“Bohemian Rhapsody”: de contrastes la celebración fílmica de Queen
Rami Malek brilla en su interpretación del vocalista Freddie Mercury.
Bohemian Rhapsody me tiene en una encrucijada. El crítico de cine ve los típicos atajos que toman la mayoría de las películas biográficas, la manera tan vaga como la trama salta de un ítem a otro como si se estuviera realizando una presentación en Power Point de la legendaria banda Queen, plasmando en pantalla los mayores hitos de su historia -tal si fueran “bullet points”- sin verdaderamente escarbar en el meollo de la agrupación. El libreto se mantiene en la superficie, y no osa ir más profundo. En términos puramente cinematográficos, su edición, dirección y cinematografía es estrictamente convencional y conservadora, dos adjetivos que no podrían ser más ajenos para describir al vocalista Freddie Mercury, cuya trayectoria de tímido joven a dios del rock compone la médula del argumento.
Ahora, ¿el fan de Queen? ¿Ese que soy desde que escuché “Princes of the Universe” en la secuencia de créditos de Highlander? Ese le está gritando a al crítico que se calle la boca y deje de estar hablando tanto “Radio blah blah”.
Como biopic, el filme deja mucho que desear, pero como tributo a la música -OJO: específicamente la música- de una de las mayores bandas que ha pisado una tarima, la experiencia de ir al cine a disfrutar de estos himnos del rock satisface plenamente. Bohemian Rhapsody tiene más con común con Mamma Mia! que con Straight Outta Compton, Sid and Nancy o I’m Not There, este último siendo el mejor largometraje narrativo de un músico que jamás se haya hecho. De hecho, el estreno de hoy se pudo haber beneficiado de un acercamiento más radical, como el que adoptó el director Todd Haynes para llevar al cine la vida -o vidas- de Bob Dylan. Una figura de la escala de Mercury merecía del talento de un cineasta tan extravagante como él. Baz Luhrmann, quizás, o John Cameron Mitchel, unos 17 años atrás. No un mediocre como Bryan Singer, quien fue despedido de la producción tras unos altercados con el protagonista y ausencias continuas. Esa dejadez se percibe dentro del recuadro.
Rami Malek parece poseído por el espíritu de uno de los grandes dioses del rock, pero si bien Freddie Mercury, el intérprete, está dignamente representando en pantalla, lo mismo no se puede decir de Freddie Mercury, el hombre.
Lo que tenemos aquí es un musical karaoke, hecho para ir a comer popcorn y cantar los éxitos del grupo, obviamente, no a la vez. Incluso hay una versión sing-a-long exhibiéndose localmente, igual que ocurrió con la de ABBA. Los números musicales son el planto principal. Desde las barras en las que Queen comenzó tocando como Smile, hasta su histórica presentación en el Wembley Stadium con la que comienza y acaba la película (Spoiler: Queen tocó en Wembley), muchas de estas secuencias permiten que las canciones suenen su totalidad. La gran diferencia es que en lugar de que te sangren las orejas al oír a Pierce Brosnan “cantando” SOS como un caballo moribundo, aquí nos acompaña el sonido celestial de la potente voz del incomparable Mercury.
El factor clave que inclina la balanza a favor del filme es la impresionante actuación de Rami Malek como el líder de Queen. Verlo en cualquiera de los escenarios en los que se recrean los performances de la banda, canalizando la misma energía, magnetismo y proyección que distinguieron a Mercury, consigue que por momentos se olvide que estamos observando una actuación. De la misma forma que cuando Freddie Mercury cantaba, parecía que te estaba serenando a ti, y solo a ti, la interpretación de Malek es absolutamente cautivante en estas escenas de conciertos, o cuando comparte con los otros miembros del grupo -Gwilym Lee, como el guitarrista Brian May; Ben Hardy como el baterista Roger Taylor; y Joseph Mazello, como el bajista John Deacon- en la creación de éxitos como “Another One Bites the Dust”, We Will Rock You” o, por supuesto, “Bohemian Rhapsody”.
En tarima, Malek parece poseído por el espíritu de uno de los grandes dioses del rock. En las escenas dramáticas, sin embargo, es otro cantar. Si bien Freddie Mercury, el intérprete, está dignamente representando en pantalla, lo mismo no se puede decir de Freddie Mercury, el hombre, nacido Farrokh Bulsara en 1946. Los guionistas ofrecen tan solo lo más básico y conocido del artista. La manera como está escrito el papel resulta bien distante e impersonal. Poco se revela acerca de sus relaciones con los otros miembros de la banda, sus parejas y su familia. El libreto trata la faceta privada del artista con guantes blancos, como si temiendo adentrarse demasiado en su promiscuidad u homosexualidad, la cual se aborda, pero como si aún fuese un tabú. Esta debe ser la película biográfica de una estrella de rock más sana y limpia que he visto, y quizás la única a la que usted podría tranquilamente ver junto a sus hijos. Ni siquiera hablan malo. No hay “sex”, no hay “drugs”, solo rock & roll.
Pero bueno, ya, que se calle el crítico y que hable el fan. Queen nunca fue los Sex Pistols, The Doors ni Joy Division, así que este producto PG-13 va en acorde con su imagen. Claro que esta banda merecía de un filme dirigido por alguien con visión cinematográfica, pero afortunadamente tenemos a Rami Malek haciéndole justicia al legado de Freddie Mercury y su incandescente presencia escénica. Y la música no podría ser mejor, tanto así, que este fan se siente tentado a ir a ver el sing-a-long. La película está hecha para esto, para celebrar estas inmortales canciones. ¿Grandiosa? No. ¿Entretenida? Oh sí. En una escena -y pendientes al fabuloso cameo de Mike Myers-, se proyectan en pantalla citas de las críticas que recibió la canción “Bohemian Rhapsody” cuando fue lanzada en 1975. La mayoría fueron negativas. La última que aparece lee “Perfectamente adecuada”. Lo mismo se puede decir de la película que comparte su nombre.