"Love, Simon" profesa el amor sin etiquetas
La conmovedora comedia juvenil adapta a la pantalla grande el bestseller de Becky Albertalli.
A primera vista, Love, Simon no parece ser un filme fuera de lo común. Cinematográficamente, no hace nada extraordinario. La dirección de Greg Berlanti es sosa pero competente, las actuaciones, agradables, y su arco narrativo es similar al de un sinnúmero de comedias románticas, uno de los géneros más trillados que existe. Como bien dice el protagonista, un adolescente llamado “Simon” (Nick Robinson), en la narración con la que empieza su historia, su vida es mayormente normal, incluso el hecho de que él sea gay, algo que mantiene en secreto. Y ahí está el detalle, y en él se encapsula lo que eleva a esta película, de “otra más del montón”, a algo que deja una mayor impresión.
Conste, que “Simon” no ve su homosexualidad como algo anormal. El conflicto que atraviesa no gira en torno al él aceptar su sexualidad, sino a cómo revelarles a sus seres más queridos esta verdad tan significativa para él. Múltiples largometrajes han abordado el mismo tema de distintas maneras, principalmente a través de soberbios dramas, o como una subtrama, el amigo o amiga del personaje principal que confiesa ser gay. A muchas comedias les gusta usar este momento como un punch line. Pero he aquí un estreno comercial, dirigido a la masa, que presenta esta situación con absoluta empatía y como algo totalmente natural, sin ínfulas de querer llevar un mensaje ni hacer una declaración.
Lo más asombroso de Love, Simon es cuán normal lo hace ver todo.
Aquí tenemos a un joven que se enamora de la manera más romántica posible: mediante una relación epistolar. Cuando otro alumno de la escuela superior de “Simon” confiesa anónimamente en Internet que es homosexual, este aprovecha y le responde -sin revelar su identidad- que él también lo es, dando paso a un intercambio de e-mails que se extiende por meses sin que ninguno sepa quién es el otro. Mientras todo esto sucede, “Simon” lidia con otro chico de su clase que descubre su secreto y lo chantajea para que lo ayude a conquistar a una de sus amigas, propiciando un escenario típico de las cintas de adolescentes e inevitablemente invocando el espíritu del fenecido cineasta John Hughes en la manera como el drama y la comedia se mezclan con facilidad.
Robinson está excelente en el papel, abriéndose emocionalmente ante las cámaras para permitir ver la vulnerabilidad del personaje. Una actuación honesta que atrae la ternura hacia él como un imán. El grupo de amistades de “Simon” se compone de arquetipos que no trascienden sus limitaciones según delineadas en papel -el filme se basa en el libro Simon vs. the Homo Sapiens Agenda, de la autora Becky Albertalli-, pero sirven como reflejo del buen ser humano que es. Su madre, interpretada por Jennifer Garner, se gana una de las escenas más emotivas con un discurso más breve y simple que el del padre en Call Me by Your Name, pero igualmente valioso.
El más reciente apagón de ayer -ese recordatorio mensual de que no estamos muy lejos de la realidad del 20 de septiembre de 2017- me obligó a irme del cine sin poder ver los minutos finales de Love, Simon, por lo que tuve que recurrir a alguien para que me contara cómo acababa. Sí, me molestó que se fuera la luz, pero más me enfadó tener que marcharme sin presenciar el momento cuando “Simon” conoce al otro chico. Emocionalmente, estaba comprometido con el desenlace de esa relación, pero no sabía cuán cautivo estaba del destino del personaje hasta que la sala quedó a oscuras. Al fin y al cabo, esa es la meta de toda comedia romántica.
No pretendo tener la más mínima noción de cómo se siente guardar un secreto de tal magnitud, ni mucho menos lo que deben atravesar muchos de estos jóvenes que a diario se ven obligados por los prejuicios de la sociedad a existir sofocados, viviendo una vida incompleta por culpa de mentes retrógradas que insisten en prohibirles amar a quienes les venga en gana. Love, Simon invita a con brazos abiertos a aceptar que esto es algo natural, tanto así que hasta merece ser contado en una película tan ordinaria como está.