Zack Snyder mejora “Justice League”, pero no hace milagros
El controvertible corte original ve la luz del día en una edición de cuatro horas que operan tanto a su favor como en su contra.
Eran exactamente las 11:16 de la noche cuando por fin llegó el email invitándome a ver algo que durante los últimos meses -tras años de provocarme absoluta indiferencia- se había ido transformado en un genuino interés por ver este singular e insólito fenómeno de la cultura popular, producto del fanatismo desmedido y el interés corporativo. La pregunta ahora era, ¿debo empezar a ver una película de cuatro horas de duración al filo de la medianoche? ¿Una película de alguien que ha fracasado en convencerme en dos ocasiones anteriores trabajando dentro de este mismo universo? La curiosidad pudo más que el prejuicio y la razón: había llegado la hora de ver el “controvertible” Snyder Cut de Justice League, una versión que -admito- es superior que la que ya conocíamos, PERO, que no deja de ser una película de los superhéroes de DC vistos a través del prisma Zack Snyder, con todo lo que esto implica.
Encuentro meritorio señalar de entrada los prejuicios, ya que -por más que algunas personas insistan en lo contrario- no existe semejante cosa como una crítica “objetiva”. Ésta puede y debe ser balanceada y justa, pero jamás objetiva, y me resulta irónico -e, incluso, un tanto gracioso- el que este estreno en específico sirva como uno de los mayores ejemplos de esto, porque la conclusión a la que llegué tardíamente a eso de las 4:00 de la madrugada de ayer fue la siguiente: poco hará el corte de Zack Snyder de Justice League para cambiar la opinión de alguien en torno a este filme que técnicamente ya vimos en el 2017. Si algo, revalidará o reforzará las respectivas opiniones preexistentes. Lo sé, es una conclusión estúpidamente obvia. El mero hecho de que usted pueda ver este largometraje por HBO Max a partir del próximo jueves, 18 de marzo, nace exclusivamente del hecho de que era una propiedad “prevendida” que le garantizaba a Warner Media cientos de miles -si no, millones- de suscripciones a su novel plataforma de streaming. De eso, hasta el propio Snyder está más que consciente. En síntesis, la empresa jugó una apuesta más que segura: si usted tiene noción de lo que es el Snyder Cut, usted ya sabe si le gustará o no el Snyder Cut, y en mi app es donde único lo podrá ver.
Aquellos que durante los pasados tres años han estado exigiendo su lanzamiento, convencidos de la grandeza que les fue robada por Warner Bros. y el director Joss Whedon cuando este tomó las riendas del proyecto, se sentirán vindicados. A quienes no les gustó, no sé si las dos horas adicionales podría llevarlos a verla con otros ojos, y para los espectadores como yo, que caímos en algún punto en el medio, quizás consiga mover la aguja de la ambivalencia hacia alguno de los dos extremos, pero no significativamente. Las más agraciadas serán aquellas personas que jamás tuvieron vela en este entierro, dichosas de estar ajenas al hashtag #ReleaseTheSnyderCut y el movimiento que surgió de esta etiqueta, tan tóxico como benévolo en su cruzada. Las ingenuamente afortunadas que le darán “play” a la película este próximo fin de semana y serán invadidas por un fuerte sentido de déjà vu. “¿Yo ya no había visto esto?”, se preguntarán, y necesitarán de alguien que les explique por qué están viendo esto de nuevo.
Dividida en seis capítulos (y un innecesario epílogo), Zack Snyder’s Justice League será un “director’s cut”, pero se asemeja más a un “extended cut” en el que nada, ni la más mínima escena, aparenta haber sido extirpada de la visión original del director, algo que funciona a favor y en su contra. Obviamente, de no haber abandonado el proyecto, Snyder jamás habría podido estrenar esta versión en los cines, y es posible imaginar un corte más compacto y robusto de esta misma edición que durase alrededor de tres horas. “Más” no es sinónimo de “mejor”, aunque esa parecería ser la idea aquí. Bastaba con limitar el sobreuso de la cámara lenta y se ahorraban, mínimo, 20 minutos (hay hasta una semilla que se mueve en cámara lenta, sin duda el tiro más Snyder EVER), pero mentiría si dijera que es fácil identificar qué exactamente debió quedar fuera. La gran mayoría de lo que se añade funciona dentro de su propio contexto, pero no necesariamente engrana con el resto. El problema emana, una vez más, del libreto de Chris Terrio, paradójicamente demasiado abarcador e insustancial para una sola película, incluso una de cuatro horas. Hay suficientes ideas, personajes e hilos narrativos como para inspirar cinco largometrajes, pero la desesperación de Warner Bros. por replicar el éxito de Marvel en una fracción del tiempo que les tomó a ellos es, nuevamente, más que evidente, y la causa principal del fracaso de lo que pudo haber sido su propio universo compartido. A lo mejor en otra Tierra. Earth-96 ó 97, quizás.
