La promesa de Kevin Costner, el rostro de Lupita Nyong'o y el regreso del Sith
Los "villanos" de Star Wars no fueron lo único que regresó en junio: el Covid también contraatacó, por lo que pasé mucho tiempo viendo series de televisión.
El pasado jueves estrenó… algo, en los cines, que no sé exactamente lo que es, pues en los más de cuarenta años que llevo disfrutando del cine, jamás había visto algo igual. Su título es Horizon: An American Saga - Chapter One, el magnum opus de Kevin Costner que lleva alrededor de tres décadas en gestación. Dice ser una película, pero la verdad es que, por sí sola, no funciona como una. Sus detractores (que son bastantes, pero no me incluyo entre ellos) la han comparado con una serie de televisión, pero considero que tampoco le aplica, pues a pesar de durar tres horas y estar más o menos dividida en “episodios”, estos no siguen la estructura que se espera del formato. No fluyen como capítulos. Las múltiples narrativas no se hilvanan entre sí. No hay un medio ni mucho menos un final. Lo que sí hay es muchos principios, una serie de introducciones -de personajes, escenarios y situaciones-, que culminan con la promesa de que, quizá, si Costner logra terminar esta obra que comprende cuatro largometrajes, de los cuales solo dos están filmados y terminados, podremos finalmente ver todo el lienzo y apreciarlo como corresponde.
¿Lo veremos completado? Si nos dejamos llevar por su pobre desempeño en la taquilla, donde apenas recaudó $11 millones, el futuro del proyecto es incierto. La segunda parte estrena el 16 de agosto, y se supone que al momento Costner se encuentra buscando el dinero para la tercera y cuarta, pero definitivamente el saldo de su primer fin de semana en cartelera no le ayudará a conseguir inversionistas. Habrá quienes dirán “él se lo buscó”, pues a quién se le ocurre hacer, no uno, sino cuatro westerns en el 2024 para exhibirlo en las salas comerciales. Y… pues sí, es descabellado, especialmente cuando el actor hipotecó sus propiedades para poder añadir $34 millones de su bolsillo al pote, ¿pero acaso eso no lo hace fascinante? ¿Incluso, admirable? Mientras puedo entender por qué el filme ha recibido tanta crítica negativa desde su debut en el Festival de Cannes, lo que no puedo comprender es por qué hay tantas personas en la industria reportando acerca de su “fracaso” con aparente regocijo, como si hubiese que fustigar a Costner por irse en contra “del sistema”, haciendo algo que “nadie pidió” y, para colmo, con su propio dinero.
Este servidor, por el contrario, no puede hacer otra cosa que respetar su osadía. Es la clase de atrevimiento que ya no se ve en el cine y que casualmente este año veremos dos veces, cuando en septiembre estrene Megalopolis, otro passion project que lleva décadas dando vueltas en la cabeza de Francis Ford Coppola, y quien también invirtió su propia fortuna para hacerlo realidad. Como cinéfilos, ¿no deberíamos estar apoyando este tipo de locura artística? O, cuanto menos, ¿sentir la más mínima curiosidad por ella? Cuando veo a cineastas de la talla de Costner y Coppola haciendo semejantes apuestas con tal de realizar sus visiones, considero que el que me gusten o no es lo de menos. Meramente estoy agradecido de poder verlos intentarlo, y en el caso de Horizon, lo que vi me interesó lo suficiente como para querer ver Chapter 2 en seis semanas.
La ambición de Costner abarca todo lo que uno pudiese imaginar relacionado al mítico oeste estadounidense: vaqueros, colonos, inmigrantes, tiroteos, ganaderos, minas, soldados, violencia, paisajes, cantinas, campamentos, indígenas, criminales y -por supuesto- pistoleros. La cuestión es que, al menos en esta primera cuarta parte de la totalidad del largometraje, todos estos personajes no son más que trillados arquetipos: la prostituta, el jefe indio, la viuda, el sargento del ejército y -no podía faltar- el legendario man with no name, interpretado por el propio Costner. El desarrollo aún no está ahí, apenas los estamos conociendo, y las respectivas historias que protagonizan todavía no se conectan entre sí, por lo que la edición se siente un tanto atropellada. Pero la promesa está ahí. Se alcanza a ver en los márgenes y las elipsis, en la vistosa cinematografía, en la elegante dirección que evoca a los clásicos del género. Y sí, es posible que al final, si Costner consigue cumplir con su meta, Horizon termine siendo un fiasco, un ambicioso desastre, pero no lo sabré hasta que la vea completa, y al menos ahora mismo, tengo muchas ganas de ver el resto.
Lupita Nyong’OMG
Horizon se habrá escocotado en la taquilla, pero a A Quiet Place: Day One le fue de maravilla este fin de semana, tanto crítica como económicamente. La precuela a la película del 2018 es fácilmente la mejor de la franquicia hasta ahora, gracias al estupendo trabajo del director y guionista Michael Sarnoski, y al cautivante rostro de Lupita Nyong’o, quien no sabe cómo dar menos del máximo ni siquiera cuando solo está comiendo hot wings.
Day One es literalmente el más callado de los tres -el diálogo es limitado y el silencio es tan intimidante que, incluso viéndola en una sala llena a capacidad, nadie se atrevió a hacer ruido-, pero en términos emocionales, el filme es ensordecedor. La publicidad ha hecho tan buen trabajo de esconder un importantísimo elemento de la trama que no pienso revelarlo aquí, pero este detalle le añade una dimensión dramática que eleva todo el argumento. Es la misma clase de humanismo que transformó a Pig (ópera prima de Sarnoski), de una burda película de venganza, a algo más profundo. La decisión creativa altera por completo lo que está en juego en medio de la invasión extraterrestre y cómo el personaje de “Samira” (Nyong’o) se enfrenta a ella.
La ganadora del Oscar es toda una Falconetti moderna, conmoviendo hasta el tuétano al espectador a través del océano de sentimientos que expresa con su semblante en lo que fácilmente pudo haber sido un thriller inmemorable, una innecesaria precuela más. Sarnoski se encarga de que no lo sea, evitando la vía fácil de simplemente repetir los aciertos de sus predecesoras, anclando toda la tensión y momentos espeluznantes a la tierna relación que surge entre dos personas que necesitan ser rescatadas de sus propios miedos. La contraparte de Nyong’o la interpreta Joseph Quinn como “Eric”, un joven inglés que estudiaba derecho en Manhattan cuando lo salvajes alienígenas se apoderan de la ciudad, obligando a la población a guardar silencio en lo que esperan por cualquier tipo de ayuda. Las emotivas actuaciones de ambos conforman el corazón de Day One, haciendo que sus deseos de supervivencia trascienda el salir ilesos de la invasión.
Maratón televisivo, cortesía del Covid-19
Junio arrancó una doble tanda de Bad Bunny: una en el cine y otra en el Choliseo. Aunque es imposible saber con precisión, si tuviera que apostar, diría que la del cine -el viernes 8 de junio- fue donde cogí el Covid. Llego a esta conclusión, no solo porque los síntomas comenzaron a manifestarse el lunes (tres días después), sino porque recuerdo claramente a la persona que estuvo sentada detrás de mí tosiendo durante todo el show. Así que, anuncio de servicio público: pónganse las mascarillas. Hay muchos contagios en el país.
El virus me obligó a estar vegetando frente al televisor por varios días, así que aquí les va un recuento de lo que vi, empezando por el más reciente eje de “controversia” del podrido fandom de Star Wars: The Acolyte.
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