“Godzilla: King of the Monsters” se corona rey de la tonta diversión
La emocionante secuela eleva el número de monstruos y reduce el coeficiente intelectual de los humanos que los rodean.
Las mejores películas de “Godzilla” utilizan al monstruo radiactivo alegóricamente. Desde su primera aparición en pantalla en el clásico Godzilla (1954) -dirigido por Ishiro Honda-, el titán japonés fue reflejo de los peligros de las armas nucleares. Más de medio siglo después -en la brillante Shin Godzilla (2016) de Hideaki Anno-, su estela de caos y destrucción sirvió de punzante sátira para criticar la burocracia gubernamental nipona y su parsimonioso manejo de la crisis de la planta nuclear en Fukushima tras el tsunami del 2011. Sin embargo, las mejores películas de “Godzilla” no son exactamente las más divertidas, como lo es Godzilla: King of the Monsters, repleta de humanos imbéciles e, infinitamente más importante, monstruos gigantes entrándose a golpes.
Lejos de alcanzar la magnífica puesta en escena que distinguió a su predecesora del 2014 bajo la dirección de Gareth Edwards, la secuela -dirigida por Michael Doughrty- antepone la cantidad sobre la calidad. Si usted fue una de esas personas frustradas por lo poco que apareció “Godzilla” en ese filme, aquí debería salir bastante complacido de la sala. “Mientras más y más grande, mejor” es el lema por el que se rige el largometraje: más peleas, más acción, más monstruos y, sí, también más humanos tomando las peores decisiones. Pero ¿sabe qué? Se le deja pasar. Este es el tipo de película de “Godzilla” cuyo único “mensaje” -si alguno- es “LET THEM FIGHT!”, como muy bien exclamó el doctor “Serizawa” (Ken Watanabe) en la cinta anterior. De hecho, el libreto parece tomar esa frase como punto de partida, y el resultado es el más entretenido “royal rumble” de estos personajes desde Godzilla, Mothra and King Ghidora: Giant Monster All-Out Attack (2001), sin duda uno de los mejores títulos en la historia del cine.
Han pasado cinco años desde que “Godzilla” combatió contra los M.U.T.O. sobre San Francisco, y desde entonces la agencia Monarch ha estado estudiando a estos y otros titanes que han encontrado durmientes alrededor del planeta. Sus miembros creen que estos son los habitantes originales de la Tierra, mientras que una de sus principales científicas, la doctora “Emma Russell” (Vera Farmiga) entiende que estos han despertado para restaurar el desequilibrio ambiental provocado por los humanos. Y honestamente, es mejor dejar la sinopsis hasta ahí, ya que esta se torna más absurda con cada minuto que transcurre. La doctora tiene una hija, interpretada por “Eleven” de Stranger Things, Millie Bobby Brown, y un marido, encarnado por Kyle Chandler, quien no sabe cómo dar menos del máximo incluso en los papeles tan simplones como este. Ninguno de los tres importa. Ninguno de los seres humanoides -llamarlos humanos es un cumplido- verdaderamente importa.
Lo que importa es que titanes como la mariposa “Mothra”, el pterodáctilo “Rodan” y el dragón alienígena de tres cabezas, conocido como “King Ghidorah”, han despertado de su milenario reposo, y “Godzilla” está aquí para hacerles frente. La acción es lo suficientemente buena como para tolerar las extensas escenas en las que los personajes humanos intercambian bazofia científica sobrevolando de un punto del planeta a otro en donde se dan los choques entre titanes. Lo cierto es que no existe razón alguna que excuse por qué este filme dura 131 minutos cuando fácilmente pudo durar 90, pero el “Giant Monster Action” es tan bueno que cuando este acapara la pantalla -y más si se ve en formato IMAX- aquellos que sean fans del género olvidarán, al menos por unos minutos, todo lo que no sirve.
Mención aparte merece la banda sonora de Bear McCreary. Si el equipo de efectos especiales es el que saca la cara por Godzilla: King of the Monsters, la estupenda música McCreary es su mayor aliado en mantener el entretenimiento a flote. El compositor toma el clásico tema de Godzilla y le agrega unos arreglos corales que eleva la emoción varios niveles. Cada monstruo recibe su propio destaque musical, con la rimbombante percusión marcando la canción de “Mothra” y los cánticos religiosos japones dándole un toque de misticismo antiguo a la bestia de “Ghidorah” que por si solos con capaces de erizar la piel. Son estos pequeños-grandes toques los que al final hacen la diferencia entre una desechable película de “Godzilla” y una que cumple con proveer la más tonta y pecaminosa clase de diversión.