“Us” muestra lo mejor de Lupita Nyong’o por partida doble
En su segundo largometraje, el director Jordan Peele continúa puliéndose como un maestro del terror.
Get Out dejó explícitamente claro que Jordan Peele es un versado estudioso del terror, no solo de los viejos y probados trucos del género para estremecernos, sino de su singular habilidad prismática para tomar los verdaderos horrores de nuestra cotidianidad y transmutarlos en productos de entretenimiento comercial. Con Us, el director y guionista reafirma su afinidad por estas historias de espantos a la vez que rinde tributo a muchos de sus más prominentes exponentes en la pantalla grande. Desde las alegorías sociales de George A. Romero hasta el apabullante dominio del suspenso de Alfred Hitchcock e, incluso, una referencia a Funny Games de Michael Haneke, Peele evoca el cine de estos grandes maestros mientras continúa puliéndose como uno de ellos, solidificando su posición como una de las voces más originales y prometedoras del entorno cinematográfico contemporáneo.
Su segundo largometraje funciona mejor cuando se concentra en ser una pura experiencia de terror que cuando trata de ser un vehículo de crítica social o racial, como lo fue su aclamada su ópera prima, mas esto no significa que Peele no tenga nada que decir esta vez sobre Estados Unidos y todos sus insidiosos males que yacen justo debajo de la superficie. La diferencia es que, en esta ocasión, el blanco de sus señalamientos -ni la exactitud de lo que quisiera expresar a través de ellos- no es tan fácil de discernir como en Get Out. Desde el arranque, Peele introduce en su argumento múltiples indicadores de hacia dónde se podrían estar apuntando sus cañones -aludiendo a la profunda división que hay en el país, haciendo hincapié en el aspecto económico-, pero cuando al final levanta el telón y se disipa la neblina alrededor del misterio central, las explicaciones no proveen una satisfacción instantánea, como si nos pidiese que repasemos mentalmente toda la película para reevaluar lo que acabamos de ver.
Us inicia con un flashback a 1986, con la cámara fija en un televisor que nos recuerda la campaña Hands Across América, uno de esos huecos gestos benéficos que pretendía recaudar fondos para ayudar a los desamparados haciendo una cadena humana de costa a costa del suelo estadounidense con millones de personas agarradas de manos, todo esto mientras la administración de Ronald Reagan cortaba cientos de millones de dólares en ayudas gubernamentales para esa misma población. Cabe señalar que el propio Reagan participó de la cadena humana. Político hipócrita al fin, valga la redundancia.
Durante este mismo prólogo, una niña se pierde en un parque de diversiones. Creo que jamás me había fijado cuán tenebrosos pueden ser los sonidos de una feria -con los gritos del público y el rugido de las machinas- hasta que escuché la manera como son empleados en esta secuencia inicial para establecer la tensa atmósfera que impera de principio a fin. Sin embargo, el miedo que pudiese estar experimentando la pequeña extraviada solo multiplica cuando entra a una casa de espejos y se encuentra de frente con su doble. Si con Get Out Peele nos dio uno de los close-ups más memorables en la historia moderna del cine, centrando la cámara en el rostro lloroso de Daniel Kaluuya, aquí nos obsequia al menos otros dos que resultan igual o más impactantes, y uno de ellos se observa justo en este momento.
Treinta y tantos años después, nos reencontramos con la niña, “Adelaide” -interpretada por una estupenda Lupita Nyong’o- ahora casada y madre de dos niños. Su esposo, “Gabe” (Winston Duke, como el necesario y divertidísimo comic relief), los lleva a una casa de verano que tienen cerca de la playa, y justo en la primera noche de sus vacaciones, el hogar de la familia se ve invadido por sus doppelgängers, personas físicamente idénticas a ellos que evidentemente no están del todo bien mental ni emocionalmente. "¿Qué son ustedes?", pregunta el padre. "Americanos", responde uno de los dobles, y esa es tan solo una de las pistas que ofrece Peele acerca de lo que pudiera estar queriendo decir con su escalofriante metáfora.
Abundar más acerca de la trama de Us no sería prudente, pues gran parte del disfrute de la película es desconocer hacia dónde se dirige. Me limito a decir que incluso los espectadores más atentos se la verán difícil en su intento por adelantársele a la historia. Peele guarda las mayores revelaciones para los minutos finales y, mientras las respuestas que da no satisfacen del todo las múltiples preguntas que se levantan durante la película, su ejecución en pantalla jamás deja de ser ejemplar. Su cámara siempre está en el lugar preciso, su composición de tiros no podría ser mejor, y aun cuando el libreto no está tan pulido como el de su debut (algo que concuerda con la admisión del cineasta de que que lo ha tenido engavetado desde antes de escribir el de Get Out), su habilidad para usar la comedia como válvula de escape para subsanar el pánico continúa siendo uno de sus principales dotes como artista.
Lo que sí cabe volver a subrayar es cuán increíble está Nyong’o en este filme. Su trabajo es asombroso por partida doble, ya que la ganadora del Oscar tiene a su cargo tanto la interpretación de la protagonista como la de su versión maligna, y ambas resultan tan marcadamente distintas que parecería que están siendo realizadas por dos actrices. Si una de las virtudes de Us es que invita a verse dos o tres veces más, una de esas veces será para ver si el argumento de Peele se sostiene una vez conocemos lo que se trae entre manos. Las otras dos fácilemente se le pueden adjudicar al placer de volver a ver a esta fabulosa actriz luciéndose en lo que, insólitamente, se trata de su primer papel protagónico.