De vuelta a los 90 con "Twisters" y "Longlegs"
Ambas películas aspiran a emular dos tipos de cine que marcaron esa década, pero una lo hace mejor que la otra.
No hay nada inherentemente malo con Twisters, la “a duras penas” secuela al filme de 1996 dirigido por Jan de Bont (las referencias a este son puramente cosméticas) que muchos cinéfilos de mi generación guardamos en más alta estima de la que en verdad merece, y lo digo como alguien que la ha comprado en VHS, DVD, y hace apenas unos días, en 4K UHD. Twister -sin la “s”- es un perfecto ejemplo de un tipo de escapismo hollywoodense que tuvo un resurgimiento en esa década: el “disaster movie”, con películas como Dante's Peak, Daylight, Hard Rain, The Perfect Storm, Deep Impact y hasta la misma Titanic, siendo tan solo un puñado de los ejemplos más destacados de ese subgénero que se vieron durante los años 90. Tres décadas más tarde, Twisters -con la “s”- aspira a repetir la vieja y probada fórmula de apoteósica destrucción en nombre del entretenimiento, obteniendo resultados equiparables con los títulos anteriormente mencionados, exceptuando -por supuesto- el de James Cameron, que está en una liga aparte.
Los largometrajes que ponen a los seres humanos a enfrentarse a la naturaleza no están exactamente en boga, probablemente porque basta con ver las noticias y escuchar a los científicos para saber que estamos perdiendo esa batalla, y no hay ningún héroe de acción que nos vaya a salvar de esa eventual derrota. Entonces no debe sorprender que Twisters no haga la más mínima mención de cómo el cambio climático está alterando la formación de tornados en el centro de Estados Unidos, pero vamos, vinimos a comer popcorn, ¿verdad? Al menos el libreto de Mark L. Smith alude a la llamada “economía del desastre” (algo que conocemos muy bien en Puerto Rico) y cómo los buitres multimillonarios -foráneos y domésticos- se aprovechan de las tragedias provocadas por los desastres naturales para llenarse los bolsillos, decisión que le da un mayor grado de peso temático al argumento y que contribuye a que el drama toque más de cerca la fibra del espectador, especialmente los que hemos pasado por esto.
Los tres personajes centrales están muy bien delineados e interpretados por sus respectivos actores: tenemos a “Kate” (Daisy Edgar-Jones), la meteoróloga que regresa a cazar tormentas tras un suceso traumático; “Javi” (Anthony Ramos), el técnico que la convence de volver al ruedo para poner a prueba una nueva tecnología militar que pudiese ayudar al estudio de los tornados y salvar vidas con la data que recolecten; y “Tyler”, el arquetípico rebelde / interés amoroso / irresistible galán, que solo necesita del carisma natural de Glen Powell para que inmediatamente sepamos quién es y lo que representa. Sin embargo, el trío nunca obtiene la química que suele servir de gasolina para impulsar este tipo de aventura. La amistad entre “Kate” y “Javi” resulta distante y fría, mientras que el romance entre ella y “Tyler” es aún más insípido. Las respectivas motivaciones de los tres son claras e, incluso, empáticas, pero las emociones nunca alcanzan los niveles óptimos de efectividad.
Afortunadamente, el director Lee Isaac Chung logra plasmar en pantalla algunas de las secuencias de acción más “Spielberguianas” que se han visto en buen tiempo. No sé cómo el cineasta detrás del emotivo drama familiar Minari terminó siendo escogido para dirigir un blockbuster veraniego, pero el caballero ciertamente demuestra que tiene los quilates para hacerlo. Una memorable escena nocturna captura los horrores que se viven en estas tormentas con pavorosa intensidad, y esta es solo es superada por el tremendo desenlace -hecho a la medida para verse en IMAX o, incluso, 4DX- que contiene todos los bombos y platillos que los maestros de los efectos especiales tienen en su arsenal.
Dudo que en el 2052 Twisters sea tan bien recordada como Twister -salvo porque la de 1996 formó parte de la revolución de efectos audiovisuales que marcó esos años-, pero para matar el ocio hoy, en el 2024, y olvidar por dos horas toda la deprimente realidad que nos rodea, está más que bien.
En lo que respecta a evocar el cine de los 90, Longlegs es considerablemente superior, probablemente porque aspira a codearse con filmes de la talla de Se7en y The Silence of the Lambs, contrario a Armageddon, Volcano o Backdraft. El cuarto largometraje del director Oz Perkins fácilmente sobresale como uno de los mejores estrenos de horror en un año donde estos no han escaseado.
Cocinado a fuego extremadamente lento, Longlegs se desarrolla como un episodio de la fantástica serie Mindhunter (o el igualmente excelente videojuego Alan Wake 2) siguiendo los pasos de una investigación del FBI en torno a las macabras muertes de varias familias a través de tres décadas. Maika Monroe interpreta a la agente “Lee Harker”, encargada con resolver el misterio detrás de la identidad del supuesto asesino en serie, ya que, aunque en todos los casos las familias aparentan haber sido ejecutadas por el padre o la madre antes de estos suicidarse, hay pistas que apuntan a que estos fueron persuadidos por alguien a cometer los espantosos actos. Añadiéndole más tenebrosidad al asunto, está el hecho de que “Harker” posee habilidades psíquicas que la distinguen dentro de la agencia federal, por lo que la ponen a descifrar cartas similares a las escritas por el asesino del Zodiaco que han sido encontradas en las escenas de los crímenes.
Perkins no pierde ni un minuto en establecer la siniestra atmósfera que impera a lo largo del filme, dejando ver desde la primera escena el don que posee para posicionar la cámara en el lugar y ángulo precisos para revelar solo parte de la información que desea transmitir. Lo que deja fuera del recuadro es muchas veces aún más aterrador que lo que muestra dentro del encuadre, permitiendo al espectador llenar los blancos con los espantos que sugiere su imaginación. Su bloqueo evoca al estilo de Stanley Kubrick, y la simetría visual que distinguió a The Shining, pero también en cómo logra que los espacios vacíos se sientan habitados por entidades que no alcanzamos ver a simple vista. Toda la primera mitad de Longlegs transcurre bajo esta inquebrantable noción de que algo anda muy, muy mal, pero no podemos identificar exáctamente por qué. Y cuándo finalmente la película decide empezar a desvelar sus oscuros secretos, ya estamos demasiados sumergidos en el terror como para salir corriendo de la sala.
Nada de esto sería igual de potente sin la inquietante actuación de Monroe en el papel principal. La protagonista de It Follows es nuestra puerta a este escalofriante mundo, y la actriz se encarga de transmitirnos, no solo los horrores de lo que ve, sino los miedos que guarda en los lugares más recónditos de su persona. A ella se le suma la fantástica actuación de Alicia Witt como la madre de “Harker”, quien junto a Nicolas Cage -en una de sus interpretaciones más desquiciadas de una carrera colmada de ellas- consiguen multiplicar todas las diabólicas virtudes de este espeluznante estreno.