El mayor beneficiario del tiempo extra lo es el actor Ray Fisher como Cyborg, personaje que quedó al margen de la versión del 2017 y que aquí, sorprendentemente, funge como el principal arco emocional del argumento, que es exactamente el mismo: la muerte de Superman al final de Batman v Superman: Dawn of Justice despierta tres antiguos artefactos alienígenas conocidos como “Mother Boxes”, atrayendo al desterrado guerrero Steppenwolf a la Tierra con miras a conquistar el planeta, por lo que Batman se da a la tarea de reunir a un equipo de héroes para detenerlo. Repito, la trama es prácticamente idéntica, salvo la inclusión de Darkseid en la periferia como el villano que aspiraban a desarrollar en las dos secuelas que ahora jamás se filmarán, al menos no hasta que el nuevo hashtag agarre impulso y haya más peticiones online. Pero, en definitiva, esta una versión más coherente de la película que vimos tres años atrás, con espacio para que cada personaje respire sin prisa alguna por llegar al acto final.
Entre las otras mejoras, sobresalen la banda sonora de Junkie XL -que sustituye la ultra genérica, reciclada y olvidable compuesta por Danny Elfman-, la modificación de la paleta de colores (entiéndase, fríos y desaturados, porque Snyder) para armonizar con la trilogía, y la calidad de los efectos especiales. Steppenwolf seguirá siendo un villano totalmente desechable, pero al menos ya no parece un villano de un videojuego del 2009. Ahora parece villano de videojuego del 2020. Las secuencias de acción, una de las principales fortalezas de Snyder, lucen súper estilizadas y bien ejecutadas, aunque lamentablemente la mayoría de ellas ya las habíamos visto en su totalidad en el 2017, por lo que la novedad es mínima. Vemos más de Flash -quien afortunadamente retiene todo su humor- y un poco más de Wonder Woman y Aquaman, pero nada que deje una gran impresión. Batman es el que en esta ocasión queda más en un rol de apoyo, mientras que Superman, pues… ¿tiene un traje nuevo y su rostro ya no es víctima de ultraje por una afeitada digital? No tengo nada más que añadir de él. Es una pena que, a lo largo de tres películas, el icónico superhéroe ha pasado de protagonista (Man of Steel) a personaje secundario (Batman v Superman) hasta convertirse en, literalmente, un deus ex machina sin relevancia alguna hasta su utilidad en desenlace. Sin embargo, considerando cuan diametralmente opuesta es la imagen que tiene Snyder de Superman con respecto a la mía, mientras menos tiempo tenga con él, mejor.
Lo que resta preguntar es, ¿valió la pena todo este asunto? Las respuestas serán tan subjetivas como este escrito. Mi contestación alrededor de la segunda hora habría sido más efusiva a la que compartiría ahora tras haberla visto. Zack Snyder’s Justice League arranca con promesa, nutriendo el universo con el trasfondo cósmico de los cómics y dándole mayor dimensión a los nuevos personajes, pero a medida que transcurre, la pesadumbre se va asentando lentamente, porque, al final del día, esto no deja de ser una película de cuatro horas dirigida por Zack Snyder. Un largometraje de tal extensión representa una tarea titánica para cualquier cineasta, pero especialmente para uno cuyo norte jamás ha sido la sustancia, sino meramente el estilo, y el “eye candy” es un estímulo pasajero. Pero no tiene que gustarme, yo no exigí su “RELEASE”, aunque esta es la única de las tres entregas de Snyder a la que le daría una nota positiva si asignara calificaciones en este espacio. Es la más “Snyder” de las tres.
Dicho eso, sí me satisface el que haya visto la luz del día. Hay tantos ejemplos de proyectos cinematográficos que le han sido secuestrados a sus artistas, que el poder ver uno tal y como este lo imaginó merece ser celebrado, independientemente de lo que uno pueda opinar. Me alegro, no por sus fans, sino por él. Liberado del peso de recuperar X cantidad de dinero en la taquilla, y considerando todo lo que tuvo que sobrellevar para ver la materialización de este filme -incluyendo la muerte de su hija, a quien se lo dedica-, quisiera pensar que la experiencia le sirvió de catarsis en su inimaginable proceso de duelo. Porque sí, el arte es comercio, pero también es muy personal. Y si así lo fue, lo que pueda opinar yo o cualquiera acerca del resultado importa un carajo.