“The Suicide Squad”: pecaminosa orgía de vísceras y palabrotas
La retorcida mente del director y guionista James Gunn produce el mejor estreno comercial del verano.
Para sorpresa de absolutamente nadie, el director James Gunn demuestra -una vez más- que posee un don para reunir en pantalla a un puñado de perfectos idiotas y hacerlos ver como todos unos héroes en la espectacularmente divertida The Suicide Squad. Estos incluyen a un tiburón antropomórfico, un hombre que dispara puntitos de colores, una chica que controla manadas de ratas y un tipo capaz de desconectarse de todas sus extremidades. El mayor reto del cineasta, sin embargo, no era superar la primera adaptación cinematográfica de este equipo de DC Comics que estrenó en el 2016 bajo la dirección de David Ayer (y que muchos quisiéramos olvidar, con excepción de Ayer), algo que logra con creces y probablemente podría haber hecho con los ojos vendados. No, su mayor desafío era no caer en la trampa de repetirse a sí mismo y su fabuloso trabajo con Guardians of the Galaxy, otro largometraje protagonizado por un grupo de antihéroes, pero con muchísimas menos cantidades de sangre, vísceras, y exclamaciones de la palabra “fuck” con todas sus conjugaciones. Hubiera sido muy fácil reciclar la fórmula, pero el filme que llega mañana a los cines y HBO Max es su propia mezcla de groserías, heroísmo e irreverencia.
El traslado de Gunn de Marvel a DC le sienta de maravilla, no porque le haya ido nada mal en la casa de los Avengers -a pesar de que Disney lo despidió de la tercera entrega de Guardians en reacción a un viejo tuit que le desenterraron, aunque eventualmente lo recontrataron-, sino porque se le nota sumamente cómodo dentro de las libertades que le otorga la clasificación R. Después de todo, se trata de un artista que irrumpió en el medio trabajando en filmes de la productora Troma -hogar del “Toxic Avenger” y una cinta alemana acerca de un condón asesino-, por lo que el contenido y el humor tanto gráfico como vulgar lo lleva en las venas. Gunn combina sus sensibilidades intrínsecas del “B-movie” con el multimillonario presupuesto de Hollywood para deleitarnos con dos horas de consistente entretenimiento, exento de la dichosa camisa de fuerza de los universos compartidos que tanto fascina a los estudios en estos tiempos.
Tras una larga serie de fracasos, Warner Bros. finalmente ha dejado a la competencia con su enredado multiverso y persiguiendo sus propios senderos, permitiéndole a directores como Todd Phillips (Joker) Cathy Yan (Birds of Prey) y, ahora, Gunn, hacer prácticamente lo que les venga en gana sin ataduras a cómo conectan sus producciones con las demás. The Suicide Squad ES una secuela, pero también es un reboot y su propia aventura independiente. “¿Quién necesita sellos y reglas?”, parecería ser el lema de Gunn a la hora de hacer y deshacer con su alocado guion, a través del que le da la bienvenida a más de una docena de nuevos personajes -nunca antes vistos en la pantalla grande- que se unen a lo poco rescatable y memorable de la película anterior: Viola Davis, como la maquinadora del Suicide Squad, “Amanda Waller”; Joel Kinnaman, como el líder del escuadrón, el coronel “Rick Flagg”; y, por supuesto, Margot Robbie como “Harley Quinn”, quien no necesita mayor introducción.
El argumento coloca a los supervillanos, nuevamente, en una misión suicida que consiste en incursionar en una isla en la costa sudamericana para destruir una prisión / laboratorio que alberga prisioneros políticos y proyectos secretos con el potencial de ser una amenaza para el planeta. “Bloodsport” (Idris Elba) y “Peacemaker” (John Cena) son dos de los nuevos reclutas que se integran al equipo so pena de estallarles una bomba que tiene alojada en la base del cerebro si no cumplen con las órdenes de “Waller”. Entre los mayores aciertos de Gunn, sobresale esta combinación de Elba y Cena, quienes se enfrentan en la típica competencia de sus respectivos roles por demostrar “quién lo tiene más grande” mientras aprenden a trabajar juntos. La testosterona se les sale por los poros como los arquetípicos héroes machos de acción, algo que el largometraje balancea con la inclusión de otros roles encargados con proveer la comedia (bueno, MÁS comedia) y la emoción, porque The Suicide Squad podrá ser una deleitable chabacanería, pero una con un gran corazón.
El arma secreta de Gunn acostumbra a ser la manera como introduce sentimientos y calor humano en sus aparentemente “banales” ofertas de entretenimiento masivo protagonizadas por hombre y mujeres (y árboles y mapaches) tan rudos y toscos. En el mejor de los casos, funciona como lo hizo en la primera Guardians of the Galaxy, y la entrañable relación familiar que se forja entre los cinco protagonistas; en el peor, se siente falso y forzado, como ocurrió en su secuela cuando nos quiso hacer creer que “Yondu” era la figura paternal en la vida de “Peter Quill”. En The Suicide Squad, el director y guionista no repite esta falta. La vértebra emocional de la trama la carga la actriz portuguesa Daniela Melchior como “Ratchatcher 2” junto a David Dastmalchian como “Polka-Dot Man”, dos personajes cuyos superpoderes están ligados a traumas paternales y maternales, respectivamente. El tremendo desenlace no solo es un espectáculo de efectos especiales, sino el clímax de ambos arcos dramáticos de estos dos antihéroes, que terminan siendo tan conmovedores como cómicos. Hasta el tierno morón de “King Shark” -quien acabará siendo el favorito de muchos-, se gana los buenos sentimientos que provoca.
¿Y qué tal “Harley Quinn”? Robbie continúa encargándose de que nadie más pueda volver a interpretar a esta letal doncella en el cine por más de diez años. El mayor cumplido que se le puede otorgar a su tercera encarnación de la carismática villana es que The Suicide Squad no es “El show de Harley Quinn: Parte III”. En esta ocasión, la actriz puede jugar para el equipo y apoyarse del resto de sus compañeros de reparto para juntos alcanzar una sinergia capaz de elevar el largometraje a su máxima potencia. Honestamente, no sé cómo el estudio le permitió a Gunn estrenar algo tan insolente -y, conste, que la violencia y el sentido del humor es extremadamente inmaduro y adolescente, tal si se tratase de un videojuego o una caricatura-, pero definitivamente resultó en otro acierto para todos los involucrados gracias a la perfecta combinación de ingredientes que confeccionan este suculento banquete de entrañas y palabrotas.