"Gran Turismo" usa los clichés como gasolina
El director Neill Blomkamp mantiene el control del volante en esta trillada pero efectiva película basada en el popular videojuego de Playstation.
Si lo que nos depara el futuro de la cartelera comercial son más películas basadas en videojuegos, con suerte estas se asemejarán más Gran Turismo que a The Super Mario Bros. Movie. Ambas serán poco más que multimillonarios anuncios para sus respectivas compañías (Sony y Nintendo), pero al menos el estreno de esta semana -contrario al colorido pero olvidable éxito animado- tiene una trama. Simple y clichosa por demás, pero tiene una trama, incluso una basada en una historia real, acerca de un joven gamer que alcanzó su sueño de convertirse en un piloto de carros profesional. Honestamente no estaba preparado para salir complacido de un filme de Neill Blomkamp en el 2023 -mucho menos uno inspirado en un juego de vídeo que jamás me ha interesado-, pero como muy bien dijo Rubén Blades, “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”.
La carrera del cineasta sudafricano ha ido en declive desde el estreno de su ópera prima, District 9, en el 2009. El excelente largometraje de ciencia ficción obtuvo cuatro nominaciones al Oscar, incluyendo mejor película, pero su output creativo desde entonces ha sido una mezcla entre módicos (Elysium) y aparatosos (Chappie, Demonic) desastres, y proyectos que pisan y no arrancan, como es el caso de su propuesta para Alien 5, que estuvo durante largo periodo en estado de gestación y acabó en nada. Así que, cuando hace apenas una o dos semanas me enteré que él era el director detrás de Gran Turismo, mis expectativas no podían ser más bajas, y quizá eso influyó en mi disfrute de este básico pero entretenido underdog story, que de “gran” no tendrá nada, pero para matar el ocio, no tiene reparos con ocupar la tercera posición en el podio.
El filme gira en torno a Jann Mardenborough, el joven galés que en el 2011 ganó el GT Academy, competencia creada por Sony y Nissan en el 2006, que reunía a los mejores jugadores del simulador de carreras de carros Gran Turismo y les ofrecía a los campeones la oportunidad de aprender a conducir un vehículo de verdad para eventualmente, quizás, obtener un puesto en el equipo profesional de Nissan. El libreto se toma inmensas libertades creativas y reorganiza los triunfos de Jann para hacer su arco dramático más emocionante, particularmente en la segunda mitad del largometraje, que es mucho mejor que la primera, cuando el gancho comercial de la propuesta es más desvergonzadamente descarado con el desfile de product placement.
Los primeros actos se enfocan más en la vida doméstica y el entrenamiento del joven, interpretado por Archie Madekwe, quien hace un buen trabajo a la hora de expresar la inocencia, frustraciones y determinación del muchacho. Jann recibe mucha presión de parte de su padre (Djimon Hounsou), un exjugador de fútbol que no comparte ni entiende la pasión de su hijo por los carros ni mucho menos por los videojuegos, e insiste en que persiga otros senderos en su vida. El chico encuentra el apoyo que busca en la figura de “Jack Salter”, un cínico expiloto -interpretado por David Harbour, en quien siempre se puede confiar para encarnar una figura cálida y paternal- que le sirve de coach y lo encamina hacia la pista de Le Mans, la famosa carrera de 24 horas en Francia, donde se desarrolla el clímax de la cinta.
Blomkamp -quien siempre ha tenido muy buen ojo para los efectos especiales- implementa digitalmente la estética del popular videojuego de Playstation a través de gráficas y otros elementos visuales que adornan pero no distraen de la acción, captada energéticamente a través de drones y helicópteros, que le inyectan adrenalina a las carreras. El cineasta retiene el control del volante manteniendo un buen balance entre el conflicto interno del protagonista y el que se lucha intensamente, kilómetro por kilómetro, sobre el asfalto. Y si bien la distracción y el entretenimiento que ofrece Gran Turismo es pasajero, la película no aspira a proveer más que eso. Tal y como demuestra su desenlace -y que sirve de reflejo a la trayectoria del director-, no hay que quedar en primer lugar para celebrar un triunfo personal y/o profesional, por más comedido que sea.