“The Dark Crystal: Age of Resistance” es la serie más ambiciosa de Netflix
Los 10 episodios representan un logro artístico mayúsculo para The Jim Henson Company y la plataforma de “streaming”.
En momentos cuando la originalidad escasea y las precuelas, secuelas y “remakes” anclados en la nostalgia abundan tanto en el cine como en la televisión, no debe sorprender que hoy tengamos 10 episodios de una serie basados en una película de culto de 1982. La pregunta que usted quizá se haga cuando se tope con ella mientras navega por el vasto océano de ofertas de entretenimiento que albergan las plataformas de “streaming” será, “con tantas cosas para ver, ¿por qué debo invertir mi tiempo en ver esta?”. Admito que yo también me la hice, pero la respuesta llegó fugazmente a pocos minutos de haber comenzado a ver The Dark Crystal: Age of Resistance, la serie más ambiciosa que ha producido Netflix -ni hablar de la más preciosa y minuciosamente ejecutada- y entre las mejores que han estrenado este año.
Hasta hace unos días, The Dark Crystal era uno de esos filmes de la década del 80 que -por alguna razón- jamás vi en mi infancia, esto a pesar de haber crecido con las películas de los Muppets, Labyrinth, el show de Fraggle Rock y el resto de las maravillosas creaciones que produjo Jim Henson durante esa época. Sin embargo, una de las múltiples virtudes de esta nueva serie -que estrena hoy y sirve de precuela al largometraje- es que no hace falta haberla visto para disfrutar plenamente de ella. De hecho, si me dejo llevar por mi experiencia, quizás hasta sea mejor experimentarla a ciegas.
Narrativamente, la película original no logró igualar el apabullante nivel de despliegue artístico manifestado por las increíbles marionetas de Henson, su equipo de talentosísimos titiriteros y las fascinantes criaturas creadas por Brian y Wendy Froud que habitan el mundo de “Thra”. Es aquí, en este remoto planeta, donde conocemos a los protagonistas, “Jen” y “Kira”, los dos últimos “Gelflings” -criaturas pequeñas parecidas a los elfos- quienes emprenden una misión para restaurar el cristal mágico que los viles y decrépitos buitres reptilianos, conocidos como los “Skeksis”, utilizan para retener su dominio. Lo que la cinta sí estableció cabalmente fue una sólida base con su propia mitología sobre la cual construir una épica fantasiosa que durante décadas ha capturado la imaginación de millones de espectadores -entre ellos varios que tuvieron la fortuna de trabajar en la producción de Netflix- y que ahora alcanza su máximo potencial a través de casi 10 horas de duración.
La trama de The Dark Crystal: Age of Resistance transcurre muchos años antes de los hechos del filme, cuando los “Gelflings” predominaban en “Thra” pero eran súbditos de los “Skeksis”. Ambos vivían en aparente armonía a través de una relación feudal hasta que al principio de la serie el poder rejuvenecedor del “Cristal de la verdad” (como se le llama al “Dark Crystal”) pierde su potencia, por lo que los “Skeksis” lo usan secretamente para drenarles la esencia de vida a los “Gelflings” y así mantenerse inmortales. “Rian”, uno de los soldados “Gelflings” que protege a los “Skeksis”, es testigo de cómo matan a su pareja mediante este método, y al escapar, se propone a alertar a los siete clanes de su especie para montar una rebelión contra sus opresores.
Sospecho que el mayor obstáculo para muchos de los espectadores serán las marionetas, y en parte los entiendo. Es una forma de arte que lamentablemente ha ido desapareciendo de nuestras pantallas, pero es precisamente por esto que deberían darle una oportunidad. El nivel de detalle evidente en todas y cada una de las docenas de títeres que conforman el elenco de esta serie es abrumador. Ver cómo estos muñecos inertes cobran vida ante nosotros a través del arduo trabajo de múltiples personas -desde el diseñador que los traza en un papel hasta el ingeniero que diseña los mecanismos que los hacen gesticular y parpadear y el marionetista que ejecuta los sutiles movimientos que los hace expresar toda una gama de emociones- es un extraordinario acto de magia. Hay una cualidad orgánica, táctil, que las gráficas computarizadas no pueden reproducir por más verosímiles que parezcan, y para botón de muestra, lo invitó a que vea el documental The Crystal Calls -que también estrenó hoy en Netflix- para que observe cómo inicialmente pensaron en hacer a los “Gelflings” digitalmente.
El talento vocal es el último componente que completa el trabajo histriónico de las marionetas, y aquí cabe destacar a actores y actrices como Taron Egerton (“Rian”), Anya Taylor-Joy (“Brea”) y Nathalie Emmanuel (“Deet”), quienes interpretan a los protagonistas “Gelflings”. En el bando de los “Skeksis”, tenemos a Jason Isaacs, Mark Hamill y Simon Pegg como el emperador “SkekSo”, el científico “SkekTek” y el chambelán “SkekSil”. Los tres se viven el papel de villanos, particularmente Pegg como es escurridizo "velagüira" que quiere usurpar el trono, y en todos recae la responsabilidad de equiparar su actuación vocal con el magistral trabajo de los titiriteros, resultando en una fantástica ilusión.
Pero por más grandes que sean los logros artísticos -y como dije al principio, basta con ver tan solo un capítulo para apreciar que son mayúsculos-, en términos generales se quedarían cortos de no contar con una buena historia. La que aquí se cuenta no es solo buena, es buenísima, rica en drama, con una elaborada construcción de mundo y un desarrollo de personaje que nos hace amar a los héroes y detestar a los villanos. Una de las características más nobles del género de la fantasía es cómo este es capaz de -a través de estos lugares, personajes y situaciones legendarias- servir de espejo a nuestro entorno. En los libretos encontramos preocupaciones muy reales y actuales, como la consumición desmesurada de los recursos naturales y cómo esta nos encamina apresuradamente a una posible extinción. También se nos presentan los ideales que pudiéramos alcanzar, como las sociedades matriarcales y la naturalidad de tener padres o madres del mismo sexo. Y fiel a la tradición de las películas infantiles de los 80, a la serie no le tiembla el pulso a la hora de confrontar a los espectadores con imágenes y escenas tenebrosas, incluso traumáticas, que muestran los efectos y consecuencias de la maldad. Es un acercamiento bastante admirable y maduro en tiempos cuando el entretenimiento para niños continuamente los sobreprotege tratándolos con guantes de seda.
Sea usted fanático de toda la vida de The Dark Crystal o un neófito -como este servidor-, Age of Resistance es justo la serie de fantasía que necesitamos en estos momentos. En ella se da la fusión de moderno con lo clásico, tanto en términos narrativos como en la combinación de antiguas formas de arte enaltecidas por los avances tecnológicos que la llevan a conquistar retos que en 1982 seguro parecían imposibles. El diseño de producción ese impecable y la dirección de Louis Leterrier es fácilmente la mejor de su carrera, haciendo un ejemplar uso del “steady-cam” para filmar y acercarnos a estos títeres como nunca antes se ha hecho. Y mención aparte a la encantadora banda sonora de Daniel Pemberton, cuyos arreglos célticos me han acompañado durante los últimos días, incluso ahora mientras escribo estas palabras. La pasión que impulsó a todas los artistas que trajeron este proyecto a nuestros televisores no solo es palpable sino claramente visible a lo largo de los 10 episodios, que cuándo no nos están cautivando con una historia expertamente contada, nos lleva una y otra vez a preguntarnos “¿cómo rayos hicieron eso?”. Jim Henson estaría sumamente orgulloso.