Recordando a Donald Sutherland
El actor falleció el pasado 20 de junio a los 88 años, dejando atrás una de las carreras más eclécticas de Hollywood.
Creo que la primera vez Donald Sutherland capturó mi atención fue en 1995 cuando fui a ver Outbreak (1995), una película del montón, pero con un tremendo elenco. Yo tenía 15 años y apenas comenzaba a tomarme el cine más en serio. A Dustin Hoffman lo conocía de Rain Man, Dick Tracy y Hook; a Rene Russo la había visto en Lethal Weapon 3, Major League, In the Line of Fire y Freejack; Kevin Spacey era el tipo de The Ref y See No Evil, Hear No Evil; Morgan Freeman era “Red”, de The Shawshank Redemption, y -por supuesto- “Azeem the Great One”, de Robin Hood Prince of Thieves (una de mis favoritas para aquel entonces); y Cuba Gooding Jr. era el chamaco de Boys n The Hood y Judgement Night. Pero a Sutherland creo que nunca lo había visto, o quizá no lo había notado, hasta que lo vi interpretar al vil general estadounidense involucrado en la crisis del virus “Motaba” en aquel thriller del director Wolfgang Petersen.
El espigado artista canadiense, quien falleció el pasado jueves a los 88 años, era uno de esos actores que era capaz de robarse toda una película con tan solo dos o tres escenas. Tanto así, que en JFK (1991) le bastó con una, cuando le tocó interpretar un extenso monólogo de más de 15 minutos de duración en el que puso en relieve varias de las “teorías de conspiración” en torno al asesinato de John F. Kennedy. Sutherland se aprendió todas sus líneas de memoria.
Ese nivel de dedicación a su arte estuvo presente a lo largo de su carrera, una de las más eclécticas que se haya visto en Hollywood, en la que encarnó a héroes con el mismo ímpetu que interpretó a villanos. Trabajó con cineastas de la talla de Federico Fellini, Bernardo Bertolucci, Nicolas Roeg y Robert Altman, haciendo de detectives, médicos y profesores, muchos de ellos “jipitones”, que en cualquier otra década habrían sido la antítesis de lo que se espera de un protagonista, pero que en los 70, cuando se dio a conocer, lo hicieron a él uno de los actores más emblemáticos del New Hollywood en clásicos como los que estaré recomendando más adelante.
Los cinéfilos más jóvenes lo reconocerán principalmente como el presidente “Snow” de la franquicia de The Hunger Games, papel que él pidió interpretar tras leer los libretos. En una entrevista con GQ, el actor explicó por qué le interesaba el personaje:
The role of the president had maybe a line in the script. Maybe two. Didn't make any difference. I thought it was an incredibly important film, and I wanted to be a part of it. I thought it could wake up an electorate that had been dormant since the '70s.
Su trabajo en esa exitosa serie subraya su imponente presencia histriónica, capaz de dejar una huella indeleble en cuestión de segundos, inmortalizando en pantalla a un villano para toda una generación.
De sus mejores actuaciones -que insólitamente jamás fueron reconocidas por la Academia, recibiendo un solo Oscar honorario en el 2017-, entre mis favoritas se encuentra su “Mr. Bennet” en la fabulosa adaptación de Pride & Prejudice (2005) del director Joe Wright, en la que encarna con inmesurable ternura al padre de la protagonista “Elizabeth Bennet”. De hecho, en el final original del filme, el último tiro es de su rostro, conmovido por la felicidad de su hija. Es la primera imagen que me viene a la mente cuando escucho su nombre, y es la que más se quedará conmigo ahora que ya no estará con nosotros.
Si quisieran celebrar su legado revisitando o viendo por primera vez algunos de sus mejores interpretaciones, a continuación les recomiendo algunas que pueden encontrar actualmente en streaming.
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