“Filiberto”, un revolucionario con trompeta
El documental del director Freddie Marrero Alfonso comprende la vida del líder de Los macheteros.
La trompeta acompaña a Filiberto Ojeda Ríos en el documental que lleva su nombre, como le acompañó durante gran parte de su vida, desde sus años junto a la Sonora Ponceña hasta que fue asesinado por el FBI en el 23 de septiembre de 2005. Recuerdo ese día muy bien, pues fue uno de los primeros eventos noticiosos que me tocó cubrir como periodista recién graduado. Sabía de Filiberto el revolucionario, Filiberto el líder del Ejército Popular Boricua, mejor conocido como Los Macheteros, Filiberto el prófugo, que vivió en el clandestinaje durante 15 años tras escabullírsele a las autoridades federales, pero no fue hasta que vi el documental Filiberto, del director Freddie Marrero Alfonso, que conocí a Filiberto el músico.
El largometraje inicia con su voz, grabada en casete, que se escucha mientras viejas fotografías cobran vida en pantalla mediante unas sutiles animaciones que transportan al espectador a momentos de nuestra historia que influenciarían la visión de mundo de Ojeda Ríos, para luego impulsarnos de sopetón hasta Hormigueros, en aquel día de septiembre. Varias secuencias de noticieros resumen lo que allí pasó y lo que allí acabó, antes de que Marrero Alfonso proceda a realizar un recuento histórico de cómo todo comenzó a través de una serie entrevistas en las que se les da espacio tanto a los que lucharon junto a Filiberto como en su contra en su misión por exigir la libertad de su país.
Desde su natal Puerto Rico hasta Irlanda, donde Ojeda Ríos pasó algún tiempo encarcelado, el documental ofrece un vistazo a lo que fue la vida de una de las principales figuras nacionales del movimiento independentista. Aunque la mayoría de los entrevistados fueron amigos o conocidos del cabecilla de Los Macheteros -considerando lo sensitivo que es este tema en el país, no sería insensato especular que varias fuentes del bando contrario declinaron aparecer en cámara-, el director se esmera por presentar la perspectiva de las autoridades que durante años estuvieron tras los pasos de Filiberto. Estos son representados por Fernando Candelario y Jacques Island, dos agentes federales que estuvieron involucrados en las principales investigaciones que giraron en torno a Ojeda Ríos a raíz del robo del camión de la Wells Fargo en 1983.
Mientras los testimonios de estos exempleados del FBI resultan cautivantes, así como los de antiguos aliados de Filiberto que participaron de la destrucción de varios aviones en la Base Muñiz en 1981, lo que trasciende de este retrato biográfico son aquellos detalles de la vida del líder revolucionario que no son de conocimiento popular y que lo alejan de la leyenda para presentarlo como un hombre, humilde y sencillo, que arriesgó todo por sus ideales. Detalles como el de su faceta musical, que lo llevó a tocar trompeta en Puerto Rico, Nueva York y Cuba, donde fue tutor del maestro Arturo Sandoval. El “¿qué habría sido de Filiberto de haber perseguido otros senderos?” es una pregunta que gravita sobre el documental, una que Marrero Alonso no responde directamente, sino por boca de para quienes el camino de Ojeda Ríos siempre apuntó hacia lucha por la independencia de Puerto Rico.
Lo único que resulta un tanto frustrante de Filiberto es su abrupta conclusión, como si le faltase todo un acto por contar. La narrativa llega hasta que su figura central entra en el clandestinaje en 1990, y luego no hay nada más, fuera de una coda en la que el director entrecorta entre la famosa entrevista que le concedió Filiberto a Daisy Sánchez e imágenes de las manifestaciones actuales contra la Junta de Supervisión Fiscal, quizás el único momento del documental en el que se le ve la costura. Pero aquí el hermetismo del FBI alrededor del operativo que acabó con la muerte de Ojeda Ríos habla por sí solo, y las palabras expresadas por Filiberto en aquella entrevista de 1991, y con las que concluye el filme, se tornan proféticas, por más que a sus detractores les cueste aceptar.
Filiberto se exhibe exclusivamente en las salas de Plaza las Américas y Western Plaza.