría resultan efectivos a la hora de crear una siniestra atmósfera fantasmal. Como la mayoría de los misterios de esta índole, estos acaban poniéndose tan rebuscados que es fácil perderles el hilo cuando al final explican todo lo que ocurrió, al punto de que deja de importar, pero el filme no extiende su bienvenida y el elenco hace tan buen trabajo que la experiencia no deja de ser llevadera.
Los murder mysteries han vuelto a estar de moda en los últimos años, con ambos largometrajes de Knives Out siendo los mejores ejemplos modernos del género, pero la palabra clave aquí es “modernos”. Por más que estos le deban al legado de Christie como una maestra del género, el regreso de “Poirot” a la pantalla grande nunca ha logrado sacudir su anticuada apariencia. Entretienen moderadamente, pero es como pedirle a una audiencia acostumbrada a jugar Disco Elysium o Return of the Obra Dinn que se siente a jugar Clue. A Haunting in Venice podrá ser la mejor de las tres (he leído a otros críticos señalar lo mismo), pero esto no es mucho decir cuando las dos anteriores han sido tan instantáneamente olvidables.
El otro estreno de esta semana -exclusivo de Fine Arts Café- lo es Cassandro, largometraje dirigido por el documentalista Roger Ross Williams, acerca de Saúl Armendáriz, el luchador mexicano mejor conocido como “Cassandro”, quien se dio a conocer en la lucha libre de México como un exótico: luchadores profesionales masculinos cuyos personajes contienen elementos homosexuales y/o afeminados, o que abiertamente hacían su performance en draga. Gael García Bernal interpreta al llamado “Liberace de la Lucha Libre” en una tremenda actuación que por sí sola carga la película.
No hay nada explícitamente mal con Cassandro. Está muy bien hecha y actuada por todos los involucrados. El problema es que es un biopic convencional acerca de una figura que jamás lo ha sido. Ross Williams se acerca al material de una forma demasiado safe y reservada. El arco dramático que traza para “Cassandro” recorre todos los puntos de una típica historia de un fortuito salto a la fama -o un underdog sports movie- sin verdaderamente profundizar en los prejuicios dirigidos hacia él ni explorar el verdadero impacto que este tuvo en la lucha libre mexicana. Todos los conflictos -románticos, familiares, profesionales- se resuelven con suma facilidad y de manera muy superficial. Su momento más conmovedor llega en el final, con un par de confesiones que dan justo en el clavo emocional, pero la carrera del luchador quizá pudo haber sido mejor expuesta a través de un documental.
Dicho eso, la taciturna presencia de García Bernal es el corazón del filme, capaz de expresar un mundo de sentimientos -miedos, alegrías, frustraciones- que la película tan solo acaricia. Ya sea saltando de la tercera cuerda o compartiendo momentos de ternura con su madre (Perla de la Rosa), el artista mexicano jamás tambalea en su interpretación, y abandona el cuadrilátero como el astro que es.
Si no puede llegar a Fine Arts, Café, Cassandro estrena el próximo 22 de septiembre en Amazon Video.