Cinediario: ¿Qué haces cuando no te impresiona un clásico?
Recientemente me enfrenté a un "cult classic" que jamás había visto, y todavía estoy preguntándome qué es lo que los demás le ven que yo no le vi.
El pasado jueves, viernes y sábado fueron bastante ajetreados, así que el domingo mi esposa y yo declaramos huelga en nuestra casa y decidimos que no haríamos otra cosa que vegetar en el futón y ver películas todo el día. Y así hicimos. En total vimos cuatro largometrajes, tres antes del penúltimo episodio de Succession y uno después (yo soy el que ve Succession; ella no soporta a los Roy, y la entiendo). Por cierto, ¡qué bueno estuvo! Siento que todas las semanas digo lo mismo en redes sociales, pero no hay nada que se le acerque en la televisión ahora mismo (si no quieren leer más de Sucession, salten al próximo párrafo). La temporada entera ha estado increíble, pero la serie acostumbra a ir in crescendo cada season, y esta no es la excepción. La segunda mitad ha aumentado las tensiones exponencialmente. Después de los 60 minutos de horror que fue el capítulo de las elecciones, jamás pensé que podría volver a cogerle pena a ninguno de estos repugnantes sacos de mierda, pero Kieran Culkin me conmovió con su fantástico trabajo. Por eso los buenos seguimos perdiendo: porque “Roman Roy”, viendo a cualquier otro ser humano en esas mismas circunstancias, se habría burlado de su llanto. Yo especulé que el funeral de Logan Roy sería el escenario ideal para acabar la serie, pero no será así, y honestamente no tengo la más mínima idea de qué pasará el próximo domingo. ¿De lo que sí estoy seguro? I. Can’t. Fucking. Wait. Pero disculpen el desvío a la televisión. Regresando al cine…
El maratón cinematográfico arrancó con The Legend of Billie Jean, una de las childhood favorites de mi esposa, y una que yo jamás había visto. Cuando me preguntó “¿por qué no habré visto X o Y película cuando era niño?”, concluyo que se debe a que:
Mi papá no me llevó a verla.
Mis vecinos no la tenían grabada en los VHS que me prestaban, o…
No estuvo en rotación en HBO para los late 80s.
Y a Billie Jean le aplican las tres, porque cuando digo que no la había visto, es que no había visto ni un recuadro de ella. Lo único que conocía era su póster y que estaba protagonizada por Helen Slater, quien para mí era exclusivamente “la actriz de Supergirl”.
The Legend of Billie Jean gira en torno a “Billie Jean Davy” (Slater), una joven adolescente que vive en un trailer park en Texas junto a su hermano “Binx” (Christian Slater) y su madre, quien no aparenta estar muy presente en sus vidas. Cuando la motorita de “Binx” es robada por la ganguita de mequetrefes que existe en toda película ochentosa, y estos no solo le dan una pela al muchacho, sino que le desbaratan la scooter, “Billie Jean” confronta al padre del líder de los bullies para que le pague el costo de la reparación: $608. Este acepta pagarle, pero no sin antes agredirla sexualmente, lo que provoca que a “Binx” se le zafe un disparo para proteger a su hermana, que hiere al violador, y ambos hermanos se convierten en prófugos de la justicia al huir de la escena. Lo que procede es un típico western bañado en iconografía ochentosa -la moda de la época está exquisitamente representada y el soundtrack, con temas de Billy Idol y Pat Benetar, es uno de los highlights de la producción-, con “Billie Jean” convirtiéndose en una sensación mediática que la elevan al status de leyenda entre la juventud tejana, mientras las autoridades le siguen los pasos a lo largo y a lo ancho del estado.
De haberla visto a los 8-10 años, Billie Jean fácilmente hubiese sido una de mis favoritas y seguro la habría visto tantas veces como The Karate Kid o Adventures in Babysitting. El filme posee este espíritu de rebelión generacional que va muy a tono con otros éxitos cinematográficos de la década, como Footloose y The Breakfast Club, pero desde una perspectiva feminista. “Fair is fair!”, exclama “Billie Jean” y repiten sus seguidores, exigiendo justicia por lo ocurrido a “Binx”, claro está, pero también por lo que le hicieron a ella, crimen que en ningún momento sale a la luz en la trama, pero que cobra nuevos matices y lecturas casi cuarenta años más tarde, especialmente después del movimiento #MeToo.
Para el alivio de mi esposa, me gustó mucho The Legend of Billie Jean, y digo “alivio” porque he estado múltiples veces en su posición, y seguramente ustedes también: ese momento cuando te dispones a presentarle a tu pareja algo de la cultura popular que para ti es muy querido y/o significativo, y no sabes cómo vaya a reaccionar. Su apreciación es muy distinta a la mía, por supuesto, no solo por la individualidad de su punto de vista, sino porque es algo que ella lleva atesorando por décadas y que, para mí, era totalmente nuevo. Y Billie Jean, me atrevería a decir, no es tan popular como otras cintas de la época, ampliamente queridas por millones y millones de personas. La cosa cambia cuando nos enfrentamos por primera vez a esos cultural touchstones, consagrados por “la masa” como “one of the best of all time”, como lo fue nuestro segundo filme del día, y uno con el que no nos fue tan bien: The Warriors.
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