Con “Onward”, Pixar añora recapturar su magia
El nuevo largometraje del popular estudio de animación contempla con nostalgia sus años de gloria.
Resulta interesante que Onward, la nueva película de Pixar, se desarrollé dentro de un mundo que solía ser fantástico y que, con el paso de los años, ha perdido poco a poco su magia. Las películas de este célebre estudio rara vez son exclusivamente sobre lo que se proyecta en pantalla, y esta no es la excepción. A simple vista, es una espontánea aventura acerca de dos hermanos que anhelan reencontrarse con su padre -quien falleció cuando eran muy pequeños- a través de un antiguo hechizo. Sin embargo, detrás de la entretenida fachada, es posible extrapolar cómo este deseo por recapturar la magia desaparecida es un meta-comentario acerca de la trayectoria de Pixar, de ser una fábrica de ensamblaje de sueños, a convertirse en otro brazo comercial dentro de la maquinaria de Disney, más enfocada en reciclar que en crear.
No es que el estudio haya decaído en calidad. Sus largometrajes continúan siendo algunos de los mejores del medio, y en la pasada década nos obsequiaron joyas como Coco e Inside Out, pero ciertamente su contenido original ha pasado a un segundo plano para dar prioridad a más y más secuelas de sus mayores éxitos. Atrás quedaron sus años de gloria, cuando en siete años sacaron obras de la talla de Finding Nemo, The Incredibles, Ratatouille, Wall-E, Up y Toy Story 3, una detrás de la otra (sí, estoy ignorando Cars). Onward se queda corta de alcanzar ese pedestal -artísticamente carece de imaginación y su libreto tarda mucho en encontrar su núcleo emocional- pero no deja de ser una conmovedora cinta familiar que apelará de manera muy singular a los jugadores de RPG y los rockeros de corazón.
Uno de los factores que más limita el potencial del largometraje es cuán común se siente su mundo. Parte de esto es totalmente intencional, pero en términos de diseño, tantos los personajes como su entorno lucen bastante ordinarios: vecindarios, avenidas y establecimientos cotidianos, solo que poblados por centauros, cíclopes y otras criaturas de la fantasía. Tras un breve prólogo que nos informa cómo en esta civilización pasó de ser una impulsada por la magia a una que aceptó el confort de la tecnología, conocemos a “Ian” y “Barley Lightfoot”, dos duendes, hermanos y adolescentes. “Barley” (Chris Pratt) es el mayor, un espíritu libre de mente positiva y de comportamiento impulsivo. “Ian” (Tom Holland) es su opuesto, un jovencito tímido, introvertido e inseguro, y cuya vida recibe un necesario remezón cuando en su cumpleaños, su mamá le obsequia un báculo de madera. El mismo contiene una piedra encantada que, al conjuro de unas palabras, le devuelve la vida a su padre durante todo un día, pero el hechizo es interrumpido a la mitad, así que lo que obtiene es medio papá. De la cintura para abajo, para ser específico.
Ver a un par de piernas interactuar con sus hijos mediante comunicación no verbal, introduce un elemento cómico “chaplinesco” al argumento sumamente efectivo, a la vez que impone una cuenta regresiva, ya que los hermanos tienen menos de 24 horas para encontrar otra piedra mágica y restaurar el resto de su padre si quieren pasar algún tiempo con él. Lo que procede es una aventura característica de un juego de rol, en la que “Barley” le imparte a “Ian” su conocimiento y lo ayuda a desarrollar sus habilidades extraordinarias para cumplir con su misión. A través de la estructura de un típica de un “road movie”, el dúo descubre cosas sobre ellos mismos y cabe destacar que el desenlace que traza el director y coguionista Dan Scanlon, incluye un giro que invita a reevaluar la película desde otra perspectiva y se le aplaude el no recorrer el camino más obvio. Al final, la flecha da justo en el centro del corazón, y las lágrimas no se hacen esperar.
En junio llegará Soul, otra oferta de Pixar a los cines que promete ser uno de sus proyectos de alto concepto acerca de un alma y la reencarnación. Es raro ver dos estrenos de este estudio en un mismo año, y Onward parecería ser el entremés de ese plato principal, aunque uno que provee suficiente satisfacción. Con suerte, la introspección realizada en la producción del estreno de hoy apunta a que la próxima década habrá más originalidad y menos refritos.