“Cobra Kai”: la secuela a “The Karate Kid” que no pediste, pero querrás ver
La serie de Youtube Red continúa la historia del clásico de 1984 armándose de la nostalgia para examinar la eterna rivalidad entre "Daniel LaRusso" y "Johnny Lawrence".
Dieciocho minutos. Eso fue lo que le tomó a Cobra Kai para atraparme con la misma facilidad con la que “Daniel-San” capturó una mosca con los palitos chinos hace más de tres décadas en el clásico The Karate Kid. Bastó con un simple montaje musical para desarmar a este cínico que, desde que Youtube anunció que realizaría esta serie, la despachó con desdén como otro patético refrito ochentoso dirigido a la generación X, algo que es -válgame que lo es, menos lo “patético”-, pero lo sabe, y eso la lleva a esmerarse para no ser solamente eso. En contra de todas mis expectativas, sucumbí ante la jugosa carnada que resplandecía con un glaseado de pura nostalgia, mordí duro sin el más mínimo remordimiento y en menos de 24 horas me atraganté los 10 episodios.
Macchio y Zabka se reintroducen cómodamente en las respectivas pieles de sus más famosos papeles.
Ese momento llegó cerca del final del capítulo uno (los primeros dos están disponibles gratuitamente en Youtube, el resto requiere suscripción a Youtube Red): el protagonista “Johnny Lawrence” (William Zabka) conducía de noche su Pontiac Firebird rojo al ritmo del power balad “Head Games” de Foreigner, mientras recordaba sus años de gloria, cuando era el novio de “Ali”, el chico más popular de la high y campeón de karate de All-Valley. El cuarto año de escuela superior marcó el pico para “Johnny”, antes de que llegase “Daniel LaRusso” (Ralph Macchio) a virarle la vida patas arriba, pero según descubrimos a lo largo de las casi cinco horas que dura la serie, la vida de “Johnny” no andaba del todo bien desde mucho antes.
Aunque la idea de continuar la historia de The Karate Kid en un formato televisivo ha estado cocinándose por los guionistas John Hurwitz y Hayden Schlossberg por más de una década, Cobra Kai parecería nacer de ese vídeo que lleva años dando vueltas por Internet en el que se alega que “Daniel” era el verdadero villano del filme. Uno de los episodios incluso defiende este argumento utilizando clips de la película original como evidencia. Desde el arranque, el programa recurre con frecuencia a estos “flashbacks”, y para aquellos que consideremos ese largometraje de 1984 como la perfecta obra cinematográfica que indiscutiblemente es, la yuxtaposición del pasado con el presente contribuye a que nos aclimatemos a todos los años que han transcurrido desde que compartimos con estos personajes por última vez.
Macchio y Zabka se reintroducen cómodamente en las respectivas pieles de sus más famosos papeles. Zabka, en especial, tiene a su cargo el rol más prominente de esta primera temporada, presentándonos a un “Johnny Lawrence” que no ha cambiado mucho desde aquella noche en la que perdió el campeonato en el All-Valley Tournament. Machista, xenofóbico, caprichoso y propenso a resolver todo yéndose a los puños, el cincuentón se gana la vida como un handyman y vive en un desaliñado apartamento que con toda certeza tiene tirada en algún rincón una gorra roja con el lema “Make America Great Again”. Su dieta consiste en pizza fría y Coors, bebiéndose un six-pack tras otro mientras revisita las películas de Iron Eagle. Divorciado y con un hijo adolescente que nunca ve, “Johnny” atraviesa su punto más bajo, y a esto se el suma el tener que continuar viviendo en la misma zona de San Fernando Valley donde a diario tiene que ver como “Daniel LaRusso” ha alcanzado el éxito como el dueño de un concesionario de carros.

“Daniel”, por su parte, aprovecha la pequeña fama de la que goza para venderse como el mejor amigo de todo el mundo… menos de “Johnny”. Cuando se reencuentran en su dealer, el ex karateka no pierde tiempo en traer a colación frente a sus empleados la vez que le pateó la cara y ganó el campeonato. Su rostro denota un cierto grado de disfrute al ver cómo su antiguo “bully” acabó derrotado, no solo en la lona sino en la vida en general. La ofensa es lo único que le faltaba a “Johnny” para empujarlo a reabrir el Cobra Kai Dojo y convertirse en el sensei de su vecino, “Miguel” (Xolo Maridueña), un joven ecuatoriano que a diario recibe palizas y burlas en la escuela.
La manera como se rexamina tanto a “Daniel” como a “Johnny” logra que Cobra Kai trascienda las carencias que afectan a la serie.
Los arcos que trazan Hurwitz y Schlossberg para ambos personajes resultan interesantes precisamente porque de entrada acepta que ninguno de los dos es 100% el bueno ni 100% el malo. Los creadores de la serie le ofrecen un trasfondo a “Johnny” que informa por qué era y es como es, mientras que “Daniel” -quien, aceptémoslo, siempre fue medio pendejo- demuestra que sin la ayuda de “Mr. Miyagi”, muy probablemente habría acabado igual que su viejo rival. Incluso ahora, acercándose a los 60 años, “Daniel” puede actuar con la inmadurez de un adolescente, aferrándose a viejas riñas y sin lograr rebasar sus propios complejos. Ninguno de los protagonistas ha superado aquel momento que marcó sus vidas, y a lo largo de los 10 episodios los vemos lidiar con las consecuencias de esto.
Este juego de roles y la manera como se rexamina tanto a “Daniel” como a “Johnny” logra que Cobra Kai trascienda las carencias que afectan a la serie, como sus modestos valores de producción, libretos trillados y un elenco que histriónicamente no deja una gran impresión. Como es de esperarse, el grueso de la trama gira en torno a la reapertura del dojo, las vidas de los adolescentes que asisten a él, así como la de la hija de “Daniel”, quien se involucra con uno de ellos. No hay que ser adivino para saber hacia dónde todo se dirige, y aunque el interés se desvanece cuando la acción pasa del dúo principal a los personajes secundarios, el viaje es bastante llevadero, más cuando se evoca tanto al filme original. Resulta sumamente fácil sucumbir ante las maquinaciones de la nostalgia cuando la serie revisita lugares familiares, recicla algún cue del soundtrack o se escucha un pasaje de la banda sonora de Bill Conti. Lo único que le faltó fue un poco de Elisabeth Shue (y resucitar a Pat Morita, por supuesto), pero eso podría decirse de prácticamente todo aquello que no ha sido iluminado por la presencia de Elisabeth Shue.
No pretendo sobrevenderla: Cobra Kai apelará exclusivamente a aquellos espectadores que sientan al menos la más mínima pizca de cariño por las lecciones de “Mr. Miyagi”, cuya presencia en la serie nunca está muy lejos, manifestándose a través de los mencionados “flashbacks” o mediante su subrogado, “Daniel-San”. Es “cheesy”, a veces raya en la farsa, pero cuando le echa una guiñada al espectador, lo hace a sabiendas de a quién va dirigida. No podrá medirse con el “prestige TV” contemporáneo, pero no pretende hacerlo. Está consciente de lo que es, su falta de cinismo la hace irresistiblemente entrañable y reto a todo alumno del “Wax on, wax off” a tratar de contener la estúpida emoción de los segundos finales y lo que estos prometerían para una posible segunda temporada.
[embed]https://youtu.be/_rB36UGoP4Y[/embed]