“A Star is Born” captura el resplandor del Hollywood de antaño
La nueva versión de este clásico melodrama cautiva a través de la voz de Lady Gaga y la dirección de Bradley Cooper.
Durante su primer acto, A Star is Born es intachable, un irresistible “Hollywood romance” de esos que ya casi no hacen, filmados a gran escala y propensos al melodrama, algo para lo que ya no hay cabida en estos tiempos tan cínicos. Comienza sobre un escenario -también culmina en uno-, con su protagonista, la estrella de contry-rock “Jackson Maine”, deleitando a miles de sus fans con uno de sus éxitos musicales. Al mismo tiempo, en otra área de Los Ángeles, “Ally” sale emocionada de su trabajo como mesera de un hotel camino a un cabaret, entonando un estribillo de “Somewhere Over the Rainbow” mientras las palabras “A STAR IS BORN” se proyectan en pantalla, en color alfombra roja y luciendo una fuente sacada de un clásico de Technicolor.
Si algo comprueba esta nueva versión de A Star is Born es la intemporalidad de esta historia y la gracia con la que puede moldearse a cualquier época.
Los caminos de “Jackson” y “Ally” convergen en el mencionado antro nocturno, abarrotado en horas de la madrugada por la fiel multitud que lo frecuenta para disfrutar de su show de dragas. Allí acaba “Jackson” -interpretado por Bradley Cooper con el aura de Eddie Vedder y la voz de “Buffalo Bill” en The Silence of the Lambs- en busca de un trago, o varios, pero su atención es secuestrada por “Ally”, encarnada por Lady Gaga, quien aparece en el pequeño teatro como la reencarnación de Liza Minnelli para cantar “La Vie en Rose”. Su mirada se cruza con la de él, el tiempo se congela, Cupido hace lo suyo y horas después él envía a su chofer a recogerla a su casa para llevarla en jet privado su próximo concierto a las afueras de la ciudad.
Entre las escenas más memorables que usted verá en el cine este año, se encuentra esta que prosigue -desafortunadamente revelada tanto en los avances promocionales, el soundtrack recién lanzado y un vídeo musical- en la que “Ally” vence sus miedos y sube a la tarima para interpretar “Shallow”, la poderosa canción que usted se hartará de escuchar durante los próximos meses de camino a la entrega de los Oscar, donde A Star is Born seguramente cargará con múltiples estatuillas. Es un momento sin sentido, un número improvisado de un tema recién escrito y acabado de aprender que debería resultar en un pequeño desastre. Sin embargo, dentro de la lógica cinematográfica, Cooper, Gaga y todos los involucrados lo ejecutan a la perfección. Las lágrimas llegan, ya sea por la emoción del momento, la fabulosa manifestación de la magia del cine, o una combinación de ambas.
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A Star is Born pudo haber terminado justo ahí y hubiese sido el mejor cortometraje del 2018. Cooper, quien no solo coprotagoniza, sino que además produce, coescribe y dirige, deja ver en esos primeros cuarenta y tantos minutos que posee las destrezas para desarrollarse cabalmente en la silla del director. Su manejo del libreto -redactado junto a Eric Roth y Will Fetters- es lo que aún necesita pulir un poco más. La película se esfuerza por recuperar ese increíble clímax, mas nunca lo logra, y aun cuando su título hace referencia al nacimiento de una estrella, el resto del argumento gira más bien entorno a una que se apaga.
Desde el pesar con el camina con torpeza, hasta los ojos a medio cerrar y el constante sudor de alguien embriagado, Cooper nunca ha estado mejor frente a las cámaras.
Esta quizá será la primera experiencia de muchos espectadores con la vieja y trágica historia que ha sido llevada al cine en tres ocasiones anteriores (cuatro si cuenta What Price Hollywood?, de 1932) acerca del alto precio de la fama y el demonio del alcoholismo. Cada una ha contribuido a la fórmula, pero en general han seguido el mismo patrón: un artista, veterano y esclavo de la botella, descubre el talento de una aspirante a actriz o cantante. Tanto la del 1937 como la de 1954 -estelarizadas por Janet Gaynor y Frederic March, y Judy Garland y James Mason, respectivamente- fueron acerca de estrellas de cine, mientras que la de 1976, con Barbra Streisand y Kris Kristofferson, y esta nueva, se desarrollan dentro de la escena musical. Cooper rinde homenaje a todas ellas mediante detallitos obvios y no tan obvios. Nunca se menciona, pero no me sorprendería que “Jackson” fuese el nombre artístico de alguien llamado “Norman”, nombre del personaje interpretado por March y Mason.
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El acercamiento de Cooper al material cobra un matiz más personal ante la noción de que él mismo es un alcohólico en recuperación. Quizá se deba a esto el que el segundo y tercer acto cambien el enfoque de “Ally” a “Jackson” y su lucha con la enfermedad. A medida que ella se hace más famosa, él se sumerge más en la botella, no tanto por celos o envidia -como en versiones anteriores de la historia- sino por traumas y complejos con los que ha cargado toda la vida, atestiguados por su hermano mayor y manejador, a quien el gran Sam Elliot encarna con la gravedad emocional que a sus compañeros de reparto a veces se les escapa. La inigualable voz de Elliot fue fuente de inspiración para Cooper, cuya interpretación no podría ser más ejemplar. Desde el pesar con el que camina con torpeza, hasta los ojos a medio cerrar y el constante sudor de alguien embriagado, el actor nunca ha estado mejor frente a las cámaras.
En cuanto a Lady Gaga, su debut cinematográfico promete que no será la última vez que la veamos en pantalla. Al igual que Cooper, la estrella del pop extrae de lo personal para dar forma al personaje de “Ally” sin que este sea un clon de la intérprete de “Bad Romance” y “Million Reasons”. Su talento vocal es incuestionable, y para quienes aún le quepa duda, el filme las disipará por completo. Su tremendo vozarrón es su arma principal, pero Gaga también brilla en los momentos íntimos, en los que la sublime cinematografía de Matthew Labatique exalta las curvas de su rostro en impactantes close-ups. Donde único flaquea un poco es en las escenas dramáticas que exigen mayor dominio histriónico, pero Cooper siempre está ahí para compensar. Gaga realiza tan buen trabajo que es una pena que la película prácticamente se olvide de ella una vez la trama se centra en “Jackson”.
Si algo comprueba A Star is Born es la atemporalidad de esta historia y la gracia con la que puede moldearse a cualquier época. Con su ópera prima, Cooper apuntó al cielo al querer rehacer uno de los libretos más atesorados de la meca del cine, uniéndose a nombres como William E. Wellman y George Cukor, dos renombrados cineastas que respectivamente dirigieron las versiones del 1937 y 1954. Su ambiciosa gesta, aun y con todas las asperezas típicas de un primer trabajo cinematográfico, ahora le rinde sendos éxitos tanto críticos como taquilleros, y los seguros premios que se avecinan. Mientras, Gaga se consagra como una Garland contemporánea, una cantante y bailarina más que probada, que ahora exhibe unos loables dotes para la actuación. Esta triple combinación de talento, que solía ser la norma en la era dorada de Hollywood, hoy es una excepción que muy bien podría servirle a la era moderna del cine comercial.