“Ocean’s 8” sobrevive las comparaciones gracias a su elenco
La comedia no se libra de las paridades a los filmes que la preceden, pero cumple con entretener.
A nadie le gustan las comparaciones. Tome por ejemplo Ocean’s 8, una película perfectamente agradable, con un elenco fantástico y una historia amena, justo el antídoto a todo el alboroto de los blockbusters veraniegos. Debería haber más ofertas como ella en cartelera. El problema (problemilla, en realidad) es el “Ocean’s” en el título y las ataduras que esto conlleva. Al vincularlo con una exitosa franquicia cinematográfica -tan “perfectamente agradable, con un elenco fantástico” como el estreno de hoy-, se le impide ser -por derecho propio- un divertido filme de atraco que llegue, entretenga y se desvanezca de la memoria sin pretender ni necesitar ser más que eso.
Pero así funciona esta industria, reacia a la originalidad, esclava del “brand recognition”, como si el junte de Sandra Bullock, Cate Blanchett, Rihanna, Sara Paulson y Anne Hathaway no fuera razón suficiente para ir al cine. “Debbie Ocean”, personaje interpretado por Bullock, TIENE que ser la hermana de “Danny Ocean”, el apuesto ladrón de Ocean’s Eleven encarnado por George Clooney, y entonces es inevitable empezar a hacer comparaciones, aun disfrutando plenamente de la película: Clooney es Bullock, Blanchett es Brad Pitt, Paulson es Matt Damon… etc. Y la verdad es que todas están muy bien dentro de sus respectivos arquetipos, y sin estas fabulosas actrices el largometraje no funcionaría, porque la otra absoluta verdad es que el director Gary Ross ni en sus sueños más húmedos es Steven Soderbergh, así que todo lo que aparece en pantalla que pudiese ser descrito como “cool”, es gracias al elenco.
Reserva aparte, Ocean’s 8 se desplaza sin mayores piedras en el camino, con un aire de glamour que ni el filme de 2001 -ni el original de 1960 protagonizado por el “Rat Pack”- encontró en Las Vegas. El escenario para el atraco es ideal: el Met Gala, mejor conocido como el party de Halloween de los ricos y famosos, donde las celebridades compiten por quién luce el disfraz… perdón, vestido, más estrambótico (disculpas adelantadas a los aficionados de la moda). “Debbie”, recién salida de prisión, es el cerebro detrás del rebuscado plan cuyo éxito -como de costumbre- depende 50% de la suerte, 25% de absurdas conveniencias y 25% de estar consciente de que se está viendo una película. Lo importante es que no aburra.
El blanco del robo lo es la actriz “Daphne Kluger” (Anne Hathaway), o más bien el collar de Cartier valorado en $150 millones que colgará de su cuello durante la velada. Hathaway canaliza todas las injustas críticas que le han lanzado durante los pasados años -de ser una diva fría, plástica y altanera- y las pone al servicio de la comedia, despuntando dentro del diestro elenco con una divertida interpretación que es mitad parodia, mitad humor metatextual. Mindy Kailing, como la experta en diamantes del equipo, también se roba varias de las carcajadas. Quienes sorprendentemente no dejan una mayor impresión lo son Bullock y Blanchett, la primera restringida al tener que ser la líder seria del grupo, y la segunda por carecer de un personaje que se defina por algo más que su atractivo vestuario.
Ocean’s 8 camina a paso firme, pero jamás vuela. La blanda dirección de Ross no energiza los acontecimientos con esa chispa que brilló en los tres largometrajes dirigidos por Soderbergh, incluso en las dos secuelas que fueron tan chéveres, aunque inmediatamente olvidables, como este spin-off. Pero ven, ahí estoy otra vez haciendo comparaciones. El “Ocean’s” es una invitación abierta a hacerlas. En tiempos cuando las actrices están reclamando merecidamente mayor respeto, trato justo y paga igual en la industria cinematográfica, ¿por qué no crear franquicias nuevas que no se presten a este ejercicio? Por supuesto que Bullock, Blanchett, Hathaway y compañía tienen talento de sobra para igualar e incluso superar a Ocean’s Eleven, pero no deberían tener que conformarse con refritos del sexo opuesto.