"Mission: Impossible - Dead Reckoning Part One": acción veraniega de la buena
La séptima entrega en la emocionante franquicia de espionaje reafirma por qué se ha mantenido como una de las pocas series cinematográficas de Hollywood en cuya calidad se puede confiar.
Lo normal, lo esperado, es que a mayor cantidad de películas en una franquicia, mayor la probabilidad de que esta vayan decayendo en calidad, oxidándose lentamente como un viejo carro que en algún momento fue, digamos, rápido y furioso, y que ahora no es más que una pelota de chatarra mohosa. Sin embargo, la saga cinematográfica de Mission: Impossible, así como su productor y protagonista, Tom Cruise, y su álter ego como el espía “Ethan Hunt”, jamás han respetado las reglas del juego. Saben que uno de los mayores placeres de ir al cine es presenciar el arte del espectáculo, transportar al espectador a remotos lugares alrededor del mundo que probablemente jamás podrá pisar en su vida, cautivarlo con una excitante historia y ver a una de las mayores estrellas del planeta arriesgar su vida -una y otra vez- en nombre del entretenimiento. Mientras pudiera argumentarse que Fallout quizá debió ser el punto final del IMF (Impossible Mission Force) en la pantalla grande, tras ver la séptima entrega, Dead Reckoning Part One, este servidor no será la persona que debatirá a favor de culminar la serie. Al contrario, en estos tiempos colmados de blockbusters huecos e instantáneamente olvidables, la necesitamos más que nunca.
Christopher McQuarrie regresa a la silla del director por tercera ocasión para enfrentar a “Ethan Hunt” a un oponente que no podría ser más relevante en la actualidad: la inteligencia artificial. Sí amigos, el villano es nada más y nada menos que un algoritmo, ese maldita programación que rige desde nuestras redes sociales hasta lo que vemos en streaming, que aquí recibe el siniestro nombre de La Entidad. Es una decisión de lo más ingeniosa, pues le resta prácticamente todas las herramientas a las que suele recurrir el IMF para salir airoso en sus misiones (casi) imposibles. La Entidad es establecida en la trama a través del excelente prólogo en el que McQuarrie nos recuerda por qué los filmes de submarinos estuvieron tan en boga treinta años atrás, donde vemos cómo el A.I. se las ingenia para sobrevivir y escapar hacia el ciberespacio. Ahí se convierte en una imponente amenaza para el planeta, a la vez que también se posiciona como una poderosa arma de destrucción para la potencia mundial que consiga controlarla. “Hunt”, sin embargo, no pretende capturar a La Entidad, sino destruirla, y he ahí el conflicto del argumento que se desarrollará a través de dos películas, con la segunda estrenando en verano del 2024.
Pero no se preocupe ante la posibilidad de otro cliffhanger en el 2023. Mission: Impossible 7 es una experiencia completa, con un principio, un desarrollo y un final, que resuelve la mayoría de los puntos narrativos que establece, que van desde la introducción de nuevos personajes -así como la innecesaria salida de uno (mi única queja mayor de la producción) y el regreso de un rostro del pasado-, hasta detalles de la vida de “Hunt” antes de convertirse en miembro del IMF. En esta ocasión, el libreto está más preocupado con el lado de la “misión” que de lo “imposible”. McQuarrie pone a un lado los arriesgados stunts que se han convertido en uno de los highlights de la franquicia desde Ghost Protocol -con excepción del salto en motora que ha figurado en todo el material publicitario-, para concentrarse en lo que concierne al espionaje, remontándose a la primera película de 1996, no solo en cuestión de recapturar su tono, sino incluso a través de decisiones estilísticas que por instantes evocan al lente del maestro Brian de Palma. Es un bienvenido cambio de enfoque que contribuye a mantener la serie ágil y fresca, con múltiples juegos “del gato y el ratón” llevándose a cabo simultáneamente entre los personajes principales.
La intriga y la tensión son las que llevan el compás de Dead Reckoning, con intensas secuencias expertamente coreografiadas en aeropuertos de Dubai, trenes en los Alpes y callejones de Venecia. La llegada de “Grace”, una ladrona profesional interpretada diestramente por la británica Hayley Atwell, es la principal instigadora de los divertidos giros que da la trama mientras todos los involucrados intentan dar con la misteriosa llave que representa el clásico MacGuffin que nunca puede faltar en Mission: Impossible. A ella se le suma Pom Klementieff, como “Paris”, cuyo atuendo la hace ver como una de las piratas del anime de Galaxy Express 999, y quien encarna a la mano derecha de “Gabriel”, el principal antagonista, papel a cargo del boricua Esai Morales como el villano de telenovela que la serie pedía a gritos aunque nadie lo haya pedido. Cada uno de los nuevos integrantes del reparto le añade un ingrediente diferente a la franquicia, y el sabor no deja de ser bueno.
La acción tampoco deja de ser estupenda, especialmente la espectacular persecución automovilística en Roma, en la que McQuarrie parecería haberse inspirado en otro famoso anime, Lupin the Third, específicamente su clásica aventura The Castle of Cagliostro, pues en ella también figura un Fiat Cinquecento amarillo, que aquí es utilizado con la misma maestría que la usó el renombrado cineasta Hayao Miyazaki en aquel filme de 1979. De hecho, la relación amor/odio que surge entre el nuevo personaje de Shea Whigham -asignado con arrestar a “Hunt”- y el escurridizo espía, es muy similar a la que se da entre el detective “Zenigata” y el archifamoso pillo de aquella serie animada japonesa. Pero volviendo a la acción, McQuarrie continúa exhibiendo un pleno dominio de todo el talento necesario para la construcción de estos fabulosos set pieces capturados mayormente en cámara y que solo recurren a lo digital como complemento.
Nadie sabe a ciencia cierta cuánta gasolina le queda en el tanque a Mission: Impossible. Si le preguntan a Tom Cruise, él está más que dispuesto a continuar haciéndolas hasta los 80 años, y ¿por qué no? Mientras sigan quedando así de buenas, ¿por qué no? No es como si tuviera la más mínima competencia en cartelera, al menos en lo que se refiere a “old school action filmmaking” hecho a esta escala en Hollywood. “Ethan Hunt” lleva casi treinta años deslumbrando a millones de espectadores alrededor del mundo. Entre la longevidad de él y la de los superhéroes en la pantalla grande, voy a él y pago doble.