Branagh acapara "Murder on the Orient Express"
El cineasta británico deja poco espacio para que otros brillen en esta adaptación del clásico de Agatha Christie.
Murder on the Orient Express es el tipo de película que se lleva a ver a la madre o al padre de uno. Esto no lo digo peyorativamente, y por supuesto tampoco me refiero a los ávidos cinéfilos de la “tercera edad”, que han visto casi todo lo se exhibe en cartelera. Hablo de aquellos que no lo frecuentan con regularidad, que un día nos dicen “¿qué tal si vamos al cine?”, y nos encontramos con que vivimos lejos de Fine Arts y no sabemos cuál estreno escoger en las salas comerciales, donde el entretenimiento dirigido a los adultos cada vez es más escaso. Quizás nos digan “esa ya yo la vi hace aaaaños”, cuando la dirigió Sidney Lumet en 1974 con un elencazo -Albert Finney, Lauren Bacall, Ingrid Bergman, Sean Connery y Vanessa Redgrave, entre otras luminarias- pero no hay nada de malo con revisitar un clásico.
La nueva adaptación del famoso misterio de Agatha Christie –esta vez a cargo del Kenneth Branagh, quien encarna al famoso detective “Hercule Poirot”- demuestra al unísono las razones por las cuales se ha mantenido como uno de los pilares del género desde su publicación en 1934, y por qué, quizá, ya no está tan a la moda en el séptimo arte. Christie definitivamente sabe cómo armar un cautivante rompecabezas criminal (And Then There Were None continúa siendo mi favorito), pero a veces se excedía con lo rebuscados que son.
En manos de Branagh, el resultado es un tanto mixto, aunque llevadero. Como “Poirot”, su afable interpretación habría sido ideal de no ser porque además comparte el crédito de director, algo que tiende a estimular el ego de los actores y a centrar demasiado la cámara en el “yo”. Esto queda en evidencia en vista de que el resto del reparto –que incluye los talentos de Penélope Cruz, Judy Dench, Michelle Pfeiffer, Willem Dafoe y Olivia Coleman- es relegado a un segundo plano. Branagh es la estrella, y la intriga del misterio sufre un poco a raíz de esto.
El crimen en cuestión ocurre en un ferrocarril en ruta de Estambul a Londres. Un mafioso estadounidense –encarnado por Johnny Depp- es asesinado en su cabina en la noche que el tren se descarrila a consecuencia de una avalancha, por lo que “Poirot” toma las riendas de la investigación para encontrar al criminal que se esconde entre los pasajeros. La trama a través de numerosas entrevistas y conversaciones, dirigidas por Branagh con muchas acrobacias cinematográficas –con tiros desde arriba y planos secuenciales- que mantienen la cámara dinámica pero el argumento obtuso. El libreto a cargo de Michael Green contiene las pistas necesarias para que el espectador pueda ir dos o tres pasos detrás de la pesquisa de “Poirot”, pero visualmente las decisiones de Branagh no contribuyen a que se manifiesten con claridad en pantalla.
Un buen misterio, sin embargo, sigue siendo un buen misterio, y este ha sido más que probado que lo es. Al final todas las piezas caen en su sitio. El que la solución no sea del todo satisfactoria –el público con el que asistí a la premier reaccionó a la revelación con una mezcla de sorpresa e incredulidad- recae más en las faltas narrativas que en las enredadas maquinaciones del argumento. Verla por segunda ocasión es casi necesario, por aquello de ver si la evidencia concuerda con el veredicto, pero eso lo puede dejar para cuando esté disponible para alquiler o en constante repetición en televisión. Oportunidades tendrá para verla junto a su padre o madre, pero si puede hacerlo en el cine, la fotografía en 65mm luce espléndida en pantalla grande.