“Prey” le devuelve la calidad a “Predator”
La precuela al filme de 1987 es la mejor entrega de la franquicia desde la original.
Si hace tres meses alguien me hubiera dicho que dos de los mejores estrenos veraniegos que vería este año serían una secuela de Top Gun y el enésimo intento por resucitar la franquicia de Predator, me hubiera reído como el personaje de “Billy” en aquel clásico de ciencia ficción del director John McTiernan. Tan solo les tomó 35 años, una secuela, dos reboots y dos pésimos crossovers con los xenomorphs de Alien, pero mañana finalmente tendremos ante nosotros una digna sucesora a la película de Arnold Schwarzenegger. O, mejor dicho, una predecesora.
Quizás la clave siempre estuvo en ir hacia atrás en lugar de hacia adelante. Las precuelas suelen ser, en su inmensa mayoría, pérdidas de tiempo exentas de intriga y tensión, porque sabemos de antemano hacia dónde conduce todo eventualmente. Prey, por el contrario, no está interesada en explicar los orígenes de los monstruosos depredadores alienígenas -diseñados originalmente por el gran Stan Winston- que hacen de la Tierra su campo de cacería. El director Dan Trachtenberg (10 Cloverfield Lane) junto al coguionista Patrick Aison nos transportan a Norte América 300 años atrás, específicamente al territorio de la tribu Comanche, para contarnos otra historia acerca de otro encuentro sangriento y cercano con estos violentos extraterrestres, y lo único que al dúo de cineastas parece importarle es que la película, en buen puertorriqueño, “le meta”. Y, ¿saben qué? Le mete.
En esta ocasión, la protagonista no es un musculoso comando, sino una intrépida joven indígena, llamada “Naru” (Amber Midthunder), que anhela irse de cacería y proteger a su tribu tal cual lo hacen los hombres. Su oportunidad llega cuando del cielo ve caer una bola de fuego, y ya podrán imaginar el resto. Prey no tiene un libreto muy elaborado porque la realidad es que no lo necesita. El bestial depredador invade el territorio comanche y se topa con dignos oponentes. Un filme de acción no necesita más que eso. Lo que sí requiere es de alguien que pueda producir dinamismo, suspenso y emoción con esa trama, y el señor Trachtenberg demuestra que posee el talento. A su favor tiene uno de los mejores y más salvajes diseños del “Predator” que se han visto -uno más primitivo y armado de un letal arsenal-, que utiliza ejemplarmente para construir memorables secuencias de combate que no escatiman en la violencia que se puede esperar de esta franquicia.
Sin embargo, nada de esto funcionaría tan bien sin una sólida actriz principal, y Amber Midthunder no solo tiene un apellido extremadamente “badass”, sino que ella también lo es. La actriz envuelve al espectador tanto en el arco personal de superación de “Naru”, como en el de supervivencia, con una audaz y temible interpretación. Su estatura petite la hacen más ágil y veloz, mientras que su penetrante mirada pone en duda quién es la verdadera “presa” y “depredador” en esta historia. Nunca ha habido una secuela directa a ninguno de los largometrajes de Predator. Cada uno han sido cuentos individuales acerca de otro cazador en la Tierra, así que posiblemente no haya una continuación de Prey… pero no molestaría.
Lo único negativo de esta producción es que no estrenará en los cines, sino exclusivamente en Hulu, a partir de mañana. Y, sí, hay cosas buenas acerca de un lanzamiento digital, como el hecho de que el público podrá escoger ver el filme doblado al idioma comanche, pero incluso viéndolo en las versiones en baja resolución que envían a los críticos para las reseñas (¿les cuesta mucho trabajo que sean en HD?), era evidente que esto era algo que se hubiera beneficiado de verse en el cine. Es el clásico estreno de agosto que señala el fin de la temporada veraniega. Está hecho para comer popcorn y pasarla bien, algo que sí, se puede hacer en la casa, pero en compañía y en grande es más chévere. Independientemente del tamaño de la pantalla, Prey es la mejor entrega de Predator desde 1987. Agradezcamos la anomalía.