“Zack: Enfrentamiento Mortal”, un viaje (y un “viaaaje”) astral de Joseph Lando
El realizador de “El poder de Shakti” regresa con otra aventura que combina las artes marciales con la metafísica.
De redactarse una lista de los “clásicos de culto” del cine puertorriqueño, El poder de Shakti ocuparía una de las primeras posiciones. Estrenado en el 1996 en el antiguo Cinema 4 en Guaynabo -cuando los cines locales aún eran grandes y tenían carácter propio-, el largometraje dirigido, escrito y protagonizado por Joseph Lando tan solo ha crecido en notoriedad por los pasados 25 años, manteniéndose vivo en la cultura popular boricua (dentro de un selecto grupo generacional, claro está) exclusivamente a través de las memorias de quienes la vieron proyectada en la pantalla grande. Yo no fui uno de esos afortunados, por lo que dependo de los cuentos de estas personas, quienes la recuerdan con una mezcla de risas y nostalgia, para conocer la leyenda. Porque lamentablemente, entre las muchas fallas que tenemos como país, el deficiente archivo, preservación y exhibición de nuestra historia audiovisual es una de las situaciones que más me aqueja como cinéfilo.
Quien quiera ver cine del patio, quizá tenga suerte si se trata de algo relativamente reciente, como La Granja, Antes que cante el gallo o Los Domirriqueños, disponible para alquiler en algunas plataformas. Si quisiera ir más hacia atrás en el tiempo, en Youtube podría encontrar copias de La guagua aérea o La gran fiesta de muy pobre calidad -transferidas de lo que parece ser un viejo videocasete-, o 12 Horas, que tendría que ver en segmentos de entre 7 a 10 minutos a través de once vídeos individuales. ¿Pero Shakti? No hay torrent que valga ni portal de streaming clandestino que venga al rescate (créame que busqué), y como esta hay docenas más, entre ellas los clásicos de Jacobo Morales. Su falta de disponibilidad ciertamente ha contribuido a elevar su estatus en el colectivo imaginario, pero la realidad es que las producciones locales, si no se ven cuando estrenan en los teatros, es muy difícil volverlas a ver. Y a veces ni así, ya que su estadía en cartelera es sumamente limitada, durando una o dos semanas antes de ser expulsadas para hacer espacio para los blockbusters de Hollywood que semanalmente acaparan las salas, a veces con la misma película repetida en muchas de ellas. De hecho, aproveche y vaya a ver la tremenda Perfume de gardenias, si no lo ha hecho. Actualmente se exhibe en tan solo dos cines, pese a haber debutado en 27 hace apenas tres semanas.
Menciono todo esto porque mañana, 2 de diciembre, estrena en Puerto Rico Zack: Enfrentamiento Mortal, el segundo largometraje de ficción nuevamente dirigido, escrito y protagonizado por el señor Lando, y es extremadamente probable que, si usted no lo ve en la próxima semana -antes de la llegada de West Side Story el 9 de diciembre, dos semanas antes de Spider-Man: No Way Home el 16, y tres antes que Sing 2 y The Matrix Resurrections el 22-, el mismo no estará en cartelera para el fin de año, por las razones anteriormente expuestas. A mí bolsillo no le hace diferencia si usted decide verla o no, ni tampoco me compete convencerlo ni disuadirlo de hacerlo, pero si me dejo llevar por la entusiasta reacción del público con quien la vi el pasado martes, es probable que estemos ante otro clásico de culto de la filmografía portorricensis. Así que, en guerra avisada…
“¿Pero está buena???”, me preguntaban ayer en las redes sociales, algo que evito responder debido a que es un cuestionamiento totalmente subjetivo, pero en el caso de este estreno, es especialmente irrelevante. Zack: Enfrentamiento Mortal trasciende el burdo binario cualitativo de “bueno” o “malo” al que estamos modernamente acostumbrados. Es “Rotten” **Y** “Fresh”, “Thumbs Up” y “Down”, una película de dos estrellas con un rating de cinco. Un midnight movie netamente boricua que existe en algún punto entre Altered States y The Room. Se requiere de un tipo de alquimia muy particular -ya sea calculada, por accidente o una combinación de las dos- para producir algo semejante. Los elementos artísticos varían en calidad y recorren toda la gama de un extremo al otro, ¿pero el resultado? El resultado es algo difícil de describir que desafía el mero ejercicio de la crítica, por lo que intentarlo es casi inútil.
