“The Last Duel” juega con la verdad e insta a creer
El drama medieval traza una línea entre un hecho histórico del siglo 14 y el movimiento #MeToo.
Demos gracias por Ridley Scott, quien, a sus 83 años, se mantiene activo como uno de los pocos cineastas (quizás, ¿el único?) que continúa haciendo películas para adultos a gran escala. En medio del incesante desfile de estrenos sanitizados y homogenizados hasta la saciedad, dirigidos a satisfacer los cuatro cuadrantes demográficos de la audiencia, un drama histórico clasificado R como The Last Duel -hecho con todos los bombos y platillos de una multimillonaria producción de Hollywood- se siente como una reliquia de décadas pasadas, cuando los estudios hacían filmes para niños y otros para sus padres y madres. Hoy es difícil encontrar un estreno comercial que no sea apto para toda la familia, algo que este salvaje recuento de una historia verídica, definitivamente, no es.
Escrito por Nicole Holfcener, Matt Damon y Ben Affleck -y basado en el libro homónimo del autor Eric Jager-, el libreto de The Last Duel funciona como un Rashomon medieval en el que el público es testigo de tres verdades: aquella expuesta por Jean de Carrouges (Matt Damon), un caballero real de la corte francesa del siglo 14, con el ego lacerado y un retorcido sentido de pertenencia; la de Jacques Le Gris (Adam Driver), el vanidoso y codicioso escudero que fue retado por De Carrouges a enfrentarlo en el último duelo mortal reconocido judicialmente en la historia de Francia; y la única que debemos creer, dolorosamente expresada por “Marguerite de Carrouges” (Jodie Comer), quién acusó públicamente a Le Gris de violarla. El duelo, cabe horrorosamente señalar, no fue por la violación, ya que esta no era un crimen, sino por el ataque perpetrado a la propiedad -entiéndase, la esposa- de De Carrouges.
Sin embargo, mientras en aquel clásico de Akira Kurosawa -que, casualmente, también gira en torno a un ataque sexual- la verdad era más ambigua y escurridiza, en The Last Duel se expone como fue y continúa siendo totalmente irrelevante cuando se trata de hombres maltratando mujeres. El sistema patriarcal que imperaba 650 años atrás no dista tantísimo de la corte de opinión pública que hoy sigue amedrentando y silenciando a las víctimas de violación. El trío de guionistas astutamente estructura la narrativa mediante tres capítulos que presentan los hechos desde los respectivos puntos de vista de los involucrados, pero es solo durante el último, titulado La verdad según Marguerite de Carrouges, que las palabras “La verdad” permanecen proyectadas en pantalla mientras el resto de la imagen se desvanece. La película insta a creer, trazando una línea directa entre los 1300 y el siglo 21.
Damon y Driver tienen a su cargo la tarea de interpretar tres versiones de sus mismos papeles, ofreciendo un ejercicio de acrobacia histriónica digno de admiración mientras los observamos transformarse de caballeros a monstruos dependiendo de la perspectiva de cada uno de los tres actos del argumento. Dicho eso, quienes sobresalen dentro del elenco son Comer y Ben Affleck. La joven actriz carga con el peso dramático de la historia, relegada mayormente al margen durante los primeros dos capítulos para luego adueñarse del largometraje en su último tercio con una poderosa actuación en la que la supresión de ira e indignación estallan sobrecogedoramente. Por su parte, Affleck interpreta al conde Pierre d’Alencon, el patético señor feudal que gobierna en la región, y quien provee los pocos momentos cómicos que se encuentran en el filme, así sean intencionados o fruto del azar.
Pero detrás de toda la intriga de palacio, disputas territoriales y testimonios judiciales, la cinta se titula The Last Duel, así que un duelo tendremos, y nadie filma combates de capa y espada como lo hace el maestro Scott. El brutal desenlace eleva todas las emociones que se vienen caldeando por más de dos horas, culminando en un decisivo duelo del que pende la vida de Marguerite. Si su marido triunfa, la corte creerá su testimonio; si no, será visto como la sentencia de Dios de que ofreció una acusación falsa y será quemada viva. Scott plasma este clímax en pantalla excepcionalmente con un experto manejo de la cámara y una limpia edición que viabilizan el que el espectador sienta cada golpe y sufra cada caída de De Carrouges, no por él -tanto él como su contrincante son pura escoria- sino por ella. El hecho de que de entrada la mayoría del público desconoce quién resultó ganador en el hecho histórico solo contribuye a elevar la tensión, pero lo que nadie pondrá en duda será la verdad de una mujer… al menos en la sala de cine.