El cine de repertorio es todo lo que siempre soñé... y más
En tan solo tres funciones, los "Retro Tuesdays" de Caribbean Cinemas han probado su valor al capturar la singular experiencia de reunir a espectadores en un cine para disfrutar de clásicos.
Por las pasadas semanas, he tenido la dicha de colaborar en un proyecto que llevo años -sino décadas- anhelado realizar. Verán, existe la errada percepción de que los críticos de cine somos cineastas frustrados, pero al menos en lo que a mí concierne, ese jamás ha sido el caso. Contrario a lo que pudiesen creer los que piensan que “el que critica es porque no sabe hacerlo”, nunca he sentido el más mínimo deseo de perseguir una carrera detrás de las cámaras. No tengo guiones de mi autoría guardados en mi computadora, y lo más cercano que he estado a dirigir un cortometraje han sido los vídeos caseros que hice con mis hijos durante su infancia. Mi relación con el cine ha sido una, principalmente, en carácter de espectador, un romance de toda la vida entre la pantalla y mis ojos. No fue hasta que estudié periodismo que esta fascinación se vio complementada por las ganas de comunicar una opinión, no desde un podio, sino desde un espacio común, en pos de iniciar una conversación, como lo es compartir una reseña en redes sociales o grabar un podcast.
Pero incluso desde antes de eso, gran parte del placer que obtenía del cine era poder compartirlo con otras personas. De adolescente, mi pequeña pero respetable colección de videocasetes y DVD eran el videoclub de mis amistades. Rara era la semana que no tuviese algo “alquilado” (no les cobraba, pero sí llevaba un riguroso monitoreo de quién tenía qué, y acepto que me ponía medio antipático si se demoraban demasiado en devolvérmelo), y cuando empecé a trabajar vendiendo películas en una tienda a los 21 años, hacer recomendaciones era prácticamente parte de mi “job description”. Así que no debe sorprender que terminase haciendo esto que llevo haciendo por las pasadas dos décadas, y la evolución natural de esa inextinguible pasión por el séptimo arte es lo que ahora podría convertirse en un nuevo capítulo en la larga historia de este idilio entre el recuadro luminoso y este servidor.
Quien me conoce sabe que llevo mucho tiempo deseando que en Puerto Rico existiese un espacio para cine de repertorio -teatros o funciones dedicadas a la exhibición de películas clásicas o de culto-, y por fortuna este año finalmente di con alguien que compartía mi interés. Su nombre es Marcial Feliciano, empleado de muchísimos años de Caribbean Cinemas, que ahora se desempeña en el área de contenido digital, y junto a quien le hemos estado dando forma a los Retro Tuesdays, un proyecto de la cadena de cines que, hasta ahora, lleva tres eventos totalmente vendidos. Entre octubre y diciembre, dos martes de mes, hemos convocado a los aficionados locales a reunirse en una sala de Plaza Las Américas para compartir una experiencia única, que incluye la proyección de un filme del siglo 20, seguido por un juego de trivia que pone a prueba el conocimiento de los espectadores. Al final se premian a los concursantes que obtuvieron la mayor cantidad de puntos, y todo el mundo se va feliz para sus casas.
Mi contribución ha sido como programador, ayudando con la selección de los largometrajes a presentarse, y si bien llevaba décadas cultivando el sueño de ver muchísimas películas viejas en el espacio idóneo para hacerlo, jamás imaginé los otros placeres que esta oportunidad me obsequiaría. Las gratas experiencias no se han limitado a ver a “Freddy Krueger” salir de la pared del cuarto de “Nancy” en A Nightmare on Elm Street, o quedar anonadado por el fantástico diseño de producción de Blade Runner al verlo plasmado en un recuadro muchísimo más grande que el de mi televisor. Esas ya las anticipaba. Lo que me ha emocionado ha sido la electrizante vibra que se siente en la sala repleta de gente antes, durante y después de la función.
Por décadas había visto el clásico de Wes Craven un sinnúmero de veces, pero jamás había apreciado el sentido del humor del filme hasta que escuché las carcajadas de los demás espectadores en aquellos momentos intencional o accidentalmente jocosos. Los cinéfilos que se han dado cita en los Retro Tuesdays lo han hecho comprometidos con disfrutar de esa casi mítica “experiencia teatral” de la que tanto se habla pero no siempre se experimenta a cabalidad. Cuando se logra… uff, es prácticamente magia. No hay nada igual. Todo el mundo en sintonía gozándose lo mismo. La mayoría han visto estos filmes múltiples veces, pero para mi grata sorpresa, también he contado muchos que, por ejemplo, nunca habían visto la obra maestra de Ridley Scott, y el que hayan podido hacerlo por primera vez en un cine me da una inmensa alegría.
Los apps de streaming serán muy convenientes, pero las salas de nuestros hogares jamás serán los mejores espacios para sumergirse plenamente en una película, no importa cuán bueno sea su televisor o sistema de sonido. Existen demasiadas distracciones e interrupciones: el celular, los niños, las mascotas y -principalmente- el control remoto. Sí, el que uno pueda controlar lo que está viendo incentiva la tentación de quitarlo y poner otra cosa. O no poner nada, luego de horas navegando la limitada y miope selección de estas aplicaciones. El asistir a un cine es un compromiso con la acción de entregarse de lleno a la pantalla, y hasta el momento la experiencia en las tres funciones ha sido de ensueño. No ha sonado ni un teléfono. La gente no habla. No hay nadie incordiando. Todas las personas han estado cautivas y atentas a la pantalla, independientemente de que esta sea la enésima vez que la ven, o la primera.
Al momento quedan tres películas por exhibirse -The Wizard of Oz, el 19 de noviembre, Gremlins, el 10 de diciembre, y Elf, el 17 de diciembre-, y con suerte esta iniciativa se extenderá e, incluso, se expandirá en el 2025. Los invito a que se den la vuelta y les garantizo que, si van una vez, no será la última.