“Annihilation” estremece con horrores de otro mundo
El terror y la ciencia ficción convergen en el segundo largometraje del visionario director Alex Garland.
Annihilation comienza con un misterio y acaba en un absoluto “viaje”, de esos que derriten el cerebro e invitan a preguntar: “¿quién le dio luz verde a este proyecto?”. Increíblemente, la contestación a esta interrogante lo es Paramount Pictures, el mismo estudio que luego de producirla optó por solo exhibirla en Estados Unidos y soltarla en Netflix para el resto del mundo. Es fácil ver por qué le cogieron miedo. No creo que haya sido por las estremecedoras escenas que erizan la piel y hacen que uno se retuerza en la butaca. Su lamentable decisión probablemente se deba a que, al igual que Ex Machina, ópera prima del director Alex Garland, su segundo largometraje no es la clase de ciencia ficción fácilmente digerible. Exige paciencia a cambio de imágenes tan asombrosas como escalofriantes, un trueque más que justo, pero uno que no todos los espectadores estarán dispuestos a aceptar.
Alex Garland se consagra como un visionario cineasta capaz de producir la misma calidad cinematográfica independientemente del presupuesto y sin sacrificar su estilo.Hay mucho de Andrei Tarkovsky en Annihilation, demasiado para proyectarse en una sala comercial. Se puede trazar una conexión directa entre ella y Stalker, la obra maestra del cineasta ruso que también se desarrolla principalmente dentro de una enigmática zona, consumida por la naturaleza, donde las personas entran en busca de respuestas y las leyes de la ciencia no aplican. El libreto de Garland se basa en la novela homónima Jeff VanderMeer acerca de un grupo de científicas que ingresan a un área pantanosa que por los pasados tres años ha estado encapsulada dentro de una clase de campo de fuerza, conocido como “the shimmer” (el resplandor). Decenas de personas han entrado ahí antes que ellas; solo una ha regresado.
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Su nombre es “Kane” (Oscar Isaac), un soldado estadounidense que desapareció 12 meses antes y retorna a su hogar para sorpresa de su esposa, una bióloga llamada “Lena” (Natalie Portman), quien lo había dado por muerto. Sin embargo, el “Kane” que ha vuelto no es el mismo que se fue, y cuando este comienza a convulsionar y un SWAT Team intercepta la ambulancia que lo llevaba el hospital, “Lena” descubre dónde estuvo su marido durante el pasado año. Esta se une a otras cuatro mujeres -interpretadas por Jennifer Jason Leigh, Tessa Thompson, Gina Rodríguez y Tuva Novotny- para investigar qué fue lo que su esposo encontró adentro del “shimmer” que lo trastornó física y mentalmente.
Garland se toma su tiempo en resolver el enigma central, y aun así no lo resuelve del todo, dejando un poco de espacio para la ambigüedad y permitiendo que la deslumbrante puesta en escena hable por sí sola. La lúcida cinematografía de Rob Hardy sumerge al espectador en un mundo alienígenamente familiar donde el brillo del “shimmer” constantemente invade los límites del encuadre y las fronteras entre las especies, la flora y la fauna han dejado de existir. El cineasta nos coloca en los zapatos de sus protagonistas, haciéndonos descubrir las maravillas y horrores de este insólito hábitat al ritmo que ellas lo hacen sin entorpecer el argumento con exceso de exposición. Poco se explica y bastante queda en el aire (son tres novelas, y aquí solo se adapta la primera), pero esto solo hace la película más fascinante, pues nada le roba el misterio más rápidamente a algo que la sobre explicación.
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Así como Portman es un rotundo acierto en el papel principal, cada integrante del equipo contribuye con algo valioso. Primero, cabe destacar lo refrescante que resulta que este híbrido entre el sci-fi y el horror esté capitaneado no solo por mujeres, sino por una amplia diversidad entre ellas. Tessa Thompson y Gina Rodríguez encarnan -respectivamente- a la introvertida y la extrovertida del grupo -la primera siendo una física y la segunda una paramédica- nítidamente delineadas dentro de sus arquetipos. Por su parte, Jennifer Jason Leigh -en la cuarta década de su respetada carrera- aporta tanto su veteranía como su característica inquietante presencia.
La estupenda banda sonora a cargo de Ben Salisbury y Geoff Barrow -los mismos compositores de Ex Machina- es un componente esencial de la tensa e intrigante atmósfera que mantiene la película, así como las mutaciones que experimenta a lo largo de su narrativa al oscilar entre el terror y la ciencia ficción. Flashbacks a la vida íntima de “Lena” y “Kane” son acompañados por agradables acordes de guitarra, pero la música se va transformando a medida que las científicas que acercan al centro del “shimmer”, tornándose más extraña, con tonos pulsantes y arreglos corales de otro mundo que alcanzan el cénit de su espeluznante disonancia en el alucinante desenlace, en el que convergen influencias de 2001: A Space Odyssey y Under the Skin.
Con Annihilation, Garland se consagra como un visionario cineasta capaz de producir la misma calidad cinematográfica independientemente del presupuesto y sin sacrificar su estilo. Su talento para cautivar la pupila tan solo continúa expandiéndose, y aunque sus finales aún no dan 100% en el blanco temáticamente, olvidarlos resulta imposible.