“Paddington 2” es una chulería en pote… de mermelada
La secuela al éxito del 2014 supera a su predecesora en encanto, ternura y sonrisas.
A quien quiera que se le haya ocurrido la expresión “chulería en pote”, seguramente tenía algo similar a Paddington 2 ante él o ella. La encantadora secuela llega hoy a los cines lista para ablandar los corazones del público y continuar las aventuras del tierno osito londinense que ama la mermelada tanto como su compatriota, Winnie de Pooh, degusta de la miel.
Ben Whishaw vuelve a prestar su gentil voz al personaje digital de “Paddington”, y si algún día este actor británico decidiese abandonar su encomiable carrera frente a las cámaras, le auguro mucho éxito narrando cuentos para niños. Su entonación es cálida y acogedora, propia de un oso tan cortés -y, sí un tanto torpe- como el que vemos aquí intentando conseguir el regalo perfecto para su tía, quien cumple 100 años y aún vive en su natal Brasil.
El director Paul King retoma las riendas de esta producción familiar tan dulce como divertida, fiel al espíritu del querido personaje inglés creado hace 60 años por Michael Bond, a quien se le dedica la película tras su fallecimiento el año pasado. A través de secuencias chaplinescas, King presenta el empeño de “Paddinton” por encontrar trabajo, ya sea como barbero o limpiando ventanas, todo con tal de ahorrar suficiente dinero para comprarle un antiguo libro a su tía para que así pueda “ver” Londres tridimensionalmente mediante el arte pop-up que sobresale de las páginas. Pero el pequeño oso no es el único detrás del libro.
Hugh Grant prácticamente reencarna al Denis Lavant de Holy Motors en su interpretación de “Phoenix Buchanan”, un actor frustrado cuyo último éxito fue protagonizar un comercial de comida de perro. “Phoenix” cree que el viejo libro guarda las claves para dar con un tesoro escondido, por lo que emplea sus destrezas histriónicas para asumir diversas personalidades para dar con las pistas que lo guiarán hacia la fortuna. Grant se saborea el papel que le permite ser un payaso en cámara y mofarse de la pomposidad de su profesión, produciendo sonrisas en cada una de sus intervenciones. Y aunque en esta secuela tienen menos que hacer, Sally Hawkins y Hugh Bonneville -como “Mary” y “Henry Brown”, padres adoptivos de “Paddington”- aportan lo suyo a la agradable experiencia.
El grueso de la trama se desarrolla dentro de una prisión en la que “Paddington” es encarcelado injustamente, y es aquí de donde emanan los mayores encantos, con el oso armándose de su inocencia para darle un toque de alegría a los demás reclusos. Brendan Gleeson interpreta al chef penal “Knuckles McGinty”, quién al igual que todos los espectadores no logra resistir la simpatía de “Paddington”, y termina convirtiéndose en su mayor aliado. Verlo a él y los demás prisioneros interactuar tras las rejas con un osito de tres pies de estatura podría compararse con filtrar Papillon a través del prisma de colores pasteles del director Wes Anderson.
La estética del filme resulta tan adorable como su historia y personajes, mientras que la jovial banda sonora de Dario Marianelli se encarga de caramelizar la atmósfera. Y si tenemos suerte, este no será nuestro último encuentro cinematográfico con “Paddington” y su familia.