“Yerba buena” no satisface los “monchis”
El guión de esta comedia, que gira en torno a unos brownies “premiaos”, necesitaba más tiempo en el horno.
Las situaciones las reconocemos porque las vivimos en carne propia durante aquellos días que parecían semanas -y semanas que parecían meses- tras el pasó del huracán María en el 2017: la falta de electricidad, el calvario para conseguir gasolina, agua y comida, la pésima comunicación -tanto por la falta de señal en el celular como la que no recibíamos del gobierno-, la interminable espera por la ayuda que jamás llegó pero, también, la que recibíamos a diario de nuestros vecinos, conocidos y desconocidos. Yerba buena, largometraje del director y guionista Bruno Irizarry (el cineasta detrás de la simpática 200 Cartas), se circunscribe a esta última particularidad, enfocándose en la resiliencia -palabra que se escuchó hasta la saciedad en aquellos tiempos- y el ingenio de muchos boricuas que nos fue vital para sobrevivir aquellos largos meses de mierda. Pero hasta ahí su interés por abordar las realidades de esa catástrofe cuyos estragos se mantienen latentes en nuestro diario vivir. Esto es una sencilla comedia acerca de tres mujeres que se ponen a hacer brownies “premiaos” con cannabis para ganarse par de pesos y poder comprar paneles solares para los vecinos de la calle.
Y… eso es todo. La película nunca evoluciona más allá de su simple -muy, muy simple- premisa. Apenas pudiera decirse que cuenta con una trama. Su razón para existir oscila en algún punto entre una liviana oferta de entretenimiento y servir de “infomercial” para la industria del cannabis, nada sorprendente considerando que es auspiciada por una red de dispensarios. Mientras bien es cierto que en este país aún existen demasiados tabúes sobre los beneficios médicos de esta planta, y cualquier cosa que arroje luz sobre ellos es bienvenida, como filme, Yerba buena jamás alcanza “la nota” que debería ofrecer una comedia sobre personas “arrebatás”, y por falta de talento frente a las cámaras, no es.
El trío de emprendedoras reposteras que llevan alegría y sanación a su comunidad se compone por “Sonia”, “Mary” y “Juana” (como muestra del humor liviano que puede esperar, ahí tiene los nombres “Mary + Juana”), interpretadas respectivamente por Karla Monroig, Isel Rodríguez y Jessica Rodríguez, a quienes nos se les saca ni una pizca de su potencial como actrices, en especial a las últimas dos. Lo mismo se da en la calle, donde nos encontramos con vecinos como aquellos encarnados por Esteban Ruiz -el encargado de provocar las mayores carcajadas con su megáfono- y Eyra Agüero, quien se pierde junto al resto de los integrantes del amplio y talentoso elenco de esta comedia de enredos, prácticamente exenta de obstáculos y conflictos para sus personajes, más allá de algún padecimiento que sufren unos cuantos de ellos y que se sana tan pronto se comen un brownie.
Resulta difícil evaluar la parte artística sin distraerse por la comercial cuando la mayor parte del libreto de Irizarry se sostiene de informar acerca de los beneficios del cannabis y la marca del mencionado dispensario figura prominentemente en su desenlace. Nada de lo que mencionan es erróneo (aunque en algunas circunstancias lo hacen ver como una cura instantánea, lo cual no es del todo correcto), y si más personas consideran sacar su licencia y su salud mejora gracias a ver Yerba buena, que para bien sea. Pero esto debió ser una meta secundaria, no la principal. Bastantes anuncios dan en los cines para también tener que ver uno de hora y media.