“Solo: A Star Wars Story”: una aproximación muy, muy lejana al héroe que conocemos
El origen de Han Solo llega a la pantalla grande con ánimos de entretener, mas no logra hacerle justicia al legendario personaje.
Algo extraño sucede tan pronto comienza Solo: A Star Wars Story. Tras la aparición en pantalla de “A long time ago, in a galaxy far, far away…” -las diez emblemáticas palabras con las que ha iniciado toda aventura cinematográfica desarrollada en esta galaxia-, las letras azules regresan en oraciones subsiguientes para proveer un poco de trasfondo y contexto a los acontecimientos que estamos por ver. La ruptura con la tradición es bastante chocante, más aun cuando siempre ha existido el recurso del “crawl” amarillo que cumple el mismo propósito. La rara decisión es la primera señal de que esta precuela se sentirá diferente al resto de las entregas en la serie, una película que existe dentro del universo de Star Wars pero que nunca logra sacudir la impresión de que estamos viendo una imitación de este.
Remuévale “A Star Wars Story” del título, y el largometraje funciona como una llevadera aventura espacial que combina el género del western con los “heist movies”.
La afamada Guerra de las Galaxias no tiene buen récord cuando de precuelas se trata. De las cuatro producidas anteriormente, tan solo una, Rogue One, ha ofrecido una experiencia memorable. Puro y descarado “fan service”, pero memorable. La gran diferencia entre esta y los Episodios I-III es que la primera no se enfocó en personajes conocidos, lo cual le permitió ser su propia cosa, sin muchas ataduras a la hora de llenar un ínfimo blanco dentro del macro de la historia. Por el contrario, las precuelas dirigidas por George Lucas demostraron que regresar al pasado para enseñar los “cómo” y “por qué” un personaje es como es, casi nunca produce buenos resultados, menos cuando se trata de un villano tan icónico como “Darth Vader” o -en el caso del estreno de hoy- un héroe de la talla de “Han Solo”.
Solo: A Star Wars Story no sucumbe al mismo nivel de esas infames precuelas, pero ciertamente representa un retroceso para la franquicia, tanto artístico como narrativo, sobre todo luego de que la fenomenal The Last Jedi la impulsara a la velocidad de la luz hacia el futuro al derribar y jamaquear muchos de sus cánones. Las radicales medidas tomadas por el director Rian Johnson en el Episodio VIII -un triunfo tanto crítico como taquillero, cabe recordarles a aquellos que continúan haciendo rabietas ante la mera mención del título- habrán molestado a los puristas, pero el atrevimiento no fue solo respetable, sino necesario. Si The Last Jedi fue la visión íntegra de un cineasta, Solo -con sus múltiples problemas tras las cámaras, que culminaron con el despido de los directores Chris Lord y Phil Miller- es un filme hecho por un comité que persigue a toda costa ser tan servicial y complaciente con los fanáticos que produce algo exento de carácter, con el nombre de “Star Wars” utilizado como pintura y capota.
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Remuévale “A Star Wars Story” del título, y el largometraje funciona como una llevadera aventura espacial que combina el género del western con los “heist movies” en los que un grupo de rufianes unen esfuerzos para realizar ese “último” atraco que les permitirá retirarse. En espíritu, Solo parece evocar a series como Firefly o el anime Cowboy Bebop, con su conjunto de pillos, estafadores y mercenarios con motivaciones ocultas e intereses propios, interpretados cabalmente por un elenco mayormente desaprovechado, pero con palpables ganas de entretener y divertir.
Donald Glover se adueña de la pantalla cuandoquiera aparece en ella, emanando carisma y confianza con tan solo mover los labios.
La aparición de Woody Harrelson, por ejemplo -quien hace de “Becket”, el mentor/figura paternal de “Han Solo”-, nunca cae mal en ninguna película, y aquí no es la excepción. Su relajada actitud es exactamente lo que pide esta trama que se desarrolla en los callejones, antros y márgenes de la galaxia. Emilia Clarke (Game of Thrones) interpreta “Qi’Ra”, amiga de la adolescencia de “Han” y actual femme fatale, la mano derecha del inescrupuloso gánster “Dryden Vos” (Paul Bettany, en un papel desechable) quien contrata a “Becket” y su ganga para cometer un arriesgado robo. Para lograr su misión, necesitan una nave, y no cualquier nave, sino una extremadamente rápida.
Al tope de la corta lista de aciertos de Solo: A Star Wars Story, está el nombre de Donald Glover como “Lando Calrissian”, el astuto y oportunista jugador de cartas encarnado por el célebre cantante de This is America con la galantería y e incomparable sex appeal de, pues, Donald Glover. Su “Lando” pudiese seducir a un droide en menos de 30 segundos (en serio) y enamorar al público le toma menos de la mitad de eso. El protagonista de la excelente serie Atlanta (FX) se adueña de la pantalla cuandoquiera aparece en ella, emanando carisma y confianza con tan solo mover los labios. Lástima que el filme no sea sobre su personaje. Y, por favor, no lea esto como el deseo de este servidor de que hagan una película de “Lando”. No-Hacen-Falta-Películas-De-Todos-Los-Personajes-De-Star-Wars.
