"Jumanji: Welcome to the Jungle" se pierde en la selva
Lo que le falta a esta secuela en ingenio e imaginación lo compensa con la química de su elenco.
Como sentarse a ver a alguien jugar un derivado de Uncharted -pero con una trama muchísimo menos interesante- Jumanji: Welcome to the Jungle es una llevadera aventura familiar sostenida exclusivamente del talento de su elenco. En este aspecto, es prácticamente idéntica a la película de 1995 protagonizada por Robin Williams, Kirsten Dunst y Bonnie Hunt que, lejos de ser un clásico, continúa siendo un filme muy querido por los niños y jóvenes de la época.
Su secuela -y sí, esto pasa de ser un aparente reboot a una secuela con la mera mención de un nombre- no es más ni menos memorable. La premisa es la misma, solo que en lugar de un juego de mesa que cobra vida y desata la furia de la selva en nuestro mundo, ahora es un videojuego que atrapa a los jugadores en él y los obliga a pasar tablas para regresar a la realidad. Es una diferencia mínima, pero significativa, que denota una limitación imaginativa a la hora de, pues, jugar, con las posibilidades creativas que ofrecen los videojuegos.
A pesar de que como un ávido jugador de los juegos de mesa objeto el cambio, pero acepto que -aunque hoy son más populares que nunca- continúan siendo vistos como “uncool”, el paso de un medio de entretenimiento a otro tiene toda la lógica del mundo en la actualidad. El problema es que no lo aprovecha. La trama arranca en 1996 con el viejo tablero transformándose en una consola retro de juegos de vídeo, y tan pronto uno jovencito la prende, algo malo ocurre. Dos décadas más tarde, la consola es encontrada por cuatro adolescentes en el cuarto de cachivaches de su escuela. No hacen más que elegir a sus personajes cuando son absorbidos por la máquina y lanzados en una espesa jungla.
Contrario a los arquetípicos teens que representaban -el nerd, el tonto atleta, la chica popular y la introvertida (¿dónde quedó el “Bender” de este Breakfast Club?)-, al pisar la selva se convierten en sus avatares, todos totalmente opuestos a quienes eran en vida real. El nerd ahora es el monumental Dwayne “The Rock” Johnson; el corpulento jock es interpretado por el bajito y chillón Kevin Hart; la introvertida se transforma en la beldad escocesa Karen Gillan; y la barbie, por un error, acaba como Jack Black.
La inmensa mayoría del humor de la película -que por momentos logra ser muy graciosa- nace de ver a estos artistas actuar como sus opuestos. De estos, fácilmente sobresale Black por el mero hecho de que le toca hacer de una chica superficial, pero Johnson y Hart consiguen repetir la química que hizo tolerable su primera colaboración en Central Intelligence. Gillan, por el contrario, se ve pillada entre comentar acerca de la sexualizada representación femenina tanto en el cine como en los juegos de vídeo, y a la misma vez encarnar el estereotipo que se critica.
Donde la película cae es en la falta de visión exhibida por el director Jake Kasdan y los guionistas detrás del proyecto a la hora de abordar el formato de los videojuegos. La Jumanji original llamaba la atención por el hecho de que el juego de mesa se manifestaba en la casa en la que se jugaba. Al trasplantar la acción a una jungla, visualmente no hay nada novedoso. Los animales de la selva apenas hacen una aparición, sustituidos por un villano genérico -a cargo de Bobby Cannavale- y una docena de motociclistas exiliados de Mad Max. El único indicador de que nos encontramos en un videojuego son las tres barritas tatuadas en los antebrazos de los personajes -que muestran cuántas vidas les quedan- y los NPCs (Non-playable characters) que repiten el libreto como el papagayo.
Dicho todo esto, al salir del cine mi hijo de diez años me dijo “me gustó más que la original”. Considerando que Jumanji: Welcome to the Jungle va dirigida a él y sus pares, su opinión tiene mayor peso en este caso.