"The Green Knight" enaltece la épica medieval
El director David Lowery produce una deslumbrante alquimia cinematográfica con su adaptación del clásico texto artúrico.
No es común ver una película y sentir que el mismísimo lenguaje cinematográfico está siendo creado por primera vez ante nuestros ojos, porque jamás hemos visto algo semejante, y si alguien nos pidiera que describiéramos lo que acabamos de ver, las palabras -por más apropiadas y numerosas que fueran- no le harían justicia. Con suerte, experiencias de esta índole se dan una vez cada tres, cuatro o cinco años, y vaya que hay que atesorarlas. Son las que llevan a críticos a incurrir en la exageración y a muchos espectadores que los leen a preguntarse, tan pronto salen de la sala, “¿qué película vio esta gente?”. Mea culpa. El propio director David Lowery posiblemente estaría en desacuerdo con esta -quizás- hiperbólica apreciación de su monumental obra The Green Knight, y estaría siendo justo, además de humilde. La realidad es que no se proyecta nada en pantalla que reconfigure el arte de hacer cine, pero, aun así, me reafirmo en que lo que se plasma en ella está tan preñado de convicción, estilo, osadía y originalidad, que resulta singularmente novedoso, especialmente hoy. Las técnicas serán las mismas, pero si el cine es capaz de realizar hechizos, Lowery prueba ser todo un Merlín contemporáneo.
El texto artúrico Sir Gawain and the Green Knight ha capturado la imaginación de millones de lectores por más de 600 años, llevando a estudiosos literarios a debatir acerca del significado y simbolismo de este sencillísimo romance caballeresco, cuyo autor se desconoce. En él se narra el relato heroico del sobrino del Rey Arturo -de nombre Gawain- y su enfrentamiento contra un imponente caballero verde. La manera como Lowery y su estupendo equipo de producción dan vida a este quimérico personaje parecería hallar su inspiración en algún punto entre el Rey de los Nomos de Return to Oz y los dioses forestales de Princess Mononoke: corpulento, con piel de corteza de árbol, ramas y raíces en lugar de músculos y ligamentos, intimidante desde que entra por la puerta montado a caballo -tan verde como él-, pero con un porte que sugiere gentileza y temeridad. El verduzco coloso reta a Gawain a propinarle un golpe con su inmensa hacha bajo la condición de que, en un año, el joven deberá visitarlo para recibir el mismo golpe de vuelta. Y ese es el cuento, grosso modo. La épica travesía del protagonista desde Camelot hasta la misteriosa Capilla Verde para encarar su destino, pero no es el cuento -nunca es el cuento-, sino quién lo cuenta.
A lo largo de su breve pero impresionante filmografía, Lowery ha exhibido una afinidad por lo fantástico y lo etéreo. Su remake de Pete’s Dragon es de los pocos refritos de los clásicos de Disney que se ha sentido genuinamente especial, mientras que con A Ghost Story demostró que no se necesitan palabras cuando la puesta en escena habla por sí sola, por lo que no sorprende que su libreto, nuevamente, sea tan escueto. El cineasta estadounidense toma el manuscrito original como punto de partida y de ahí expande sus horizontes en múltiples direcciones, con los límites de su imaginación como único linde. Su vasto alcance lo lleva a contemplar los conjuros paganos de la era medieval e -incluso- la emulsión química que viabilizaría el nacimiento del séptimo arte siglos más tarde. En el trayecto, Gawain se encuentra con ladrones, gigantes, el fantasma de Santa Winifred (qué alegría por fin ver a la actriz Erin Kellyman con un rol memorable, tras ser tan desaprovechada por Marvel y Lucasfilm), un zorro que habla y hasta hongos alucinógenos. The Green Knight pudiera ser descrita como “un viaje”, en el sentido de que sus impactantes imágenes -enriquecidas por la tremenda cinematografía de Andrew Droz Palermo- producen una experiencia caleidoscópica de colores, ángulos, encuadres, atmósferas y géneros que se reconfiguran constantemente. El camino que recorre Gawain nos lleva de la aventura al romance y del terror al erotismo, a veces dentro de una misma escena.