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Nadie puede llenar los zapatos de Harrison Ford. Esto es un hecho. El joven Alden Ehrenreich aparenta estar consciente de ello, ya que ni siquiera lo intenta. Su “Han Solo” es… una lejana -muy, muy lejana- aproximación a aquel áspero antihéroe interesado, engreído y altanero que vimos por primera vez en la cantina de Mos Eisley. Sabemos que es quien se convertirá en el acechado contrabandista porque lleva su pistola láser, se para al lado de “Chewbacca”, en cierto momento pilotea el Millennium Falcon y su disfraz se asemeja al que usará eventualmente. Pero no es más que eso, un disfraz que jamás llena. La interpretación de Ehrenreich podría ser perfectamente funcional de tratarse de cualquier otro héroe que no fuese “Han Solo”. El actor es buen mozo, carismático y pudiera ser madera de protagonista, pero entre él y Ford hay un océano de diferencia, cuando el primero debería recordarnos al segundo.
La nítida cinematografía de Bradford Young captura la inmensidad y la fama del Millennium Falcon como nunca antes.
La culpa no es plenamente de Ehrenreich. Más allá del mal casting, el libreto de Lawrence Kasdan -sí, el mismo guionista de Empire Strikes Back y Return of the Jedi- y su hijo, Jonathan, realmente no hace ninguna revelación significativa sobre el futuro general de la Alianza Rebelde. No aprendemos nada de “Han Solo” que no supiéramos, ni mucho menos requiriera de su propio largometraje para mostrar sus primeros pasos como bandido. ¿Quiere ver cómo conoció a “Chewbacca”? OK, aquí lo hará. ¿Su primer encuentro con “Lando”? También. ¿Cómo completó el “Kessel Run” con el Millennium Falcon en menos de 12 “parcecs”? Sí, eso sale, aunque lamento informarle que la legendaria hazaña pierde todo su misterio y sentido de maravilla una vez la vemos plasmada en pantalla. Eso pasa con las preculeas. Incluso se enterará del origen de su nombre, y no hay mayor prueba de lo torpe que fue el tratamiento de los Kasdan hacia este querido personaje que descubrir la verdad detrás del nombre de “Han Solo”.
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El director Ron Howard -quien según se ha reportado, rehízo un 70% de la película tras la fulminante salida de Lord y Miller- debuta en el universo de Star War utilizando la estética y música de este como referente para tratar de conectar con el público que lleva siguiendo estas aventuras por más de cuatro décadas. Extractos de la clásica banda sonora de John Williams se escuchan en momentos claves con miras a elevar las emociones; la nítida cinematografía de Bradford Young captura la inmensidad y la fama del Millennium Falcon como nunca antes, pero todos estos adornos audiovisuales se sienten como esfuerzos huecos, y sucumben ante la flaqueza del libreto. Howard consigue su mejor secuencia a través de una estampa del western: un atraco a un tren en movimiento que llega temprano en el argumento, y nada de lo que acontece después logra superarlo en términos de acción.
Con Solo, Disney y Lucasfilm apuntan a un interés por replicar el mismo modelo de Marvel: varias franquicias por separado que se intersecan entre ellas con los personajes de una apareciendo en la otra. Star Wars, sin embargo, no es Marvel. Una película anual de este universo pudiese haber sido el sueño de la infancia de muchos de nosotros, pero en la práctica, el estreno de hoy sugiere que los viajes a esa galaxia deberían ser más esporádicos, o al menos dirigidos a expandir su alcance mirando hacia otros lugares, a cualquier otro, pero no al pasado, proveyendo explicaciones que nunca hicieron falta. Por ahora, el estudio se ve comprometido con satisfacer a ambas vertientes de la fanaticada: los que quieren ver a la franquicia explorando cosas nuevas -tales como The Last Jedi y lo que sea que vaya a ser la secreta trilogía en la que se encuentra trabajando Rian Johnson- y aquellos que prefieren un recorrido más tradicional y reciclado de lo que vino antes. Una rebuscada revelación durante los minutos finales va claramente dedicada a este último grupo. Pero independientemente de a cuál de estos bandos usted pertenezca -o si no tiene reparos en tener un pie en un lado y uno en el otro-, lo cierto es que “más Star Wars” no es necesariamente mejor para todos quienes atesoramos esta serie. Como dirían múltiples personajes a lo largo de su historia, “I have a bad feeling about this…”.