Lando, por supuesto, interpreta a “Zack”, un hombre amnésico que deambula por la ciudad visiblemente adolorido. Su pasado e identidad son un misterio tanto para él como para el espectador, y permanece así hasta que concluye la película. El desarrollo de personaje -cualquier personaje- no está en la lista de prioridades del libreto. La única pista, y aquí cito la sinopsis oficial, “es un valioso diamante que un individuo llamado ‘13’ y su ganga buscan arrebatarle”. Durante la primera media hora, parecería que la cinta recorrería el típico camino de una trama de artes marciales, con el susodicho “13” -un corpulento sujeto con una calavera maquillada en el rostro- y su corillo persiguiendo a “Zack” y peleando con él mientras el héroe intenta recuperar la memoria. Y así mismo ocurre, en secuencias de combate repetitivas, poco elaboradas, coreografiadas y editadas al ritmo que Lando -quien ya no es un actor en plena juventud- pueda realizar, según su edad. ¡Pero entonces…!
Uff… pero entonces el argumento toma un abrupto viraje que lo lleva en otra dirección, o -mejor dicho- en múltiples direcciones, que abarcan desde lo ridículo hasta experiencias extracorporales y los populares multiversos. De repente nada tiene sentido y todo, TO-DO, se vale. El teatro Tapia se convierte en el Club Silencio de un primo muy, muuuy lejano de David Lynch, el juicio final de la clase política corrupta (¿existe alguna otra?) es impartido por Anubis rodeado de bailarines sacados de Juventud Vibra, carros antiguos invaden las calles de Hato Rey y Santurce conducidos por un chofer que parecería que apenas ayer comenzó a expresarse verbalmente, y M. Night Shyamalan es un “nene de teta” al lado de los múltiples giros que me quedarían por mencionar. “No words”, decía el personaje de “Ellie Arrowway” en Contact. “Poetry! They should have sent a poet”. Las palabras no pueden hacerle justicia al último acto, que al fin y al cabo no resuelve nada para propósitos de la trama -más allá de aclarar la trillada incógnita de la premisa (¿qué le pasó a Zack?)- y que solo le sirve de podio a Lando para compartir sus filosofías metafísicas, a las que les ha dedicado varios libros.
El largometraje no será exitoso cinematográficamente. Aunque está competentemente filmado, y los efectos digitales son probablemente los mejores que he visto en una producción local, narrativa e histriónicamente sufre de demasiadas carencias. El guión es tan superficial como un panfleto de cuatro páginas titulado Siete pasos para alcanzar tu luz interior, los personajes no son ni arquetipos y, por consiguiente, las actuaciones no dan el grado. Usted podría argumentar que es un fiasco sin pies ni cabeza, y tendría cómo sustentar cada uno de sus puntos, pero incluso así, me resulta difícil despacharlo tan fácilmente. Quizás el disfrute que nos proveyó a mí y a muchos de los que compartimos en aquella sala no era el intencionado, pero si pasamos un buen rato en el cine, ¿a quién le importa? Buena o mala, ¿a quién le importa? El artista nunca tiene control sobre cómo la audiencia asimila su obra, y a veces basta con atreverse a tirarse de pecho con ideas descabelladas para dejar una impresión.
Mi punto es que, si usted tiene la más mínima curiosidad, ya sea tras haber leído todo este rollo y/o porque vio el tráiler en los pasados meses, aventúrese. Los “edibles” son sugeridos, pero no necesarios. Zack: Enfrentamiento Mortal provee su propio high. En el 2062, cuando yo sea un viejito viviendo en algún pico de la cordillera central junto al resto del medio millón de puertorriqueños que seguiremos habitando en lo que quede de la Isla sobre el nivel del mar, mientras los multimillonarios -tanto extranjeros como los locales, que contribuyeron a nuestro desplazo- residen en las mansiones flotantes ancladas a lo que hoy es Ocean Park, La Parguera y Rincón, reuniré a los niños y niñas a mi alrededor. Y allá arriba, donde la señal inalámbrica no llega y no hay Netflix que valga, no podré hablarles de Shakti, pero sí les contaré de Zack y de Joseph Lando, ese ser de luz… ¿puertorriqueño? ¿Es puertorriqueño? Por más que busqué online, no encontré una biografía. Quizás es alguien así como Walter Mercado o Alejandro Jodorowsky: un ente universal bien “tripioso” que nos conecta con lo astral a través del entretenimiento.