La sensacional actuación de Dev Patel “Gawain” se balancea perfectamente sobre esa montaña de ideas, ejecutando un asombroso acto de malabarismo entre la ingenuidad, la gallardía y su incuestionable sex appeal. Lowery -en una las alteraciones que le hace al texto- lo despoja de su título de nobleza y nos lo presenta como otro vasallo del rey, sin mayores lecciones de vida. Nos topamos con él por primera vez en un burdel en pleno día de Navidad (porque sí, The Green Knight es un Christmas Movie, y estará en mi rotación de películas que veré en esa época de ahora en adelante), despidiendo un aroma de vino y sexo, antes de reunirse para las festividades en la famosa mesa redonda de su tío. Cuando el rey le pide que le cuente a él y su reina -interpretados por Sean Harris y Kate Dickie, para quienes jamás ha existido un papel “muy pequeño” con el que no puedan estremecer- acerca de sus hazañas para conocerle mejor, “Gawain” responde que no tiene ninguna que ofrecer. A sus 31 años, Patel aún es capaz de gravitar hacia aquel adolescente de 17 años que conocimos en Slumdog Millionaire, y se arma de esa candidez para transportar al personaje a través de un desarrollo que es más existencial que de madurez.
The Green Knight no será una aventura de acción, pero la odisea de Gawain no es menos épica. Su escala es sumamente ambiciosa, no solo en términos puramente cinematográficos en lo que respecta a la fascinante visión de Lowery -para la que toma prestado tanto de Andrei Tarkovsky como de Carl Theodor Dreyer-, sino en los temas que aborda, que van desde la sexualidad y la examinación de la condición humana, hasta el cambio climático y el miedo a lo que nos espera después de la muerte. El largometraje ofrece todas estas cuestiones a modo de invitación para ser discutidas por aquellos que así deseen hacerlo, pero incluso si no quisieran, obsequia dos horas inolvidables en las que nunca nada es lo que parece: actores y actrices reaparecen interpretado otros papeles; el desenlace -exento de diálogo por lo que parece una eternidad- nos lleva a reevaluar todo lo que hemos visto de una forma muy similar a lo que realizó Martin Scorsese en The Last Temptation of Christ; y las extrañas acciones de una secuencia reverberan en otras, como espectros metamórficos que acompañan al héroe en su jornada, y -quizás- a nosotros el público de vuelta a nuestros hogares, porque el poder de la cinta es tal que no se desvanece con los créditos.
El respetado director iraní Asghar Farhadi expresó una vez que, si las películas ofrecen todas las respuestas, estas empiezan y acaban dentro del cine. Por el contrario, si plantean preguntas, las películas comienzan cuando el espectador acaba de verlas. David Lowery deja mucho abierto a la interpretación, y esta es solo una de las múltiples virtudes de su largometraje. Ya estoy acabando y ni siquiera he mencionado la magnífica banda sonora de Daniel Hart, que contribuye sustancialmente a trasladarnos auditivamente -mediante tenebrosas percusiones y cánticos medievales- a la era cuando lo inexplicable era sinónimo de magia, ni cómo la voz de Ralph Ineson -quien interpreta al caballero verde- eriza la piel cada vez que pone la sala a retumbar, o la doble actuación de Alicia Vikander, tan diametralmente opuestas que parecería interpretada por dos actrices distintas. Pero volviendo a las palabras de Farhadi, si partimos de su sabia reflexión, pudiera decirse que hay filmes que podrían durar para siempre, lo que a mí entender, le concede a The Green Knight el potencial de ser una pieza de arte tan inmortal como el legendario texto en el que se basa. Digo, si es que dentro de 600 años aún quedasen seres humanos, y estos continuaran tan enamorados del cine como este servidor, por estrenos tan extraordinarios como este.