“Hereditary”, el dolor y otros demonios
El aclamado largometraje anuncia la llegada de una nueva voz cinematográfica con absoluto dominio del medio.
Algunas de las mejores películas de terror nacen de traumas y conflictos reales, utilizando el género a modo de filtro para extraerles sus mayores horrores y potenciarlos. En The Exorcist, una crisis de fe se resuelve en el escenario más extremo; It Follows le dio una manifestación sobrenatural a los abusos sexuales y las cicatrices tanto físicas como emocionales que estos dejan atrás; Possession, de Andrzej Zulawski, exploró el abismo de un quebranto matrimonial y cómo años de desdén son capaces de incluso engendrar monstruosos tentáculos del cadáver de la relación. Hereditary, ópera prima del estadounidense Ari Aster, navega dentro de esta vertiente antes de realizar un abrupto giro hacia el terror más convencional, pero antes de ese desvío, ofrece un estremecedor descenso a los confines del proceso de duelo y las angustias que heredamos en la sangre.
Aster debuta en el séptimo arte con un largometraje que deja claro que estamos ante un estudioso del cine del pasado, armado del talento necesario para manifestar sus pacientes virtudes en tiempos cuando la mayoría de las películas siempre se apresuran por llegar al final. Irónicamente, el pleno dominio del director sobre la asfixiante tensión y sentido de amenaza que transmite su meticulosa puesta en escena, se le va saliendo de las manos a medida que más se cerca al desenlace. Hereditary bien se pudo beneficiar de un pequeño corte aquí, otro allá, no para agilizar el paso, sino para evitar repeticiones, y ciertamente este es uno de esos casos en el que el viaje resulta más cautivante que lo que nos espera en el destino. Aster, sin embargo, no ofrece consuelo alguno y, aun cuando el aterrizaje sea un tanto forzoso, no suelta al espectador de sus garras ni para recuperar el aliento.
Inspirado en una serie de tragedias que sacudieron a su familia durante tres años, al punto de que creyeron estar malditos, Aster vierte todas estas experiencias en un guión cuya meta inicial es plasmar en pantalla el más doloroso sentido de desconsuelo que extirpa el vivir cuando se sufre una pérdida monumental. El instrumento que utiliza para difundir estos sentimientos en su forma más cruda, lo encuentra en la titánica actuación de Toni Collette como “Annie Graham”, quien comienza la película con la pérdida de su madre y de ahí en adelante las desdichas solo se tornan más amargas. “Annie” vive junto a su esposo (Gabriel Byrne) y sus dos hijos -“Peter” (Alex Wolff), un adolescente, y “Charlie” (Milly Shapiro), una niña de unos 12 años- en una cómoda cabaña en el bosque. Allí tiene su estudio, dentro del que se pierde creando minuciosas miniaturas de momentos significativos en su vida. Ninguno de estos son memorias que la mayoría quisiéramos recordar.
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Cuando la familia “Graham” vuelve a ser estremecida violentamente por otra fatalidad, “Annie” absorbe y exterioriza toda la inimaginable tristeza que su esposo e hijo parecen manejar con mayor facilidad. Durante la primera mitad de Hereditary, Aster dirige el material como si se tratase de un profundo drama familiar -algo en la misma línea de In the Bedroom o The Ice Storm- con perturbadoras pinceladas de imágenes verdaderamente horripilantes. Una vez se introducen elementos sobrenaturales en el argumento, el cineasta recurre al buen uso de la paciencia, los efectos prácticos y el diseño de sonido para elevar el pulso y colocar al espectador en los zapatos de “Annie” mientras esta lucha por descifrar si lo que está experimentando es producto de su pena o una fuerza del mal que genuinamente esta atormentando a ella y su familia.
La efectividad del filme vive y muere en la extensión de esa interrogante, en cuánto tiempo Aster puede resistir antes de empezar a proveer explicaciones y disipar el misterio que la rodean. Las respuestas llegan súbita y rápidamente en el tercer acto, y para que no quepa duda alguna, se subrayan en los últimos minutos. Aquellos que odien los finales abiertos, no tendrán problemas con el que el director aquí ofrece, pero la película definitivamente pierde algo de su potencial inicial mientras más literal se torna. Incluso hace todo el sufrimiento que acabamos de ver un tanto gratuito, ya que las contestaciones que brinda hacen evidente que no había escapatoria alguna, aun desde antes de conocer a los personajes.
Las escalofriantes secuencias, sin embargo, acompañan a “Annie” y su familia en todo momento, y en este departamento Aster brilla como pocos cineastas lo han hecho en su debut. Con la ayuda del cinematógrafo Power Porgorzelski y la terrorífica ambientación que produce la banda sonora de Colin Stetson, el cineasta construye una cruenta atmósfera dentro de la que amplifica las emociones que todos los protagonistas llevan a flor de piel. Collette está fenomenal, y carga con la película con la maestría de la veterana que es, lo mismo estallando en desgarradores gritos de angustia que atemorizando al público con el macabro desfile de espantos que la acechan. Hereditary se queda corta de alcanzar la grandeza, pero anuncia la llegada de una nueva voz cinematográfica que promete tener mucho que decir.