Denzel Washington regresa por más en “The Equalizer 2”
El actor estadounidense protagoniza la primera secuela de su carrera en su cuarta colaboración con Antoine Fuqua.
A lo largo de más de 40 años de carrera, Denzel Washington ha interpretado sobre 50 papeles sin repetir uno solo… hasta ahora. ¿Qué leyó el veterano actor en el trillado libreto de The Equalizer 2 que lo inspiró a hacer su primera secuela? Él sabrá. Quizá sea algo tan simple como querer volver a trabajar con Antoine Fuqua, el director de Training Day, The Equalizer y The Magnificent Seven, para quien esta también es su primera secuela. Lo cierto es que Washington no se duerme en los laureles y se esmera por explorar nuevos matices al reinsertarse en la piel de “Robert McCall”, el desalmado asesino de corazón blandito, mientras el resto de la película lucha por igualar la calidad de su actuación.
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Sin requerir más que el mínimo de su registro histriónico, Washington domina el rol del maestro zen que ahora se encuentra pagando por los pecados de su pasado, unos que intenta expiar. “McCall” trae a la mente justicieros como “Zatoichi”, el masajista ciego encarnado por Shintaro Katsu -quien protagonizó una veintena de largometrajes-, que vagaba de una aldea nipona a otra repartiendo justicia con la espada que escondía en su bastón. El exagente de la CIA es en sí un ronin, un samurái sin amo, que anónimamente pone sus letales destrezas al servicio de quiénes las necesitan sin pedir ni querer nada a cambio. Washington es la clase de actor capaz de guardar todo el historial de un personaje detrás de su mirada y lenguaje corporal, limitándose a revelar solo lo necesario para que el espectador empatice con él.
The Equalizaer 2 se adentra someramente en el pasado de “Robert McCall”. Lo que descubrimos no es nada que no se pudiera extrapolar con facilidad de lo poco que ya sabíamos de él, léase los típicos traumas de un vigilante atormentado por toda la sangre que derramó como un arma gubernamental. La trama de la secuela le da un giro más personal a su duro camino hacia la redención cuando las personas más cercanas a él -las pocas con las que él se ha permitido tener un vínculo emocional- se convierten en blancos de una ganga de criminales. Personas como “Susan” (Melissa Leo), excompañera de la CIA, que posiblemente sea su única amiga.
El misterio detrás de los genéricos villanos y sus intenciones es lo que impulsa el argumento hacia su obvio desenlace -conceptualmente ridículo, aunque bien ejecutado en lo que respecta a la acción- pero son los pequeños momentos lo que mantienen el filme a flote. Escenitas aparentemente inconsecuentes entre “McCall” -quien ahora trabaja como chofer de Lyft, por lo que nunca está falto de clientela- y las personas que componen su íntimo círculo de conocidos. Entre ellos está “Miles”, un adolescente que reside en su mismo complejo, que se ve tentado a seguir una vida criminal. “McCall” adquiere un rol de mentor para el joven interpretado por Ashton Sanders, a quien da gusto ver luego de su memorable actuación en Moonlight, con su mismo semblante honesto y genuino.
Fuqua aprovecha estos lapsos de silencio entre la fulminante acción para expandir la figura de su protagonista y ubicarlo en un lugar en el que pueda compartir áreas comunes con el público, algo que no logró en el filme original, más enfocado en todas las maneras como “McCall” podía matar a alguien que en redondearlo como personaje. Dicho eso, la acción sigue siendo el atractivo principal de esta clase de película de venganza, cocinada a fuego lento y con breves momentos de explosividad -fiel a la tradición de largometrajes como Death Wish, Cobra o Black Rain-, y en este departamento Fuqua no deslumbra, pero tampoco decepciona. The Equalizer 2 no dejará una mayor impresión que trascienda el entretenimiento pasajero que ofrece, pero Washington no deja de ser un poderoso imán en pantalla, incluso cuando no parece que se está esforzando.