“Terminator: Dark Fate” vuelve al pasado para repetir la misma historia
La sexta película en la serie vuelve a reciclar la fórmula produciendo resultados similares a las secuelas anteriores.
“The thing that won’t die in the nightmare that won’t end”. Ese es el “tagline” de The Terminator, el clásico filme de 1984 que hizo de Arnold Schwarzenegger una estrella y de James Cameron uno de los mejores directores de acción que se han visto en el medio. Quién diría que ese eslogan que figura en el póster se tornaría profético, describiendo a la perfección en lo que se convertiría esta franquicia tras el estreno de Terminator 2: Judgement Day en 1991. Desde entonces, esta serie cinematográfica -como tantísimas otras- se niega a morir, con sus derechos pasando de un estudio a otro como papa caliente y al final produciendo los mismos resultados. La entrega que estrena hoy, Terminator: Dark Fate, ha sido calificada por algunos colegas como la mejor secuela desde la segunda, pero cuando la calidad de sus predecesoras gravita entre lo catastrófico y lo mediocre, eso no es exactamente un cumplido.
El largometraje del director Tim Miller (Deadpool) sí logra ser la secuela más coherente, no solo en términos de la burda simpleza de su historia -aunque, como en la mayoría de los cuentos con viajes a través del tiempo, es mejor ignorar la lógica-, sino en cómo se presenta la acción. Esto queda evidenciado desde la primera secuencia que pisa el acelerador y que, como en muchos de los filmes anteriores, involucra una persecución entre un carro y un camión. Las perseguidas son “Dani” (Natalia Reyes) y “Grace” (Mackenzie Davis), la primera es una joven mexicana y la segunda es la soldado biónica enviada del futuro para protegerla, mientras que el perseguidor, obviamente, es el Terminator (Gabriel Luna) -una mezcla entre el clásico esqueleto de metal y la sustancia maleable del T-100-, cuya misión es matar a la chica.
Si usted ha visto una película de Terminator, pues ya sabe cómo funciona esto: ellas corren, él persigue, las escenas de acción se interponen entre momentos calmados donde los héroes tienen un respiro para hablar acerca del destino y la perdición de la humanidad, enjuague y repita. Terminator: Dark Fate se adhiere férreamente a esa fórmula y no se sale de la línea por un instante, ni siquiera con la libertad que le ofrece el hecho de que esta secuela ignora todo lo que aconteció en las tres anteriores, similar a como hizo la más reciente Halloween. Es lo que está de moda. En vez de crear algo nuevo, Hollywood da luz verde a proyectos como este que aspiran a resucitar franquicias que han tocado fondo creativa y artísticamente, porque -según ellos- la gente ya no va al cine al menos que no reconozca los personajes en los tráilers y/o las palabras que componen en los títulos.
Al ser una secuela directa a Judgement Day, significa que la serie puede traer de vuelta a “Sarah Connor”, encarnada nuevamente por Linda Hamilton como la temeraria guerrera y haciendo un buen trabajo, aunque queda opacada por Mackenzie, a quien podría ver despachando Terminators con un mazo durante dos horas. La dinámica que se da entre ellas y Reyes era lo suficientemente sólida como para sostener el largometraje por sí solas, pero el libreto -a cargo de tres guionistas y basado en una historia escrita por cinco más, entre ellos el propio Cameron- encontró necesario incluir a Schwarzenegger. Explicar qué pito toca en el argumento el veterano actor de 72 años, que como bien sabrán, interpreta a una máquina, requeriría entrar en territorio de “spoilers”, por lo que me limito a decir que la inclusión del cyborg modelo T-800 no solo acaba siendo innecesaria e incongruente, sino absurda y hasta risible dentro de la realidad de este universo.
La ágil dirección de Miller mantiene la trama en constante movimiento, y si bien las secuencias de acción jamás recuperan la energía ni emoción del primer acto -donde había más efectos prácticos que la vorágine digital que se apodera del espectáculo y lo hacen verse más genérico durante el desenlace-, la verdad es que Terminator: Dark Fate nunca se torna aburrida. El problema es que por más que tratan de replicar la alquimia del segundo filme, no les sale, y jamás les va a salir. Ni el mismísimo James Cameron podría hacerlo. No hay nada aquí que contribuya la más mínima innovación a la serie. Algunos rostros serán distintos, otros están más arrugados, pero la idea sigue siendo prácticamente igual una y otra vez, con los personajes, así como el público, atrapados en el mismo bucle de tiempo, viendo cómo la franquicia regresa al pasado sin poder alterar su futuro. Considerando cuál es su argumento central, podría decirse que su continuo fracaso está predestinado.