M. Night Shyamalan nos tiende una trampa
En "Trap", Josh Hartnett interpreta a un asesino en serie que es blanco de una emboscada policíaca en medio de un concierto de música pop.
Es raro ver un estreno comercial hecho por un experto, alguien que sabe exactamente dónde colocar la cámara y cómo moverla con propósito, así que hay que aprovechar las raras ocasiones en las que esto se da, independientemente de que el resto de la película no esté al mismo nivel. Tal es el caso de Trap, el nuevo filme del director de Unbreakable, The Village y Signs, que es descrito en su póster como “A new M. Night Shyamalan experience”, y de hecho, este contiene todo lo bueno y lo “no tan bueno” que nos hemos acostumbrado a esperar de esa experiencia: la ejemplar dirección, la atractiva premisa y su cautivante desarrollo. Lástima que, aproximadamente la mitad de las veces, estas desemboquen en desenlaces tan decepcionantes como muchos de los capítulos finales de las novelas de Stephen King.
Ambos maestros del misterio poseen un don especial para el arte de enganchar al lector/espectador con estupendos comienzos. Tome por ejemplo el de Trap, que desde su primer tráiler logró capturar la atención con su novel propuesta: un padre lleva a su hija a un concierto de una artista pop y nota una fuerte presencia policíaca en el evento que, al preguntar a qué se debe, descubre que se trata de una emboscada para arrestar a un asesino en serie. ¿El gancho? El padre es el asesino en serie. No se preocupe, que no le he choteado nada. Ese no es el esperado twist, aunque en cierta forma, es como si el cineasta hubiese movido su característico giro final al principio del largometraje. La decisión mantiene al público a la expectativa desde el arranque. ¿Vendrá algo más? ¿Habrá algún secreto? ¿Se saldrá con la suya? Al ponernos en los zapatos del criminal, Shyamalan paradójicamente nos hace querer que el villano salga airoso por tratarse del personaje principal. El hecho de que este sea encarnado por el carismático Josh Hartnett contribuye al efecto, pues ¿quién pudiese estar en contra de ese ídolo de la generación X?
Junto a su pequeña aparición en Oppenheimer, el regreso de la estrella de The Faculty y Black Hawk Down a los roles protagónicos debería garantizarle un segundo aire a su carrera, pues su trabajo está entre lo mejor de Trap. Como de costumbre, el diálogo del guionista de The Happening y Lady in the Water puede resultar torpe y forzado -el tipo es incapaz de resistir la necesidad de sobreexplicar todo-, pero en manos de Hartnett, las dos caras de su papel salen a relucir sin que las faltas del guión le resten a su interpretación. El actor lo mismo engaña a través de la embarazosa ingenuidad del padre, como estremece con la fría maldad del asesino. Lo segundo se torna particularmente tenebroso durante una de las últimas escenas, cuando el actor inserta un nivel de oscuridad que hasta ahora no se había visto en los filmes de Shyamalan.
Hasta ahí, todo bien con Trap. Las secuencias dentro del coliseo evocan a las de Snake Eyes, otra cinta que atrapó a sus personajes en una sola localidad, y el manejo de la cámara también trae a la mente el estilo de su director, Brian de Palma, quien nunca ha escondido sus influencias hitchcockianas. El juego del gato y el ratón que traza por los pasillos, recovecos y tras bastidores es muy efectivo, al menos hasta que decide sacar la acción de ese espacio. No entraré en detalles, pero si Trap fuese un equilibrista en un trapecio, el tercer acto es donde empieza a tambalearse. El nepotismo también hace de las suyas durante este periodo, pues si bien no podía faltar el cameo del cineasta, este no es el único Shyamalan que aparece en pantalla. La idea detrás de la cinta nació del interés de él de colaborar con su hija, Saleka, quien es cantante y compuso e interpretó la 14 canciones que se escuchan a lo largo del concierto. El problema es que también la puso a actuar, y no en un pequeño cameo, sino en un papel significativo, y... pues digamos que las destrezas histriónicas no corren en esa talentosa familia.
Dicho eso, ¿quién puede culpar a un padre por querer trabajar con su hija? Honestamente lo encontré tierno, incluso cuando esto hace que el final -o, mejor dicho los finales (dependiendo de cómo los cuente, tiene por lo menos cuatro)- se vaya lentamente por un barranco. Sinceramente no sé si M. Night Shyamalan tenga otro filme destinado a convertirse en un clásico de la talla de The Sixth Sense, pero como cinéfilo, estoy perfectamente complacido con continuar viéndolo realizar con absoluta maestría los thrillers que han dominado la segunda mitad de su filmografía, trabajos promedio del calibre de Old, Knock at the Cabin, y ahora, Trap.