“Birds of Prey” libera y empodera a “Harley Quinn”
Margot Robbie lidera un enérgico elenco en la más reciente adaptación de DC Comics.
Margot Robbie es una estrella. Esto no es noticia, meramente un recordatorio, algo que debió ser obvio para cualquier persona con dos ojos que haya seguido su carrera desde su debut hollywoodense en The Wolf of Wall Street. Su encanto trasciende la superficie. El cine está repleto de chicos y chicas bonitas. Se requiere de verdadero talento para encender la pantalla con la facilidad que lo logra esta actriz australiana cada vez que se proyecta en ella, y se necesita de aún más en esta industria para viabilizar proyectos como Birds of Prey, que apuesten a traer voces, caras y perspectivas nuevas a un género que urge de ellas.
Robbie no solo es la protagonista, sino la productora de una película que no existiría sin su interés en realizar un filme de acción liderado por mujeres, tanto delante de las cámaras como detrás de ellas. Su reinterpretación de la carismática y controvertible “Harley Quinn” dista mucho de la ultra sexualizada payasa que vimos en la pésima Suicide Squad, sustituyendo los pantis por variados y llamativos atuendos que se suman a la vibrante paleta de colores, y -más importante aún- una caracterización que no la limita a lamer barrotes, mostrar el trasero, dar batazos y recitar one-liners (los batazos y one-liners están de vuelta, pero exponencialmente mejor hechos). El libreto de Christina Hodson devuelve a “Harleen Quinnzel” -el verdadero nombre de la antiheroína- a sus raíces como otra agente del caos dentro de Ciudad Gótica, a la vez que le restituye su independencia al poner fin a la relación tóxica con el Joker que inició cuando ella era su psiquiatra en Arkham. Sorry, Jared Leto. Nadie te va a extrañar.
Sin embargo, “Harley” no es la única que logra su emancipación, y cabe señalar que el título completo es Birds of Prey (and the Fanbabulous Emancipation of One Harley Quinn). Los filmes de DC Comics, que por años fracasaron en sus intentos por construir un universo cinematográfico, finalmente han dado con su propia clave para el éxito al ellos también emanciparse de las conexiones forzadas entre las películas anteriores y las que pudiesen venir después. Al igual que Joker -y, hasta cierto punto, Aquaman, Shazam! e, incluso, Wonder Woman, si ignoramos su prólogo y epílogo- las adaptaciones fílmicas de DC post Zack Snyder y su inmemorable trilogía, se han esforzado porque cada una se distinga y se sostenga por cuenta propia. Si Joker emuló al cine de Martin Scorsese de los años 70, Birds of Prey pudiera describirse como Pulp Fiction mezclada con los Looney Tunes. Y si eso suena como algo divertido, es porque lo es.
La influencia “tarantinesca” (el “working title” de la cinta durante su filmación fue “Fox Force Five”) resalta en la fracturada estructura narrativa que el guión de Hodson emplea para introducirnos en la desquiciada mente de “Harley Quinn”. Durante el primer acto, la acción avanza y retrocede bruscamente en el tiempo para contarnos cómo la expareja del “Joker” ahora camina con un blanco en su espalda al ahora estar desprovista de su protección, y muchos criminales en Ciudad Gótica vienen a cobrarle todas las que ella les hizo. El argumento se amarra a un simple MacGuffin en la forma de un diamante que el villano, “Roman Sionis” -interpretado irresistiblemente por un extravagante Ewan McGregor-, quiere y que “Harley” se apresta a conseguirle para que este no la mate. Si algo pudiera criticársele a Birds of Prey es que su trama es bastante finita, pero es una debilidad que compensa a través de un sólido desarrollo de las protagonistas y la química que se da entre ellas, que es de lo que se arma la película para impulsar la acción y las risas a medida que las va reuniendo en pantalla.
El resto del reparto se compone de Rosie Pérez, como la detective “Renee Montoya”; Mary Elizabeth Winstead como “The Crossbow Killer” -perdón, quise decir “Huntress”-; Ella Jay Basco, como la ladrona “Cassandra Cain”; y Jurnee Smollett-Bell, como la cantante Dinah Lance, mejor conocida como “Black Canary”. Si bien es cierto que Robbie es la actriz principal, la directora Cathy Yan se encarga de que cada una tenga su espacio para dejar una impresión indeleble. Algunas lo hacen a través de la comedia -Winstead quizás tenga el menor número de líneas, pero batea jonrones y provoca carcajadas con todas y cada una de ellas-, mientras que otras brillan en las secuencias de acción que resultan tan variadas como atractivas. Desde una memorable pelea en una celda filmada a cámara lenta, hasta una persecución en patines y un clímax dentro de una casa de diversiones, la dirección de Yan le da una visceralidad a estas escenas a través de coreografías y stunts, algo que rara vez se observa en las demás cintas de superhéroes donde la mayoría de la acción se realiza a través de computadoras.
Si las películas de superhéroes aspiran a mantenerse relevantes en esta nueva década, propuestas como esta se harán cada vez más necesarias. La diversificación del talento involucrado no solo impide que el género se torne mustio, sino que ofrece variedad al acercamiento cinematográfico que se emplea a la hora de trasplantar estas historias de la página a la pantalla. Nadie quiere ir al cine a ver más de lo mismo. Incluso “Harley” no se quiere comerse el mismo sándwich de huevo y tocino todos los días, por más delicioso que se vea. Birds of Prey no reinventará la rueda, pero no tiene por qué hacerlo. Cumple con todos sus propósitos cabalmente, y en términos puramente estéticos, logra más con un poco de escarcha, maquillaje y confeti que muchas otras de su misma índole con el exceso de CGI.