Excepcional despliegue de acción en “John Wick: Chapter 3”
La mejor entrega de la serie es todo lo que un fan del género pudiera desear.
Cuenta una leyenda urbana que “John Wick” -quizás el asesino más temido en el mundo, y sin duda el más famoso actualmente en la pantalla grande- una vez mató a tres hombres en una barra con un lápiz. “With a fucking pencil”, se encargaron de subrayar en aquella primera película del 2014, cuya premisa -sicario venga la muerte de su perrito- fue blanco de burlas antes de que estrenara. Lo que sonaba ridículo, ahora es la mejor serie de acción del cine contemporáneo, y tras ver de lo que es capaz su letal protagonista en John Wick: Chapter 3 - Parabellum, la historia que se comparte acerca de él por el bajo mundo seguramente cambiará. Sin entrar en detalles, digamos que no es aconsejable meterse con “Mr. Wick” dentro de una librería.
Y eso, en síntesis, resume lo que hace que esta secuela logre una gesta extremadamente rara: ser aún mejor que sus predecesoras. Del mismo modo que “John Wick” sigue hallando nuevas y dolorosas maneras de despachar a sus enemigos, el director Chad Stahelski, su fantástico equipo de stunts y los coreógrafos de acción, continúan superándose a sí mismos filme tras filme. La mayoría de las películas de acción soñarían con que los primeros 20 minutos de Parabuellum fueran sus clímax. Aquí, es tan solo el aperitivo. Sobre la mesa, nos reciben con un exquisito surtido de combate mano a mano, una pelea a cuchillazo limpio que está para chuparse los dedos y hasta una secuencia ecuestre por las calles de Manhattan (“chefs kiss.gif”), en la que “John Wick” -interpretado una vez más por Keanu Reeves, a través de pocas palabras pero con una magnética presencia escénica- demuestra que no existe nada, vivo o inerte, que él no pueda convertir en un arma mortal.
La trama arranca apenas unos minutos después de la conclusión de John Wick: Chapter 2, con “Wick” siendo excomulgado de la orden de asesinos que opera secretamente dentro de la sociedad global. Sobre su cabeza pesa una recompensa de $14 millones para cualquiera que lo detenga permanentemente, y -para beneficio nuestro- hay muchos que creen tener una muy buena oportunidad de cobrarla. El libreto parte de la premisa de que el espectador no es un novato dentro de este universo, meticulosamente construido a lo largo de los primeros dos filmes. Usted conoce las reglas, usted sabe lo que está en juego y usted también ha visto a “John Wick” en acción, aunque jamás de manera tan espectacular como en este largometraje.
El mundo de “John Wick” es uno refinado, de trajes hechos a la medida, monedas de oro como principal método de intercambio económico y lujosos hoteles que sirven de santuario para estos asesinos en múltiples países. Esa elegancia es compartida por la estupenda dirección de Stahelski -un experto coordinador de stunts desde mediados de la década del 90- que conoce el trabajo que pasan estos maestros de los puños, caídas, disparos y puñaladas, así que se encarga de que todo ese esfuerzo quede capturado nítidamente por las cámaras. El cineasta coloca al público en medio de la acción y se esmera porque esta fluya natural y emocionantemente. Ver a “John Wick” detenerse una y otra vez para recargar sus armas -algo que rara vez ser observa en este tipo de películas- abona a la tensión de estas secuencias, empleando estos breves momentos como staccatos en una partitura sinfónica cuyas notas se componen de balas de distintos calibres.
Alguien podría criticar al filme por extender demasiado su bienvenida, y ciertamente a medida que se avanza hacia el explosivo desenlace, hay una o dos peleas que -quizás- alargan la duración más de la cuenta. Incluso pudieran tildarse de “repetitivas”. Sin embargo, yo no soy ese “alguien”, menos cuando esas susodichas secuencias ofrecen encuentros en pantalla entre Reeves y varias luminarias del cine de acción, tanto clásicas como modernas. Ver a “John Wick” medirse contra artistas marciales de la talla de Mark Dacascos (The Brotherhood of the Wolf), o Yayan Ruhian y Cecep Arif Rahman -estrellas de ambas entregas de The Raid-, merece todos los minutos adicionales necesarios, especialmente cuando la reverencia de estos hacia esta serie cinematográfica y todo lo que está haciendo por el género queda expuesta no solo a través de su desempeño, sino además explícitamente expresada dentro del contexto de la historia.
Entre los mayores cumplidos que se le pueden dar a John Wick: Chapter 3 – Parabellum es que sus personajes -desde los más pequeños hasta los secundarios que reciben un mayor destaque- quedan tan bien introducidos y rodeados de tanto misterio que, al menos este servidor, felizmente vería sendos spin-offs de todos y cada uno de ellos. ¿Quién no quisiera ver a Halle Berry reinterpretar a la asesina “Sophia” y su pareja de perros en su propia película? La actriz comparte junto a Reeves una de las mejores secuencias de la película. Lo mismo se pudiera decir de “Winston”, el gerente de The Continental, interpretado perfectamente por Ian McShane con su sutil manejo del humor, de Lance Redddick, como el leal conserje del hotel, o Asia Kate Dillon como "The Adjudicator", quien también debuta en esta secuela. Obviamente, saturar el medio con filmes de “John Wick” no es la mejor idea, pero el mero hecho de que estos papeles dejen el deseo de querer ver y saber más de ellos es prueba de que esta franquicia no solo ha hecho un gran trabajo en lo que respecta a la acción, sino en la elaboración de un mundo de criminales que se siente vivo y resulta cautivante.
Dicho eso, espero el anuncio de John Wick 4 mañana mismo, y ahí estaré el día de estreno en la primera tanda.