“The Lion King” regresa al cine con capota nueva
Disney moderniza uno de sus mayores clásicos a través de imágenes que persiguen la verosimilitud.
El rey de la selva está de vuelta en The Lion King y -fuera de algunos minúsculos cambios en el libreto- es el mismo clásico de Disney que muchas personas aman y que seguro lo han visto decenas de veces. El estudio está apostando a que esas mismas personas querrán verlo -al menos- una vez más, igual que han hecho con todos estos remakes de sus éxitos animados que han producido en los últimos años, utilizando un nuevo “look” que apuesta al foto-realismo como el gancho principal para atraer a las masas a las salas, y la verdad es que esa es la única novedad que la película ofrece.
Contrario a las recientes versiones de Beauty and the Beast, Jungle Book o Aladdin, que buscaron la manera de variar sus historias, añadir números musicales y/o deleitar al público con una reinterpretación de un personaje muy querido -como Will Smith haciendo del genio-, en The Lion King el componente innovador se circunscribe a hacer alarde de la impactante animación digital que da vida a estos animales, así como a la selva que los rodea. Los efectos especiales son indiscutiblemente impresionantes, alcanzando un nivel de verosimilitud que establece un nuevo pedestal en lo que se refiere al uso de esta tecnología, que ahora se apresta a influenciar el resto de la industria. No dude que antes que acabe el año se anuncie que harán lo mismo con Bambi.
A modo de poner en vitrina las maravillas que son capaces de crear estos maestros del arte digital, el filme cumple su propósito. Desde el número de apertura de “Circle of Life”, el director Jon Favreau persigue emular la estética de un documental tipo Planet Earth, con tiros amplios de la sabana que muestran el desfile de animales en ruta a rendir tributo al nacimiento de “Simba” (no perderé tiempo resumiendo la trama ya que, como mencionado al principio, es prácticamente la misma). Los planos cerrados resultan aún más pasmosos, como si desafiase al espectador a divisar la frontera entre la realidad y la ficción al ver el rostro de “Mufasa” y el apabullante realismo que exhibe. Sin embargo, paradójicamente, esa misma ambiciosa persecución del foto-realismo es lo que hace de The Lion King una experiencia a medias.
Mientras el largometraje se mantiene recontando el drama de lo que en esencia es una versión animal de “Hamlet”, el efecto adverso no es tan marcado, pero tan pronto la acción se mueve a un número musical, la ilusión se desvanece. El júbilo manifestado en la fantástica animación que fue hecha a mano en la cinta original de 1994, no se transfiere a esta nueva versión. Canciones como “I Just Can’t Wait to Be King” y “Hakuna Matata” pierden todo el encanto al reducirse a escenas de “Simba” y sus amigos simplemente caminando por la selva. La dirección de Favreau tampoco ayuda en este aspecto, ya que, en la mayoría de las escenas, se conforma meramente con reproducir los mismos tiros del filme animado. Del mismo modo, los animales carecen de expresión y, por ende, de emotividad, haciendo que las escenas dramáticas se sientan un tanto huecas.
Pero sí, lo cierto es que la película se ve espectacular, y la aclamada banda sonora de Hans Zimmer -una de las mejores de su extraordinaria carrera- continúa siendo tan épica y conmovedora como la recordamos. De entre los actores que prestan sus voces para interpretar a los personajes, cabe destacar a Billy Eichner y Seth Rogen, como “Timon” y “Pumba”, respectivamente. El dúo de comediantes no se limita a las líneas del libreto que muchos nos sabemos de memoria, sino que aparentan haber tenido espacio para improvisar y regalarnos uno que otro chiste inédito. Por supuesto que también merece mención el retorno del gran James Earl Jones como “Mufasa”, porque nadie más en la Tierra podría hacerlo. Ojalá hubieran decidido hacer lo mismo con “Scar”. Aunque Chiwetel Ejiofor lo hace bastante bien, la voz de Jeremy Irons es única.
A lo largo de la historia del cine, ha habido películas cuyas mayores contribuciones al medio han sido mostrar los avances tecnológicos que impulsarán la magia cinematográfica hacia adelante. Largometrajes como Final Fantasy: The Spirits Within, el primero en utilizar animación computarizada foto-realísticamente, o Sky Captain and the World of Tomorrow, el subvalorado filme sin cuyos escenarios creados digitalmente a través de “green screens”, jamás habríamos tenido trabajos superiores, como 300 o Sin City. El propio Disney ha sido pionero en este aspecto en cintas como Tron -con sus gráficas computarizadas- y Pirates of the Caribbean: Dead Man’s Chest, que avanzó el “motion capture” mediante la increíble fusión de la actuación de Bill Nighy y la animación de “Davy Jones”. The Lion King se suma ahora a este selecto grupo de largometrajes.