“Miss Bala” suplanta la crudeza por la fantasía
La versión hollywoodense del aclamado filme mexicano es otra cinta de acción de narcos sin nada que decir.
Las diferencias entre Miss Bala, el tremendo thriller mexicano que estrenó en el 2011 en el Festival de Cannes, y el homónimo remake que llega hoy a las salas de cine, no podrían ser más marcadas. La primera -dirigida audazmente por Gerardo Naranjo, con sus memorables planos secuencia- sumergió al espectador en la crudeza de la sangrienta guerra por el control del narcotráfico a través de la traumatizada mirada de una joven aspirante a reina de belleza. La versión de Hollywood es, pues, exactamente lo que se puede esperar de la mayoría de las adaptaciones de filmes extranjeros que atraviesan su filtro: un producto blando, depurado de todo aquello que lo distinguió originalmente.
El libreto de Gareth Dunnet-Alcocer retiene meramente la esencia de la premisa. La protagonista ya no es una tímida mujer de escasos recursos que sueña con conquistar la corona con miras a que esta, quizá, le sirva de trampolín a una vida un poquitito mejor para ella y su familia. La pobreza no se ve ni se siente en la nueva cinta de la directora Catherine Hardwicke. El personaje principal es ahora encarnado por una empoderada maquillista chicana de San Diego, llamada “Gloria” (Gina Rodríguez), que cruza la frontera hacia Baja California para ayudar a su amiga adinerada a ganar el certamen de belleza. De entrada, las perspectivas son totalmente opuestas, y esto era de esperarse. La original fue hecha por mexicanos, y su enfoque hizo hincapié en presentar con autenticidad los pobres barrios de donde salen muchas de estas muchachas, así como los sicarios que hacen de sus calles tierra de nadie.
Ignorando el largometraje de Naranjo -porque de nada sirve continuar con las comparaciones-, el de Hardwicke cumple exclusivamente con matar el aburrimiento, y al cierre de un mes de enero colmado de algunos de los peores estrenos de principios de año que este servidor ha visto en su vida, supongo que hay que agradecerle al menos eso.
Rodríguez prueba ser una sólida protagonista, aunque gracias únicamente a su presencia física, ya que el guion no le provee material para que su caracterización trascienda la trivial fantasía de heroína de acción hollywoodense que se torna más inverosímil a medida que avanza hacia su desenlace. Su “Gloria” no es tanto la que mueve la acción sino la que viaja como pasajera de esta. Tras ser secuestrada, la maquillista es utilizada por los narcos, los agentes encubiertos de la DEA y el libreto para sus propios fines. Los criminales quieren infiltrarla en la mansión del jefe de la Policía para asesinarlo, los federales la obligan a ayudarlos a matar al bichote, “Lino” (interpretado por el boricua Ismael Cruz Córdova), y el guionista la pone a experimentar los efectos del síndrome de Estocolmo desarrollando una relación con su raptor para… ¿qué, exactamente? Al final, no compone nada.
Como casi toda película de estudio contemporánea, los minutos finales de Miss Bala apuestan ilusamente a que esta será el “Big Bang” de un nuevo universo cinematográfico. Incluso tiene su propia versión de “Nick Fury” tramando tras bastidores. Siendo Sicario otra propiedad de Sony Pictures cuya secuela también acabó con la aspiración de producir más entregas, cabe preguntar: ¿estarán posicionando las piezas para un futuro junte en pantalla entre los personajes de Benicio del Toro y Gina Rodríguez? ¿Veremos a los Avengers de la frontera? ¿Podemos añadir al equipo al “Mariachi” de Robert Rodríguez e incluir a “Anton Chigurh” como el antagonista principal? Son cuestionamientos banales y tontos, lo sé, pero contrario a la Miss Bala del 2011, son los únicos que provocan su iteración comercial.